Como pasó con el de Bachelet, el discurso sobre la situación en Venezuela de Abassi, el premio Nobel de la Paz tunecino, puede ser interpretado de distintas maneras. Es muy fácil sacar las frases de contexto y ver en ellos solo el repudio al terrorismo de Estado o a las sanciones, según convenga. Los dos personajes se refirieron a uno y otro tema. Lo que verdaderamente importa, sin embargo, puede que se nos escape: el interés de la gente del mundo por la gente de Venezuela, su aporte a la transición democrática. Las relaciones internacionales construidas desde abajo, encarnadas en las personas.
En las dos últimas décadas del siglo XX los estudios sobre democratización relacionaban la variable internacional con el “efecto contagio”, las intervenciones militares de potencias extranjeras y las condicionalidades multilaterales. Hoy se incorporan en los análisis otros actores y modalidades de incidencia, que trascienden, de la mano de las nuevas teorías, el espacio clásico de las relaciones entre Estados y las nociones rígidas de soberanía.
Superando la visión clásica realista que otorga a los Estados el rol protagónico y hace de la lucha por el poder el único guión posible en un contexto anárquico, el constructivismo sostiene que el mundo social, en este caso el sistema internacional, es una construcción humana basada en ideas compartidas, que hoy se ocupan de temas varios, entre ellos la promoción y defensa de la democracia y los derechos humanos. Para los constructivistas las nuevas ideas dan forma y determinan el funcionamiento de nuevas instituciones, al tiempo que estas moldean identidad e intereses de los distintos actores al definir lo que puede y no puede hacerse, en una codeterminación de agentes y estructuras ad infinitum. Esta corriente teórica ha venido cobrando relevancia por su capacidad para explicar y promover el cambio que, a veces, como ahora en Venezuela, adquiere un sentido de urgencia.
Sentido de urgencia que vimos encarnado tanto en Bachelet como en Abassi en sus recientes visitas a Caracas, independientemente de sus respectivos discursos y las concesiones que por convicción o conveniencia hicieran al (des)gobierno de Maduro.
El multilateralismo onusino que representa Bachelet en la figura del alto comisionado de los derechos humanos es cuestionado por su lentitud y dependencia de los intereses de las grandes potencias y,sin embargo, su personal determinación de venir y dejar a sus delegados en el país dicen tanto o más quelos sentimientos que no pudo ocultar a las cámaras de los periodistas al escuchar los testimonios de las víctimas; y entonces, lo de la mención a las sanciones y el reconocimiento a Maduro como presidente, incluso el beneplácito posterior por la liberación de los 59 colombianos, se nos antojan “peajes” para poder cumplir con su labor. Ya veremos en los próximos meses si la foto estrechando la mano del dictador pesa más que la muerte de los Albán y los Acosta o de los niños del J. M. de los Ríos en los expedientes de la CIDH y la Corte Penal Internacional, instancias que sin duda tendrán muy en cuenta sus informes, al igual que los órganos políticos de Naciones Unidas.
Por otro lado, la visita de Abassi, premio Nobel de la Paz 2015 por su decisiva contribución a la construcción de una democracia plural en Túnez tras la Revolución de los Jazmines en 2011 como representante de los trabajadores en El Cuarteto, manda un mensaje de empoderamiento a la sociedad civil venezolana que, harta de protagonismos interesados, hoy se contenta con luchar por la supervivencia.
Según el veredicto de ese año, El Cuarteto conformado por representantes de los trabajadores, empresarios, abogados y ONG facilitó un proceso político pacífico y alternativo en un momento en el que el país norafricano estaba al borde de la guerra civil, convirtiéndose en el instrumento decisivo para el establecimiento de un sistema constitucional de gobierno respetuoso de los derechos fundamentales de toda la población, sin importar el género, las convicciones políticas o creencias religiosas.
Más allá de si el análisis que el señor Abassi hiciera de la realidad venezolana nos convence o no, lo que cuenta es su testimonio acerca de la importancia del diálogo para la construcción de la paz y su voluntad manifiesta de ayudar a tender puentes.
No dejemos que los sueños de libertad ocupen el último lugar en la cola después de los alimentos y las medicinas. Asumamos el poder que nos corresponde como ciudadanos. Sumemos nuestras voces y nuestra acción decidida a la de aquellos agentes que como las ONG que propiciaron y dieron sentido a la visita de estas dos personalidades, han apostado por Venezuela como un todo y no por los intereses de una minoría.
No podemos esperar que otros hagan el trabajo por nosotros. Pero si el ánimo tercamente se negara a acompañarnos y las voces guerreras enturbiaran nuestra visión de futuro, recordemos cómo las ideas han domesticado la fuerza a lo largo de la historia y hoy hacen de las relaciones Internacionales una realidad más humana.
@mariagab2016