Parece contradictorio considerar la posibilidad de etiquetar algunas emociones negativas como favorables, pues, solo pensar en esa idea resulta incongruente. Sin duda, son mal vistas y en muchos casos nos recomiendan apartarlas de nuestras vidas; pero, en ocasiones funcionan a manera de mecanismos de alerta, como forma de preservación y aunque aparentan ser molestas, permiten reconocer que es necesario realizar ciertos cambios para aprovecharlas positivamente.
En el caso de la inconformidad, por ejemplo, representa una motivación a seguir adelante queriendo más, invitándonos a no detenernos en nuestra búsqueda, lo cual nos ayuda a sobreponernos ante los obstáculos, a no dejarnos vencer para descubrir nuevas vías, superándonos a nosotros mismos. Esta característica nos impulsa a que seamos inquietos y a movilizarnos para lograr nuestros objetivos. Recordemos que el individuo es por naturaleza inconforme, lo cual ha facilitado el avance de la sociedad, entre otros beneficios.
Por su parte, el temor en algunas ocasiones es considerado como un signo de cobardía. Sin embargo, debemos verlo a manera de aliado para actuar con la precaución necesaria, que nos preserve y ayude a tener referencia de los peligros existentes. Ciertamente, las personas valientes son esas que, a pesar de sentir miedo, tienen capacidad para sobreponerse y deciden enfrentarlo, siguen adelante, superando los problemas, obstáculos o cualquier adversidad.
Así mismo, analizando la ira, esta nos permite tener percepción para observar las injusticias, la impunidad, las diferencias, así como otras demostraciones de desigualdad, con el fin de que, nos identifiquemos con ellas y realicemos un esfuerzo por combatirlas. Este sentimiento, despierta aversión o molestia, pero lo importante es exteriorizar nuestra irritación controladamente, hacia los aspectos negativos presentes en la sociedad, como la maldad, la perversidad, la envidia, la crueldad, la inmoralidad, el cinismo, los cuales son difíciles de erradicar; pero es relevante que cada demostración individual represente un pequeño cambio.
Por otro lado, si observamos la envidia como emoción, podemos deducir que, aplicándola sanamente, encontraremos una forma de motivación, esta nos puede impulsar a admirar esos rasgos valiosos en los demás, que pueden servirnos de referencia o modelo. Así, sentiremos el reto de lograr lo que otros ya han alcanzado, potenciando y empujando nuestro deseo de obtener energías con su ejemplo.
De este análisis, es fundamental entender que cada uno de nosotros debe aprender a manejar estas emociones, orientarlas de la manera más adecuada, para saber cómo nos pueden ayudar a ser mejores personas y aplicarlas en nuestro beneficio. Aunque no sea algo fácil, es oportuno saberlas utilizar pues se pueden convertir en herramientas positivas y poderosas.
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