La ausencia de un Estado nacional que represente con sus instituciones a la nación venezolana y la existencia en su lugar del Estado chavista es lo que explica el fraude electoral continuado que ha aplicado el chavismo en Venezuela desde 1999.
Hugo Chávez y sus operadores siempre se jactaron en decir que este era el régimen político que hacía más elecciones. Y es que resulta fácil participar en elecciones y declararse ganador cuando se controla todo el aparato estatal y, fundamentalmente, cuando es el mismo gobierno quien organiza la elección, cuenta los votos y proclama al ganador.
Mientras este factor de la ecuación no cambie será virtualmente imposible que cualquier oposición le gane una elección presidencial al régimen chavista. Enfatizamos en el tipo “presidencial” porque ciertamente para validar su propio esquema de fraude el chavismo le hace concesiones electorales mínimas a la oposición en las elecciones regionales para mantenerlos más o menos satisfechos dentro del sistema.
Pero siempre saltará algún “opositor” a tratar de refutar nuestro argumento con el triunfo electoral de la MUD en las elecciones legislativas del 2015 cuando el chavismo perdió la mayoría de la Asamblea Nacional. Entonces, aseguran orondos, ahí está la prueba que tanto se ha buscado de que si es posible ganarle al chavismo con votos.
Esta caracterización es incompleta si no se toma en cuenta el tratamiento que el chavismo le dio a esa derrota. El régimen chavista activó sus mecanismos judiciales y políticos para anular “legalmente” esa Asamblea Nacional que ya no controlaba. Por qué el chavismo con el control absoluto de todas las instancias del proceso electoral no logró “ganar” esa elección sólo demuestra que ellos también cometen errores
Aquí nosotros planteamos una tesis contraria a la defendida por la falsa oposición. La MUD/PU y sus voceros sostienen que la victoria del 2015 demuestra que aun con fraude si es posible ganarle al chavismo. Para darle fuerza a su argumento agregan los ejemplos de las elecciones en Barinas y otros estados donde la oposición fue “unida” y le ganó al chavismo.
Contrario a esto nosotros sostenemos que la victoria electoral del 2015 de esa oposición no puede de ninguna manera ignorar un evento mucho más relevante y trascendente como lo fue el desconocimiento “legal” de ese resultado por parte del chavismo.
Prisionera de su fundamentalismo electoral la falsa oposición está ciega y encasillada en la idea de que el fraude electoral chavista es del tipo clásico “acta mata voto” o en otras palabras es un fraude que se limita a robar los votos y presentar resultados falsos.
Este robo de votos que ahora el chavismo puede perpetrar con más eficiencia gracias a unas máquinas de votación que emiten resultados inauditables es tan solo una parte, un eslabón, en la compleja y sofisticada trama del fraude electoral que el chavismo impone en Venezuela.
El fraude electoral del chavismo tiene varias instancias de ejecución que van mucho más allá del voto. Esto es cierto aunque la falsa oposición convenientemente solo quiera ver y mostrar la parte que corresponde a los votos. ¿Por qué? Porque esto les permite justificar el voto en tiranía con el argumento falso de que una hipotética votación masiva puede superar cualquier fraude electoral. Además porque si esa estrategia no funciona es muy fácil evadir la responsabilidad y justificar el resultado culpando a la gente no quiso ir a votar.
Esta postura se niega a reconocer que tal como ocurrió en el 2015 el problema no son los votos sino todo el aparato político, judicial y militar del Estado chavista que “legalmente” puede cambiar las reglas juego en cualquier momento, incluso llegar solo a la cancha, robarse el balón y declararse ganador.
Si aceptamos el argumento de la falsa oposición sobre una hipotética votación masiva habría que considerar el impacto de aproximadamente 3 millones de venezolanos dentro de Venezuela más 4 millones de migrantes que están fuera a quienes “legalmente” el régimen chavista les negó el voto, sin derecho a apelación. Esos venezolanos no podrán votar porque de hacerlo serían votos contra el chavismo en proporción 9-1. Solo ahí el chavismo le está arrancando a la falsa oposición 7 millones de votos en sus propias narices. De esto la MUD/PU no habla porque debilita su propia tesis de un voto que cuantitativamente podría matar el fraude.
Insistimos, hay que ver el fraude electoral como un proceso más complejo que comienza por enredar a la oposición en unas negociaciones con la oferta engañosa de otorgar garantías y condiciones para unas elecciones competitivas, sin conceder absolutamente nada. Esto sigue con reservarse el derecho, de acuerdo a su pseudolegalidad, de decidir quiénes pueden votar y, lo más importante, quienes podrán ser candidatos.
Pero no solo eso sino que el régimen chavista además de tener infiltrada a la MUD/PU conociendo de cada reunión al detalle también y sin ningún rubor le impone su candidato como ya se ha visto. Aquí no hemos incluido otras tácticas recurrentes en el chavismo como el uso de vehículos oficiales y militares, la compra de votos con cajas CLAP, la suspensión de las asignaciones vía Carnet de la Patria a quien no sea abiertamente chavista, el uso de dineros públicos, la relocalización arbitraria de electores, etc, etc. Y por supuesto, el acto final de la trama cuando anuncian una victoria que contrastará con la desolación de los centros de votación.
Por eso cuando hablamos del megafraude electoral chavista para el 28 de julio no se trata de una expresión gratuita. El chavismo hará de todo para proclamarse ganador el 28 de julio aunque esto signifique violar sus propias leyes y hasta meter presos a candidatos oponentes con la excusa de un magnicidio contra Nicolás Maduro. Aquí no habrá sorpresas.
Ante esto hay que preguntarse porque María Corina Machado y todo el elenco de la falsa oposición insisten en la absurda vía electoral. ¿Qué es lo que tratan de demostrar que ya no se sepa? Digamos que el objetivo es dejar en evidencia al chavismo como arbitrario y usurpador. De ser así esto no pasa de ser un razonamiento peligrosamente inmaduro e infantil porque propios y extraños entienden desde hace mucho tiempo que esto es lo más parecido a la tiranía de factura cubana dispuesta a linchar moral y físicamente a sus oponentes para seguir en el poder.
El problema con el empeño en llegar hasta el final por la vía electoral es que no conduce a sacar al chavismo del poder, ilusiona con fantasías electorales a unos y legitima al régimen dejando a muchos con el amargo sabor del desengaño y la desilusión.
Habrá que esperar a que pase el 28 de julio para ajustar cuentas con la falsa oposición electorera antes de que sinuosamente se envalentonen con las elecciones regionales del 2025.