El miedo se hace presente por variadas razones. Una de ellas se pone de manifiesto cuando se ha perdido relevancia en un entorno en el que, por un período, se tuvo un importante liderazgo y el reconocimiento de un número significativo de compatriotas votantes.

El ataque virulento que llevó a cabo Nicolás Maduro en contra de María Corina Machado, el pasado viernes 26 de enero, puso en evidencia el terror que en este momento se le tiene en el gobierno a esa indiscutible líder opositora. Con tal comportamiento, el chavismo reconoce públicamente que perdió las esperanzas de mantenerse limpiamente en el poder. Que una dictadura tan bullanguera como la actual haga público un secreto tan bien guardado (haber lidiado con “cinco conspiraciones” a lo largo del 2023, sin decir ni pió hasta hace poco) es algo digno de Ripley. Lo real, lo verdadero es que nadie en Venezuela, con dos dedos de frente, se cree ese fabuloso cuento chino.

¿Cómo circunvalar entonces la arbitrariedad revolucionaria? María Corina y la oposición democrática ya encontraron la manera: confrontando valientemente a la dictadura. Un candidato  opositor diferente a Machado no tiene cabida a estas alturas del juego. Por tanto, los votantes de la oposición no deben amilanarse por la cobarde acción del régimen; por el contrario, tienen que exhibir el poderío y fuerza necesarios para enfrentar a la dictadura sin temor ni contemplación de ninguna especie.

El respaldo internacional que ha recibido hasta ahora nuestra líder política es abrumador, poniendo así de manifiesto que la cuesta que deben subir el conductor de Miraflores y su séquito es empinada y difícil de alcanzar. En ese terreno, el refranero popular es claro y contundente: “tarde piaste, pajarito”.

Es importante resaltar que no estamos en los tiempos en que aquí gobernó a sus anchas Juan Vicente Gómez. Tampoco contamos con la presencia de una figura como la del médico francés Jean Louis Lapeyre, quien residió en Maracay y gozó de la protección de El Benemérito. El jalamecate en cuestión, que no dudó en calificar a Gómez de “bella alma”, tuvo al menos el acierto de reconocer que los suplicios que se aplicaban a los prisioneros de la dictadura (colgarlos por los pies y por los testículos) eran incuestionablemente crueles.

De regreso a su país, Lapeyre escribió acerca de lo que era imposible decir en Venezuela: cada vez que a Gómez se le ocurría construir para sí una nueva mansión, hacía que los materiales de construcción lo suministrara el Ministerio de Obras Públicas, y la mano de obra el Ejército Nacional, sirviéndose asimismo de dichas tropas, en vez de peones, para cultivar sus inmensos latifundios. Así se comportan los dictadores y trogloditas.

María Corina Machado tiene su puesto asegurado en nuestra historia patria, muy por encima de los dos últimos dictadores (Chávez y Maduro). El ataque desesperado del conductor de Miraflores y su combo no tienen a estas alturas el impacto que desean. Tarde han piado, pajaritos.


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