OPINIÓN

Banco de Venezuela

por Omar González Omar González

El Banco de Venezuela es el vivo reflejo de lo que ocurre en todo el país; el Banco de Venezuela es el producto de la expropiación, el fracaso de la estatización y del socialismo.

La caótica caída de la plataforma del Banco de Venezuela dejó a miles de venezolanos sin acceso a su dinero; fue un duro golpe para miles –tal vez millones– que necesitaban hacer sus operaciones bancarias.

¿Cuántas personas no pudieron comprar alimentos? ¿Cuántas personas no pudieron adquirir sus medicamentos? ¡Sí! Un desastre total, y sin embargo no es sorpresa para nadie, debido a que ya muchos como que se resignaron a vivir de esta forma.

Lo del Banco de Venezuela es el resultado de un sistema bancario obsoleto, estatizado, anarquizado y totalmente pulverizado por una política que ha sido un completo fiasco.

Este sistema –desde 1999– ha quebrado entidades como el Banco Industrial de Venezuela; ha creado otras sin ninguna liquidez como el Banco Bicentenario, el Banco de las Fuerzas Armadas o el Banco del Tesoro. Un montón de instituciones bancarias huecas todas.

Unos bancos donde nadie –del común– mete ni un centavo; bancos que solo sirven para satisfacer las maniobras y megalomanías de quienes se encuentran en el uso del poder. Son espejismos creados para juegos de intereses y jugadas en el tablero económico grupal, así de sencillo.

El Banco de Venezuela es un antojo, un capricho de quienes manejan la economía como una pulpería. Es un ente que –si Venezuela estuviera conducida por hombres o mujeres de Estado– se debería privatizar de inmediato, como la Cantv, Pdvsa, las empresas básicas y los servicios fundamentales del país para volverlos eficientes, rentables, responsables y no una fuente de corruptelas como son ahora.

Es más que lógico que al Estado le basta y le sobra con un banco comercial. Claro, a un Estado normal, limitado y con un claro objetivo; sin embargo, no es la realidad de la Venezuela de hoy, pues es evidente que la actual situación rompe con todos los esquemas de racionalidad económica.

¿Cómo esperar que el Estado pueda mantener a flote cinco o más bancos, o tan solo uno, si con los hechos ha demostrado su total fracaso, e incluso ha vuelto polvo hasta el mismo Banco Central de Venezuela?

El Banco Central del país perdió su autonomía, su esencia, su papel, actualmente es un órgano burocrático que no cumple con su rol, porque el mismo Estado lo desvirtuó, y el sistema lo acabó en toda su fisonomía y razón de ser operativa, legal e institucional.

El socialismo es un sistema de gobierno que juega con el dinero de otros, y mientras un banco normal lo multiplica para el beneficio propio y de sus clientes, en el caso del Estado socialista lo despilfarra por completo, y solo unos pocos (los de arriba, los enchufados) se enriquecen hasta decir “ya no más”.

En pocas palabras, el socialismo es hambre para muchos y riquezas para muy pocos; mientras el liberalismo es trabajo y progreso para quien se esfuerce y luche. El socialismo es la pobreza –trabajes o no– para todos, el socialismo es como el Banco de Venezuela, es decir, un dolor de cabeza para todo el mundo excepto para aquellos que lo controlan.

¡Así de simple! Punto.