En otros artículos publicados en mi columna semanal de El Nacional, me he referido en varias ocasiones a la figura de la “banca ética” y, por lo tanto, en este artículo trataré de explicar de la manera más didáctica, simple, concisa y precisa, este importante concepto, según mi visión y opinión sobre el tema.
Si un ciudadano es propietario de un automóvil –activo tangible, valioso y útil, para facilitar su movilidad mediante un objeto, que fue adquirido con el fruto de su esfuerzo, trabajo y ahorro– pero no posee un estacionamiento en su vivienda para resguardarlo mientras no lo está usando, para no tener que dejarlo en la calle, donde puede ser dañado, desvalijado o en el peor de los casos, hurtado o destruido, tiene que recurrir a un tercero, que le preste el servicio de guarda y custodia del bien en cuestión, mediante el pago de una tarifa, en lo que se conoce como un estacionamiento público, donde en algunos casos se deben dejar las llaves, teniendo en cuenta que esta custodia con la entrega de sus llaves no implica el traspaso de la propiedad del carro, de tal forma que el legítimo dueño puede buscar y retirar su automóvil en el momento en que lo necesite y espera encontrarlo en las mismas condiciones en que lo entregó, lo cual sería como una especie de contrato de depósito de un bien no fungible –que no es intercambiable por algo equivalente de la misma naturaleza–.
Si el propietario del estacionamiento, no conforme con lo cobrado por el servicio de custodia que presta, cree que puede disponer de la propiedad del carro custodiado –apropiación indebida– y lo alquila a otras personas para que lo usen como taxi sin conocimiento de su dueño, ese activo sufrirá graves riesgos y deterioros importantes, pero en el peor de los casos, es posible que cuando su propietario lo solicite, el vehículo no se encuentre disponible o funcional, para entregarlo al solicitante y también podría suceder que ese objeto sufriera robo, daños o destrucción parcial o total, por algún tipo de accidente y lo peor, es que desde el punto de vista legal, el propietario puede ser involucrado y penalizado u obligado a pagar por daños o perjuicios a terceros, causados por un abusador, sin el conocimiento ni consentimiento del propietario legítimo del automóvil.
Basados en el ejemplo anterior y con el uso de una heurística llamada analogía, podemos pensar que en vez del vehículo –que es un bien no fungible– estamos tratando con nuestro dinero –que es un bien fungible, también obtenido con el fruto del esfuerzo, trabajo y ahorro– y que si lo depositamos a la vista –donde el titular puede retirar su dinero sin previo aviso al custodio– en una entidad financiera, mediante instrumentos de captación tales como son cuentas de ahorros o cuentas corrientes, si ese ente bancario decide disponer de lo depositado para prestarlo a otros clientes, con cualquier propósito, podemos ver que esta situación no es muy diferente a lo que ocurre en el caso del estacionamiento mencionado, pero lo peor es que el dinero es un activo monetario que se deprecia y se devalúa por si solo y cuando el cliente quiera disponer de él, es posible que aunque el monto nominal recibido sea igual o aún mayor al depositado, el monto real percibido sea menor, si no se ha pactado un interés real suficiente para cubrir los efectos tanto de la devaluación como de la depreciación de la moneda –producto de la inflación inherente a la expansión de liquidez monetaria– o en el peor de los casos, se corre el riesgo de que no haya disponibilidad de dinero –por la práctica de usar la regla llamada reserva fraccionaria– y por tal razón, el dinero en depósitos a la vista debería tener un encaje del 100 %, de tal manera que esté siempre disponible, para cuando el cliente lo solicite y por otra parte, es fundamental por parte del banco central, cumplir los objetivos para lo que fue creado, que no son otros que mantener tanto el valor interno como externo de la moneda nacional, promover la estabilidad de los precios y publicar ciertas estadísticas, para que los ciudadanos no pierdan el valor de sus activos monetarios con el paso del tiempo, obteniendo intereses reales cero o negativos –algunos economistas muy reconocidos y respetables, consideran que si los bancos centrales no pueden cumplir con sus funciones básicas, deberían ser eliminados–.
Ahora viene una gran pregunta ¿cómo otorgar créditos, si se mantiene un encaje de los depósitos a la vista del 100 %? Y la respuesta es muy simple, pues existe una figura financiera llamada depósitos a plazo fijo, donde el cliente es consciente que su dinero va a ser utilizado para otorgar créditos y por ello deberá pactar y esperar un lapso para obtener intereses reales positivos, al hacer la entidad bancaria la intermediación financiera –recaudando depósitos de unos clientes y prestándolos a otros–, donde esos fondos prestados deberían ser utilizados exclusivamente para usarse en la economía real, es decir, producir: bienes, servicios y conocimientos, pero nunca deberían ser usados para apalancar a especuladores monetarios y financieros –con sus negocios volátiles, estériles y ficticios– debido a que como he comentado en otros artículos, esta actividad espuria no produce ningún beneficio a las naciones, ni tampoco a quienes trabajan, ahorran, invierten y producen, lo que conduce a burbujas especulativas y financieras, quiebras de ciudadanos, empresas, bancos y gobiernos, con crisis económicas globales profundas, como la ocurrida en 1929, al final de los locos años veinte de hace un siglo, producto de la expansión crediticia para especular con las acciones en la bolsa.
En un entorno económico ético es necesario que la banca no produzca dinero de la nada con base solo en asientos contables para otorgar créditos, de forma que solo sea el banco central quien posea el monopolio de crear y ajustar la base monetaria manejando montos racionales, que deben estar respaldados al 100 % por activos reales confiables, como ha sido históricamente el oro y que esos bancos centrales no se constituyan en prestamistas de última instancia para reflotar bancos quebrados por malas praxis crediticias.
La banca comercial también debería poder manejar con absoluta libertad, pero con supervisión adecuada, instrumentos activos y pasivos en diversas monedas extranjeras, manteniendo un encaje del 100 % para los depósitos a la vista y para hacer la intermediación financiera con las divisas, sería aplicable el uso de los depósitos a plazo fijo en divisas, que deberán pagar intereses competitivos, de modo que la banca pueda obtener sus ingresos con base en intereses y comisiones razonables, cobradas por el uso de sus productos y servicios, tanto en moneda nacional como extranjera, que pueden coexistir simultáneamente.
Adicionalmente, una mala práctica que debe erradicarse del entorno financiero, es que la banca capte y retenga los depósitos en divisas, que, en vez de servir para incentivar la producción y el consumo nacional, sean enviados hacia paraísos fiscales o hacia la banca internacional, cuya voracidad no tiene escrúpulos, para buscar excusas y apropiarse indebidamente de los fondos enviados por ciudadanos, entes privados o gobiernos ingenuos.
Con lo expuesto en este artículo, espero haber ilustrado el concepto de banca ética, que es el conjunto de los entes financieros no condicionados solo a la obtención de máximos beneficios, sino que se orientan hacia la obtención de beneficios razonables con honestidad y voluntad de servicio a ciudadanos y naciones donde operan, haciendo énfasis en el progreso de sus clientes y se espera que este sea el tipo de banca que sobreviva y exista en la economía pospandemia, donde haya: honestidad, sostenibilidad, transparencia, credibilidad, mantenimiento del valor del dinero, buen uso del crédito y relaciones de largo plazo con los clientes, en un entorno monetario y financiero que sea el ambiente por excelencia, apto para apalancar: inversión, producción, productividad, consumo racional y el intercambio comercial honesto, lo cual es fundamental para reconstruir la nueva economía, golpeada y colapsada a nivel global, por las malas praxis del pasado y recientemente terminada de quebrar por la pandemia covid-19.