En Venezuela estamos a la expectativa de la manifestación de la ayuda internacional, sobre todo, con los vecinos más inmediatos de la región quienes están demostrando mucha cautela en relación con el consabido caso venezolano. Tengamos en cuenta, por ejemplo, que los gobiernos de Petro y de Lula tienen una familiaridad ideológica con el que domina en Venezuela en estos momentos, lo cual se manifestó con la celebración de Maduro frente al triunfo electoral de ambos mandatarios. Geográficamente más distante, la victoria de Boric fue aplaudido casi como una continuidad del gobierno de Allende, por cierto, algo absurdo. No obstante, el de acá ha hecho tan mal las cosas que aquellos procuran guardar una prudente postura al mismo tiempo que ayudan a la causa venezolana por la libertad en la medida que nosotros nos ayudemos o, mejor dicho, sepamos cómo ayudarnos. Muy contentos no están esos países de servicios públicos desbordados, por decir lo menos, con nuestra diáspora. Saber cómo ayudarnos es que hagamos política al defender las legítimas razones que nos asisten, tomando las previsiones necesarias en el terreno estratégico como debió ocurrir inmediatamente después de los comicios del 28 de julio.
Los Estados defienden idearios, pero aún más sus propios intereses. Tanto que existe una escuela realista de las relaciones internacionales y, específicamente, de la política exterior. A Kissinger suelen atribuirle aquel principio de que en el campo internacional no hay almuerzos gratis. Luce evidente que somos una referencia petrolera importante, aunque sin la fuerza y el vigor que tuvimos precisamente al finalizar el siglo XX, pero que igualmente el denominado socialismo del siglo XXI es un poderoso factor de perturbación y distorsión en el hemisferio, indudablemente mayor que Cuba y Nicaragua. Pero, cuidado, una desventaja común, cada vez América Latina y el Caribe parecen espacios muy marginales respecto a la rivalidad geopolítica y geoestratégica de Estados Unidos, Rusia y China.
Todo lo anterior significa que el apoyo de la comunidad internacional para una solución pacífica del caso venezolano es realmente importante, pero no más que el desempeño nacional de la propia y más genuina oposición, descartadas las falsas expresiones que concurrieron a las elecciones. Queda siempre la impresión heredada del interinato de que sólo bastará ese respaldo externo, esa ayuda de gobiernos extranjeros, el auxilio directo de otras naciones para salvarnos, prácticamente sin que nosotros hagamos nada. Y lo digo a propósito de un par de ejemplos: por una parte, los alegatos esgrimidos por la oposición requieren del agotamiento de las instancias internas antes o simultáneamente al plantearla en el terreno internacional; llámese CNE o TSJ, resulta inevitable lidiar y dejar constancia de esa lidia procesal, judicial o forense, porque –así fracasemos porque esas instancias están copadas por el oficialismo– le prestamos un flaco servicio al país de ir directa, exclusiva y propagandísticamente a las internacionales.
Por otra parte, así Venezuela no forme parte de la OEA ni ésta o Almagro ejerzan un peso decisivo para resolver el asunto, el proyecto de resolución conocido por todos, se perdió por un solo voto y un análisis de la votación revela que la causa no está definitivamente perdida, pero urge de dirección y habilidad política; esto último revela que ese escenario tan obvio se iba a plantear y esa dirección política falló, preguntándonos qué hace realmente el promedio de la dirigencia política que está afuera involuntaria y – sorprendámonos– hasta voluntariamente.
Está muy claro para la comunidad internacional lo ocurrido en Venezuela. Se han recibido comunicaciones de tantas organizaciones, como la Internacional Socialista, el Centro Carter y la Unión Europea, entre otras, preocupadas por la búsqueda de una solución pacífica y democrática, como también está claro para los que decidimos dar nuestra opinión dentro de la urnas, porque desde hace tiempo decidimos que la mejor ventaja que podemos tener y demostrar está en la expresión popular, en el voto directo, que como se demostró fue en una amplia mayoría a favor del candidato Edmundo González Urrutia, aunque se quiera utilizar todo el andamiaje gubernamental en tratar de mostrar lo contrario. La solución está en cada uno de nosotros al defender nuestros derechos a través de las leyes de manera pacífica y democrática demostrando con pruebas quiénes tienen la razón. Sin duda alguna, siguen vigente las acciones de insistir en la realidad de esos resultados, resistir los embates del régimen y persistir en ambas acciones hasta alcanzar nuestro objetivo, teniendo claro que este 28 de julio se marcó un hito hacia la transición en Venezuela.
@freddyamarcano
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