OPINIÓN

Aviso a los lectores

por Danilo Arbilla Danilo Arbilla

Como una forma de aviso a los navegantes, tan necesarios en todas las épocas cuando hay aguas turbulentas, vientos agresivos y engañosos y tormentas ocultas y agazapadas, en estos momentos y en la región latinoamericana, dado los acontecimientos que  se frenan y se precipitan día a día, es preciso un muy claro aviso a los lectores.

A saber: ¡cuidado!, la víctima que se repite en todos lados, Venezuela, Brasil, Bolivia, Argentina, Chile, Nicaragua, El Salvador, Colombia, Uruguay, Cuba, es la verdad, es la información que se recibe, se difunde y se repite. Quizás el título debería haber sido “Aviso a los lectores y a periodistas”. O “¡Cuidado¡, las redes están desatadas”.

Nada se puede adelantar sobre Bolivia. La tensión no cede. Hoy la mejor y más suave transacción sería ir al balotaje entre Evo y Mesa. Que los expertos de la OEA no demoren  la auditoría y aconsejen esa doble vuelta. Las otras alternativas son que Evo resista a lo Maduro en Venezuela, a lo Ortega en Nicaragua o a lo Al-Asad en Siria (el mal ejemplo) con todo lo que ello conlleva, o que la presión “de la calle” obligue a Evo a renunciar, lo que parece muy difícil y también tiene implicancias de todo tipo, imprevisibles.

En Chile igual confusión. El presidente Piñera no da pie con bola en sus esfuerzos por aplacar a los ”revoltosos”. Dice que no va a renunciar. ¿También tomará la vía de la resistencia desde el poder, como Al-Asad, Maduro y Ortega?

¿Qué es lo que pasa en Brasil? Hay como un sesgo sobre cómo le va a Bolsonaro, verdaderamente. Hay desencuentros entre los titulares y las informaciones y los hechos. La prisión de Lula enturbia y contamina. Desde hace más de año y medio se daba como inminente la libertad del ex presidente (se hizo efectiva este viernes), especie de muro de Berlín caído para –quedándonos cortos– la izquierda latinoamericana.

¿Y sobre lo que pasará en Argentina tras la asunción del kirchnerismo con Alberto Fernández al frente? Según la declaraciones de este, parecería que le va a declarar la guerra al Brasil –reclama la libertad de Lula–, al FMI, a los ingleses con motivo de las Islas Malvinas, a la propia UE, ya con un preacuerdo con el Mercosur al que podría hacer naufragar. Saluda a Evo, parece que solo hacia ese lado se dirige su solidaridad. Visto de afuera como que tendría la intención de abroquelarse, de recurrir al instrumento del Gran Hermano imaginado o anticipado por Orwell en 1984, de estar en una continua guerra con enemigos externos. De apelar al nacionalismo de los argentinos y unirlos a todos en una resistencia ante los ataques que vienen desde afuera. Puede ser solo una ilusión óptica y hasta loca. Ninguna información periodística más turbulenta –vientos cruzados y encontrados– que la que se emite desde Argentina. «La brecha”, la división de la sociedad argentina de que se habla, es más patente en el periodismo –empresas y profesionales– que en ningún otro sector de la sociedad. En consecuencia, la víctima es la información.

La Sociedad Interamericana de Prensa no descansa y hace sonar las alarmas, en Chile, en Bolivia, en Brasil, en Argentina, y desde hace más, en Nicaragua y Venezuela, y desde mediados del siglo pasado en Cuba. Los ataques a los medios y a los periodistas se multiplican. Es difícil encontrar a lo largo de la historia tantas amenazas y tantos obstáculos a la tarea periodística como en estos días; de todo tipo y con tantos y diferentes orígenes, lo que hace aún más dura y difícil la lucha en defensa de la libertad de prensa y por la libertad de expresión y por el derecho de los ciudadanos a estar informados.

La alarma es total. Hay un riesgo cierto de contaminación y de contagio de los propios medios y periodistas, que los lleva a ser ellos noticia o a ocuparse en recoger solo sus noticias. Siempre han habido huracanes y grandes aguaceros, pero tan continuos e inesperados, tal si fueran terremotos, como hasta ahora es difícil encontrar. Aquello de dar toda la información, tal cual se recoge, con el afán y el esfuerzo puesto en acercarse lo más posible a la verdad, como que afloja y amaina.

Hay que estar atentos, cada vez más alertas, periodistas y gentes.