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Atrapado sin salida

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«Es preciso reírse de las cosas para mantener el equilibrio»

Ken Kesey (Alguien voló sobre el nido del cucú)

Hoy, de acuerdo con lo dispuesto por el Concilio Ecuménico de Nicea (20 de mayo y el 25 de julio del año 325) o acaso en función de los cálculos del inventor del Anno Domini, Dionisio el Exiguo, monje y matemático de quien pocos datos se tienen para certificar su existencia, concluyen los 46 días de ayunos y preparación espiritual previos a la Semana Mayor. Sí, termina la Cuaresma en medio de una cuarentena profiláctica, planetaria y sine die; razón por la cual, lógica y lamentablemente, no habrá fiesta de palmeros ni bendición de palmas en los templos católicos, apostólicos y romanos del orbe para celebrar, ¡hosanna!, la entrada de Jesús a Jerusalén —¡en burro, hágame el favor!—, tal la refieren los evangelistas Marcos, Mateo, Lucas y Juan, quienes, si no fueron testigos del acontecimiento, se enteraron del mismo gracias a la chismografía de Tierra Santa, donde se le creyó «el mesías prometido por los profetas al pueblo de Israel». Y si no lo era, lo merecía, pues se trataba del hijo de Dios, concebido por María sin mediación carnal de su marido, el anciano carpintero José, sino de una celestial paloma, avatar o encarnación simbólica del Espíritu Santo.

Hoy no habrá misas, procesiones ni autos sacramentales. A lo mejor en la radio  escuchemos antífonas, aleluyas y cánticos de alabanzas al Cristo redentor, y en televisión veamos, ¡otra vez!, a Poncio Pilatos lavando sus manos —ritual en boga— y la heteróclita convergencia de legionarios, procónsules, apóstoles, fariseos y gladiadores del repertorio péplum hollywoodense, desempolvado por las cableoperadoras, a fin de entretenernos   con diversos episodios bíblicos ―iguales pero distintos, según la dialéctica cantinflesca―, alegóricos al martirologio y vía crucis de Jesús de Nazaret. Sin posibilidad alguna de patentizar su devoción y de ver y dejarse ver en los tradicionales actos de afirmación de la fe, el grueso de la feligresía se abocará al dolce far niente, pero quienes tengan en sus bibliotecas algún ejemplar de Doña Bárbara, Cantaclaro o Canaima, las «tres novelas mayores» de Rómulo Gallegos —así las etiquetó Juan Liscano— pueden rendir tributo a la memoria del ilustre escritor presidente, fallecido en fecha como la de hoy, 5 de abril, hace 51 años (1969), leyendo o releyendo alguna de ellas. Era obligación hacerlo en el bachillerato en tiempos de la república civil. Con la revolución bonita, esas obras han debido ser suplantadas vaya usted a saber con cuáles engendros de la literatura roja.

En otro escenario hubiese dedicado mis divagaciones  a saludar, como hice en años anteriores, la llegada de abril, mes primaveral exaltado por bardos y trovadores con hermosos versos y bellas canciones —Rubén Darío, Nicolás Guillén y Juan Ramón Jiménez, entre otros poetas hispano parlantes, sublimaron en la lengua de Castilla sus flores, pájaros, noches estrelladas, y enamoramientos—, de especial relevancia en nuestra gesta emancipadora, ¡vuelva al Cabildo, Emparan!, y de fugaces alegrías y amargas decepciones —defenestración y restauración de Chávez (2002)—; ahora, empero, mamá natura se puso dura, o la endurecieron en China y está haciendo de las suyas. Como no tengo vocación bolivariana, dejo de lado mis iniciales designios, buscando la manera de no llover sobre mojado en el caudaloso río informativo generado a causa del coronavirus, cuyas aguas, para intranquilidad ciudadana, inundan los espacios noticiosos.

A pesar de su omnipresencia mediática, el tema de la pandemia no eclipsó la propuesta de Washington respecto a la conformación de un Consejo de Estado para la Transición en Venezuela, tal anunció Elliot Abrams, y la oferta de suspensión de las sanciones a funcionarios no requeridos por la justicia penal, cual explicó Mike Pompeo —en Estados Unidos se respeta, y es piedra angular del sistema, el principio de separación de los poderes públicos—. Días antes de hacerse pública la fórmula norteamericana para la recuperación democrática del país, el presidente interino de la República, en vista de las circunstancias inherentes al covid-19 y la precariedad del sector salud, había llamado a conformar un gobierno de emergencia nacional y activar el Plan José María Vargas, orientado a gestionar ayuda humanitaria, asistencia económica y asesoría médica de alto nivel, procurando subsanar las deficiencias alimentarias de la población y enfrentar con herramientas adecuadas la crisis sanitaria.

La iniciativa del Departamento de Estado fue rechazada irreflexivamente por Maduro. Bigotes prefirió entenderse con un pescador de ríos revueltos de su misma ralea, un señor parra o porra, pirrado, ¡perro!, por los claps. La impugnación e intransigencia del falsario mandamás estaban contempladas en una proposición pensada «no para hacerle cambiar de parecer al usurpador, sino a quienes le rodean». El zarcillo se aferra al poder, según el politólogo Carlos Romero Méndez, en virtud del respaldo (tarifado, conjeturo yo) de la FANB; la solidaridad arco minera y hasta ahora irrestricta de Rusia, China, Turquía y Cuba, y el control sobre la institucionalidad de la nación. El analista agrega un discutible soporte de masas cercano a 30% de la población, cuando en encuestas metodológicamente incontestables no llega a 10%.

La legítima Asamblea Nacional, al aprobar el proyecto del interinato, dio tácitamente su visto bueno al Plan Marco para la Transición. En fin de cuentas, este se inspira en ideas del equipo de Guaidó, expuestas en los infructuosos diálogos de Noruega y Barbados. El presidente interino, conminado a comparecer hoy jueves mientras esto escribo, ante el fiscal cagaversos —la impertinencia del Ministerio Público fue desoída y así lo hizo saber el procurador especial del gobierno de derecho, José Ignacio Hernández—, se mantiene en sus trece, pese a las amenazas de prisión —en los últimos días han sido encarcelados al menos 10 de sus colaboradores y allegados— y hasta de su eliminación física debidas a los aguajes postrimeros del bocazas Cabello y a los delirios de un Nicolás políticamente agonizante. ¿Y nosotros?

Atrapado sin salida fue nombrada en Hispanoamérica, con el ojo puesto en la taquilla, la adaptación cinematográfica de una novela del Ken Kesey (1939-2001) tenida en el ranking de la revista Time entre las 100 mejores escritas en inglés en el siglo XX: One Flew Over The Cuckoo’s Nest. De la multilaureada película de Milos Forman —estrenada en 1975 es considerada «cultural, histórica y estéticamente significativa» por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, y fue seleccionada para su preservación en el National Film Registry— nos interesa precisamente ese título imantado de codicia porque describe sucintamente apenas tres palabras, tanto la pasiva resignación de quienes, sujetos al yugo de un despotismo sin luces, dependen de limosnas patriocarnetizadas —plagiando al Borges prologuista de Jack London sentenciaríamos: «un destino atroz, aceptado con naturalidad y hasta con inocencia»—, cuanto la agobiante sensación de impotencia frente a los abusos de la narcopandilla dictatorial, así como y paradójicamente, el aislamiento cada vez mayor de Mico las madura, perdón, Nicolás Maduro.

El oportuno lapsus linguae o calami me sirve de pretexto para traer a colación, a modo de remate o colofón, el cuento del borrachito que, religiosamente, acudía los jueves santos a la iglesia de su parroquia con ánimo de recriminarle al párroco la repetición, año tras año, de su Sermón de las Siete Palabras. Lo hacía interrumpiendo la lectura del sacerdote con un ¡igualito al año pasado! Cuando, harto de sus heréticos desplantes, el sacristán le invitaba a desalojar el sacro recinto, volvía a la carga y dirigiéndose a los fieles exclamaba: ¿Lo ven? ¡La misma vaina del año pasado! Así estoy yo, con más de lo mismo; y, aunque en 2019 no estábamos socialmente confinados por el virus chino: vivíamos —y continuamos viviendo— atrapados sin salida en la tierra de (des)gracia, azotados por el mal de chávez, ¡respeten las minúsculas!, y batallando contra la tenaz persistencia de su agente transmisor, el nicovirus M, al parecer inmune a esterilizaciones, fumigaciones y asepsias.

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