El proyecto In C de la coreógrafa alemana Sasha Waltz, presentado hace poco en Caracas, además de la también reciente presencia del creador francés Fabrice Lambert dentro del Festival Franco Venezolano de Artes Escénicas que rindió tributo a la obra de Sonia Sanoja, han venido a estimular el panorama de la danza contemporánea nacional, en algún tiempo dinámico y con clara vocación universal.
Sasha Waltz figura dentro de las personalidades más representativas de la nueva danza internacional surgidas en los inicios del siglo XXI. Su nombre curiosamente está vinculado a Venezuela desde la última década de la centuria pasada a través de las vivencias del Festival de Danza Postmoderna, singular y referencial experiencia centrada en la divulgación de los planteamientos de las vanguardias artísticas alrededor del cuerpo.
La muy joven bailarina germana, en ese tiempo residente en Nueva York, arribó al país en cuatro oportunidades anteriores de la mano del bailarín improvisador David Zambrano, artífice del referido festival postmoderno, como difusora de las ideas alrededor de las técnicas de soltura y la improvisación de contacto. Eran momentos de agitación social y política en Venezuela, de los que la artista foránea fue testigo presencial
La creadora llegó a convertirse en voz orientadora e influyente en procesos altamente institucionalizados de la danza contemporánea alemana y europea. Su retorno a Venezuela fue a través de representantes de su compañía Sasha Waltz & Guests, a fin de impartir un taller que culminaría con el montaje por primera vez en Suramérica de la obra In C, creada en 2021 en medio de las tribulaciones de la pandemia.
Orlando Rodríguez, bailarín venezolano, la francesa Margaux-Trehouart y el cubano Joel Suárez Gómez, todos integrantes de la agrupación de Waltz, se encargaron de propiciar el proceso y conducir hasta la concreción de la obra a la Fundación Compañía Nacional de Danza, anfitriona de los enviados, en coproducción con el Instituto Goethe.
Dos sorprendentes espacios de la Universidad Central de Venezuela – la Facultad de Arquitectura y la Plaza Cubierta del Rectorado – recibieron un primer resultado estimulante del proyecto creativo cumplido de las manos de un numeroso grupo de ejecutantes y en medio del más apropiado de los entornos.
Luego, la obra realizó temporada en un espacio teatral, la siempre dúctil y efectiva Sala Anna Julia Rojas, lugar receptor de actos escénicos trascendentales, en la que se escenificó la muestra “formal” de la pieza, que contó con un dispositivo de producción, sobrio e eficaz, que hizo ver al entrañable recinto como en otros tiempos mejores. Especial resultó el diseño lumínico y admirable la participación del ensamble musical-vocal acompañante, finalmente también protagonista.
In C como obra remite rápidamente a los orígenes de la llamada danza postmoderna (posterior a la danza moderna estadounidense) y a los postulados fundamentales de Merce Cunningham, su gran inspirador y directo antecedente de ese movimiento marginal y alternativo. Todo parte de la concepción de un bailarín como ente independiente, que se desplaza con exhaustividad dentro de un espacio escénico amplio, que al entrar en relación con otros pares se involucra en un camino de socialización plena, aunque sin perder nunca su irrenunciable condición individual.
Como la recreación de un event de la era Cunningham podría caracterizarse la obra de Waltz. Lo eventual, lo no previsto ni premeditado prevalece dentro de las relaciones establecidas entre los bailarines-entidades. La ausencia deliberada de una dramaturgia que guie y concretice las acciones escénicas, da paso a un abstraccionismo corporal que racionalice el gesto y neutralice la expresión.
Los intérpretes transeúntes venezolanos de In C hicieron un recorrido exhaustivo. Cada uno lo asumió y lo vivió quizás desde perspectivas distintas, diferentes comprensiones y las particularidades de sus disimiles desarrollos técnicos y artísticos, resaltando su condición individual más que el espíritu colectivo, cohesionado y con unidad de propósito, inherente a la pieza.
En medio de lo largo y demandante de su camino, alguno de ellos, la mayoría, llegó a mostrar agotamiento físico dentro de la urgencia por mantener una racionalización gestual. La abstracción del movimiento es un ámbito complejo, que pasa necesariamente por una introspección profunda del intérprete, que lo lleve a sentir sin mostrar, a expresar sin evidenciar.
In C resultó un proyecto regenerador. Promovió la importante cooperación entre países y sus instituciones culturales. También sirvió de animador del sector de la danza contemporánea venezolana y sus actuales hacedores.
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