En 2019, la Asamblea General de Naciones Unidas estableció por primera vez el 29 de septiembre como el Día Internacional de la Concienciación sobre la Pérdida y Desperdicio de Alimentos. Disminuir la pérdida y desperdicio de alimentos forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible incluidos en la Agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas. El documento establece la aspiración para ese año de “reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita mundial”.
Los alimentos se pierden y desperdician a lo largo de toda la cadena de valor alimentaria: desde la producción, pasando por la manipulación, el transporte, el almacenamiento, la distribución, hasta llegar al consumo.
La disminución de la pérdida y el desperdicio de alimentos debe ser un elemento central de la transformación hacia sistemas agroalimentarios más eficientes, inclusivos, sostenibles y resilientes para mejorar la producción, la nutrición, el medio ambiente y la vida de todos.
Lograr bajar los niveles de comida que se desecha, se traduciría en que se podría aumentar la disponibilidad y acceso de alimentos. Datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) señalan que entre 691 y 783 millones de personas enfrentaron hambre en 2022.
Reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos es crucial para garantizar una mejor nutrición a las generaciones actuales y futuras. Es una oportunidad triplemente beneficiosa para el clima, la disponibilidad de alimentos nutritivos y la mejora de la sostenibilidad general de los sistemas alimentarios.
Se calcula que alrededor de 14% de los alimentos del mundo se pierden cuando se cosechan y antes de llegar a las tiendas, mientras que otro 17% se convierte en desechos de minoristas y consumidores. Estos 31% de alimentos que se pierden, representan más que la cantidad que se necesita para alimentar los centenares de millones de personas que padecen hambre en nuestro planeta.
Se estima también que los procesos para la producción de estos 31% de alimentos perdidos representan casi 10% del total mundial de gases de efecto invernadero. Eso contribuye también a la inestabilidad del clima y a fenómenos meteorológicos extremos como sequías e inundaciones; cambios que afectan negativamente al rendimiento de las cosechas, reducen la calidad nutricional de los cultivos, provocan interrupciones en la cadena de suministro y amenazan la seguridad alimentaria. No tenemos ningún interés a perder estos alimentos, y cada uno puede tener un rol importante para mejorar la situación.
Contribución individual con impacto global
Los hábitos domésticos son responsables de casi 570 millones de toneladas de alimentos desperdiciados cada año en todo el mundo, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Por individuo, cada persona desperdicia una media de 74 kg de alimentos al año.
Todos, desde nuestras casas, podemos hacer algo para revertir estos números. Es necesario cambiar hábitos y costumbres, para que desperdiciar alimentos no se convierta en un modo de vida. Son muchas las acciones que, en nuestras casas, con nuestras familias, podemos poner en práctica para evitar las pérdidas de alimentos. Algunas de ellas son:
- Comprar solo lo que se necesita, de esta manera evitamos que los alimentos se descompongan.
- Destinar las frutas más maduras a jugos, batidos o postres, pese a su apariencia, conservan su sabor y valor nutricional.
- A la hora de almacenar los alimentos, siempre ubicar los más viejos de primeros en las alacenas, para así consumirlos antes de que se dañen.
- Lo que sobre de una comida, puede elaborar sopas, congelarlo para comer después o para usarlo como ingrediente de otra preparación.
- Los alimentos descompuestos no los deseche, prepare abonos orgánicos con ellos. De esta forma devolverá nutrientes al suelo y reducirá la cantidad de gases de efecto invernadero.
Además de estas prácticas, también es fundamental crear consciencia en los comerciantes y consumidores en general, sobre el valor y uso eficiente de los alimentos, porque involucra recursos como agua, tierra, horas de trabajo y esfuerzo biológico, humano y tecnológico. No basta con aumentar la productividad en el campo y mejorar la eficiencia en toda la cadena de suministro, si no se combate la pérdida y desperdicio de alimentos.
En nuestras manos están las soluciones. Todos tenemos algo que hacer para superar este desafío y alcanzar la Agenda 2030.
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