OPINIÓN

Ballet Teresa Carreño, un relato en etapas

por Carlos Paolillo Carlos Paolillo

En 1979 el Teatro Teresa Carreño, en plena construcción, de aprestaba a recibir en sus instalaciones inacabadas a un grupo de jóvenes bailarines que debían cohesionarse y conformar un elenco especializado en el repertorio romántico-clásico universal del siglo XIX.  Iniciaba así sus actividades el Ballet de la Fundación Teresa Carreño, cuerpo estable orientado al desarrollo de la danza académica profesional venezolana.

En ese tiempo sorprendía el Ballet Internacional de Caracas, que reunía a las figuras estelares de Vicente Nebrada y Zhandra Rodríguez, por su notable nivel artístico dentro de los estilos neoclásico y contemporáneo, así como por su dinámica proyección internacional.

Varias etapas pueden establecerse en el desarrollo histórico del Ballet Teresa Carreño. La primera de ellas bajo la dirección del maestro argentino Rodolfo Rodríguez, tuvo como misión crear un conjunto de orientación clásica destinado a participar en las temporadas de ópera y acompañar a primeros bailarines internacionales invitados en la interpretación de los títulos del repertorio académico. Actuaba generalmente en el Teatro Municipal de Caracas. Grandes celebridades mundiales fueron invitadas por la compañía en sus años iniciales, basta citar los nombres de Rudolph Nureyev, Ekaterina Maximova y Vladimir Vasiliev.

El bailarín Nureyev

El período directivo del coreógrafo cubano estadounidense Enrique Martínez, supuso la expansión de este elenco que creció en desempeño artístico y técnico. Quizás el momento cumbre de esta gestión lo representó la producción de Coppelia, presentada en el Teatro Municipal de Caracas, con coreografía de Martínez y un elenco de primeros bailarines latinoamericanos: Zhandra Rodríguez, Fernando Bujones, Silvia Bazilis, Eduardo Caamaño, y Ana Botafogo.

El 19 de abril de 1983 se estrena la Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño, espacio que se  convertiría en un referencial para las artes escénicas y musicales. Al año siguiente,  una nueva gerencia en la institución, determinó criterios distintos de conducción para su compañía de ballet, que tendría a Vicente Nebrada como su director artístico. Era una meta lograr la definitiva profesionalización, internacionalización y elevación de la capacidad de influencia artística de este conjunto.

El debut del Ballet Teresa Carreño en esta etapa ocurrió en una temporada realizada en diciembre de 1984 con el estreno en la sala Ríos Reyna de El pájaro de fuego, de Nebrada-Stravinsky, versión estrenada dos años atrás por el Royal Winnipeg Ballet de Canadá.

Coppelia. Foto Roland Streuli

Con Nebrada como director -periodo que se extendió durante 18 años- el Ballet Teresa Carreño se planteó transformaciones profundas y desarrollar un repertorio mixto, clásico y neoclásico, de acuerdo con las exigencias y las particularidades del teatro caraqueño.  Sin embargo, el mayor atractivo de la remozada agrupación se centraría en las coreografías propias de Nebrada, que presentaría sus propias creaciones:  Una celebración de Haendel, Pentimento (Bach), Doble corchea (Britten), La mer (Debussy), Romeo y Julieta (Prokofiev), Georges Sand (Chopin-Listz), La cenicienta (Prokofiev), Bernarda (Doura), Inés de Castro (Cervetti) y Van Gogh (Mahler).

El reencuentro del Ballet Teresa Carreño con el repertorio académico se concretó con las producciones que tomaron como punto de partida los originales de Coppelia, El lago de los cisnes, Don Quijote y El cascanueces, realizadas por Nebrada entre 1987 y 1996.

Reconocible sentido del espectáculo concebido como un todo integrado, altos niveles de producción artística y resolución escénica, dinámico tratamiento de los grandes grupos en el espacio especialización rigurosa en el arte del baile en pareja, son todos aspectos resaltantes durante esta etapa.

En el plano mundial, el Ballet Teresa Carreño, con Nebrada al frente, buscó cumplir con su ideal de traspasar fronteras y realizó giras y temporadas en Latinoamérica y el Caribe, Estados Unidos y Europa. El Festival internacional de Danza de Montpellier, Francia; la gira artística por España y su participación en la gala celebratoria del 50 aniversario de la creación de la ONU, realizada en San Francisco, Estados Unidos, fueron algunos de los momentos internacionales vividos por la compañía.

El ballet Giselle

La siguiente etapa de la compañía, estuvo signada por un retorno al academicismo clásico y una intensa cooperación con el Ballet Nacional de Cuba, ejemplificada en la coproducción de la versión de Alicia Alonso de Giselle, así como en  la presencia de primeros bailarines de la compañía cubana en temporadas y galas, entre ellos Viengsay Valdés, su actual directora artística. También los coreógrafos nacionales Héctor Sanzana, Laura Fiorucci, Mariela Delgado, Walter Castillo y Brixio Bell, protagonizaron este tiempo en el orden coreográfico.

El momento actual encuentra al Ballet Teresa Carreño como la única compañía de danza clásica profesional activa en el país. Destaca este momento por el acento colocado en el relanzamiento del Ballet Juvenil Teresa Carreño como plataforma de profesionalización de noveles bailarines. El cascanueces, de Nebrada, continúa siendo la producción más valorada y de mayor convocatoria de público de la compañía.

La historia de 40 años del Ballet Teresa Carreño se encuentra allí, con sus grandes momentos y sus crisis también. Se trata de un relato que debe continuar.