La «ausencia de voluntad política» es más que la simple falta de determinación de un gobierno; sus consecuencias son devastadoras para el desarrollo y bienestar del país. El actual gobierno peruano manifiesta escasa disposición para abordar problemas urgentes y carencia de liderazgo decisivo.

Atestiguamos falta de voluntad y capacidad para enfrentar temas económicos como el desempleo, recesión y reactivación, crisis que destruye los logros del “milagro latinoamericano” que caracterizó al Perú poco tiempo atrás. La ausencia de medidas significativas y pasividad frente a las emergencias nos conducen a un constante deterioro.

En educación, la ausencia de inversiones y esfuerzos para mejorar la calidad e infraestructura, problema de larga data, tiene consecuencias que atestiguamos, además de la ausencia de generaciones con principios y valores cívicos sólidos. La falta de acciones y visión de largo plazo no solo limita la creación de oportunidades, sino que impide la formación de jóvenes preparados para enfrentar retos futuros.

La negligencia en los sistemas de atención médica e inacción frente a los problemas de salud pública reflejan falta de voluntad para solucionar deficientes servicios –evidenciados durante la pandemia–, postas medicas incluidas. La consecuencia es la afectación en la calidad de vida de la población, sin servicios médicos adecuados.

La corrupción es un lastre que no ha sido enfrentado frontalmente. Se siente la ausencia de coordinación entre los gobiernos locales, regionales y el gobierno central, así como falta de voluntad para abordar problemas que socavan la confianza en las instituciones. Pero las perdidas monetarias por corrupción paralizan las inversiones, haciendo retroceder al país; agravando la distribución desigual de recursos, exacerbando la desigualdad social. La falta de medidas eficaces contra la corrupción refuerza la percepción de impunidad, debilitando la integridad del sistema.

En medio de la crisis de seguridad ciudadana, la ausencia de voluntad política tiene consecuencias aún más graves. El aumento de la criminalidad, desconfianza en las instituciones, disminución de la calidad de vida, falta de inversión en tecnologías y verdaderos programas de prevención del delito son solo algunas de las ramificaciones. La migración masiva con indocumentados y la delincuencia venezolana, pone de manifiesto la inacción del gobierno frente a un problema apremiante. La inseguridad afecta la cohesión social; con implicancias económicas, desalentando las inversiones.

Un gobierno eficiente y confiable requiere además de un gabinete que proyecte liderazgo, equipos de especialistas con conocimientos en áreas clave, experiencia en gestión de políticas públicas y financieras; liderar crisis, estrategias tecnológicas y establecer firmes relaciones internacionales. La evaluación proactiva de riesgos e integración de prácticas sostenibles son esenciales. Estas competencias, comprometidas con el bienestar público, son clave para generar confianza, atraer inversiones y construir una imagen sólida del país.

La ausencia de personajes idóneos en el gobierno de Dina Boluarte, sin experiencia para abordar la grave crisis política, económica y social, compromete la estabilidad y desarrollo del país. Hoy atestiguamos el nombramiento del nuevo canciller, con un tinte político distinto, experiencia y capacidades intelectuales que denotan la ausencia de candidatos idóneos en la izquierda. Quisiéramos creer que es un paso para enderezar este gobierno.

Es evidente que la ausencia de voluntad política del actual gobierno no solo amenaza con seguir estancando el desarrollo del país, sino que expone a la población a todo tipo de peligros que afectan el bienestar, seguridad y futuro. Es imperativo que el gobierno asuma un compromiso real y decisivo abordando problemas en pro de la prosperidad y estabilidad de la nación. Hoy sentimos un país a la deriva.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú


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