OPINIÓN

Ayuda de abril

por Alfredo Cedeño Alfredo Cedeño

Nos robaron abril y pretenden que paguemos indemnización. Se han volado todas las normas, convenciones y conveniencias con gestos rapaces mientras insisten en que seamos meros peleles. Fuimos criados y formados con espíritu ciudadano; se nos inoculó que las leyes, y su observancia, nos salvaban de nosotros mismos y nuestros instintos cainescos. Si te saltas los límites de velocidad en cualquier vía pública sabes que, si te agarran, te ganaste una multa y demás sanciones a las que hubiera lugar. Y así crecimos. Robas, vas preso; asesinas, al calabozo, juicio y cárcel; perjurias, te llevan al juez, multa o calabozo; la lista de agravios y las consiguientes penas es sempiterna.

A ver si usted me puede ayudar. Si somos –usted y yo– anónimos ciudadanos, paisanos sin mayor pretensión que la de estar en paz, que cumplimos, en la medida de lo posible, con las leyes, las acatamos, nos atenemos a las consecuencias de no respetarlas, y así sucesivamente, ¿a santo de qué hay una cofradía de malandrines, con muchas hembras entre ellos, bien hablados, mal portados y pocas veces bien vestidos, que hacen lo que se les antoja con las leyes, y pretenden no ser sancionados por tales violaciones de las normas que nos amparan de nosotros mismos? Se roban hasta los clavos de la cruz pero hay que voltear a ver para El Tocuyo porque son políticos, le quitan las pensiones a los abuelos pero hay que callar porque no es correcto hacerle el juego a los enemigos del juego democrático, se reparten entre sus empresas los presupuestos de las obras que nos benefician a todos pero no se puede escribir o decir porque eso atenta contra la estabilidad de las instituciones, ponen a sus amigotes a manejar los fondos de ayuda a los menesterosos y poco importa que los malversen y cuidado si exigimos sanciones porque ello iría en contra del diálogo que debe imperar para resolver nuestras diferencias.

El cinismo con que se desempeña la casta política es de órdago. Uno tiene que cumplir con la ley a pie juntillas y ellos no, si incumplo pago las consecuencias de mi falla, ¿por qué a quienes desfalcan un país y las esperanzas de su gente se les debe condonar y premiar? ¡Ay las castas! Ellos no cesan de jugar a los personajes de El Gatopardo, donde Giuseppe Tomasi di Lampedusa acuñó la legendaria frase: “Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie. ¿Me explico?”. Van dando tumbos y saltos sobre nuestras espaldas, mientras exigen que no nos movamos porque son ellos quienes saben qué nos conviene. Sus feligreses, que si algo les sobra son chupacirios, claman pidiéndonos sumisa oración. Aquellos que pretenden presumir de sus blasones culturales, culturita general o elevada sensibilidad se dedican a tararear la canción del bronco Joaquín Sabina: “Quién me ha robado el mes de abril / Cómo pudo sucederme a mí / Quién me ha robado el mes de abril / Lo guardaba en el cajón / Donde guardo el corazón”. Menos abundantes son, pero también los hay, los que elevan sus listones y entonces recitan: “Abril es el mes más cruel”, el mero comienzo del poema “La tierra baldía” de Thomas Stearns Eliot, pieza que dedicara al gran poeta maldito Ezra Pound. Creo que muchos no han siquiera leído los primeros cuatro versos: “Abril es el mes más cruel: engendra / lilas de la tierra muerta, mezcla / recuerdos y anhelos, despierta / inertes raíces con lluvias primaverales”.

Estoy seguro de que su “cultura” no les ha permitido llegar más abajo a los proféticos versos de Eliot: (ven a cobijarte bajo la sombra de esta roca roja), / y te enseñaré algo que no es / ni la sombra tuya que te sigue por la mañana / ni tu sombra que al atardecer sale a tu encuentro; / te mostraré el miedo en un puñado de polvo”. Mientras tanto, y como por no dejar, los magnos dirigentes mantienen su rumbo torcido hacia un barranco del que no quieren oír hablar. Timoneles ensoberbecidos en su propia incapacidad que navegan hacia el naufragio, pero con los botes salvavidas a su exclusivo alcance.  Escribo mientras oigo a Luis Alberto Spinetta y Los Socios del Desierto, tal vez él me oye desde sus cenizas regadas en Río de la Plata y me responde entre acordes de su guitarra con voz de profeta traspapelado: “Todo lo mira la luna de abril / Ella sigue las olas que se tienen que ir”.

© Alfredo Cedeño

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