A poco más de un mes de haberse registrado el primer caso de coronavirus en Colombia, es un tiempo justo para hacer un balance preliminar de cómo se ha desarrollado la pandemia y las estrategias de lucha contra ella a nivel mundial y nacional.
La primera idea para señalar es la inmensa culpa que el régimen comunista chino tiene en el origen y desarrollo de la pandemia. El ocultismo y la desinformación propia de un régimen totalitario como el chino, tiene como consecuencia la total ignorancia del fenómeno: no se sabe el origen del virus, lo más probable es que se haya originado como error en un laboratorio de investigación de armas biológicas en Wuhan, cuándo y cómo se desarrolló la epidemia y cuando y cómo se difundió desde China hacia el mundo.
Otro tema importantísimo que se debe analizar es la obsecuente sumisión de la Organización Mundial de la Salud a los designios del Partido Comunista chino. Los culpables de la pandemia son el Partido Comunista chino por su secretismo respecto al virus y la OMS por obedecer los lineamientos del régimen de Xi Jinping y ocultar la gravedad de la situación de la epidemia, que se convirtió en pandemia. Si los comunistas de la OMS hubiesen aceptado los llamados de alerta de Taiwán, otra hubiese sido la historia con relación al covid-19. Pero al estar la OMS a las órdenes de Pekín se desarrolló la pandemia.
Se critica insensatamente la decisión de Trump de suspender su financiamiento a ese apéndice del marxismo internacional que es la OMS, pero tiene razón, esa medida es una buena presión para que la organización sirva, como debe ser, a los intereses de toda la humanidad y no del comunismo internacional. El doble rasero de la izquierda no les permite ver que Trump está haciendo lo mismo que un paladín del “progresismo” mundial, Carter, hizo con respecto a la Organización Internacional del Trabajo. Y es que debemos reconocer que la Organización de las Naciones Unidas se ha distanciado muchísimo de sus objetivos fundamentales, hoy en día es una caterva de comunistas y totalitarios al servicio de sus intereses. Ver el Consejo de Seguridad de esa organización, conformado en su mayoría por países de la calaña del régimen de Maduro, es una confirmación de la urgente necesidad, aunque quizás sea un imposible, de la recomposición del sistema internacional, para que verdaderamente sirva a los objetivos de la paz y la democracia en el mundo.
Finalmente, a nivel internacional, se debe destacar que hubo una muy desigual forma de atacar el problema. Como primera conclusión, debemos señalar que son los regímenes más democráticos y capitalistas (se sabe que esta cópula es indisociable) los que mejor enfrentaron el problema, los casos de Nueva Zelanda, Alemania, Corea de Sur, Taiwán, Singapur, Japón, Austria y Suecia lo comprueban.
Finalmente, es menester destacar que la pronta iniciativa en la toma de decisiones es la clave para una exitosa gestión de la pandemia, los retrasos en adoptar medidas fueron la base para los fracasos en Italia, Francia y España.
En cuanto a Colombia, cabe destacar que sí tenemos presidente, ¡carajo! Duque ha demostrado ser un gran gerente y comunicador y gracias a su dedicación total al problema, hemos tenido un éxito en el manejo de la crisis en cuanto al aspecto salud pública se refiere.
El segundo lado de la crisis, el económico, ha sido abordado positivamente por el gobierno de Duque, pero como sigue siendo característico en el presidente, la línea es débil y timorata. Para una crisis excepcional se requieren medidas excepcionales y Duque no se ha atrevido a tomarlas.
En primer lugar, es ridículo confiar en la solidaridad de los avaros banqueros colombianos, su tasa de intermediación es la más alta del mundo (24 puntos porcentuales, cuando el promedio mundial es de 3) y eso que la cartera y el sistema bancario colombianos son de los más sólidos del mundo. El gobierno debe tomar medidas legales para obligar a la banca a que auxilie de manera extraordinaria, como se debe en esta crisis, a la economía colombiana. De no hacerse ya, las secuelas van a ser catastróficas. A más de 3 semanas de habérsele dado 90% de garantías a los préstamos y la banca no haber respondido, hay que obligarla a hacerlo. Una medida urgente es bajar la tasa de usura en por lo menos 10 puntos, para que tenga un tope máximo de 17%; otra es utilizar el estado de emergencia, para obligarlos a un plan de financiamiento a largo plazo y a muy bajos intereses de las pequeñas y medianas empresas, que es el pulmón del empleo del país.
Ante la magnitud de la crisis se requiere abandonar la ortodoxia económica por parte del gobierno, temporalmente. Es menester un plan de subsidio de la nómina de por lo menos 80% de las empresas, el pago de un subsidio vital a los independientes y desempleados y un programa de asistencia a sectores vitales y que estén en grave crisis, como el agro, turismo, hotelería, comercio, etcétera. El costo debe ser asumido por el banco de la república con un generoso programa de financiamiento.
Finalmente, aunque conociendo la forma como ha actuado Duque es simplemente “wishfull thinking”, se debe aprovechar el estado de emergencia a fin de tomar medidas indispensables para la salud de la patria: acabar con los narcocultivos mediante la fumigación con glifosato por aspersión, acabar con la JEP, reformar la justicia para eliminar los carteles de la coca y la toga, estableciendo una sola Corte Suprema de justicia y reformar el infame acuerdo de entrega del país al narcoterrorismo comunista. Viendo lo utópico de estas últimas aspiraciones, conformémonos con que se palie la crisis económica, mientras en 2022 el pueblo colombiano despierta y acaba definitivamente con la dictadura del farcsantismo que nos gobierna.