OPINIÓN

Atajar la psicosis

por Beatriz De Majo Beatriz De Majo

Ya ha transcurrido tiempo suficiente para que comencemos a extraer algunas enseñanzas – que no conclusiones– de este difícil episodio de agresión colectiva en el que nos ha colocado una nueva, desconocida  e incontrolable enfermedad proveniente de China.

Hasta ahora, el abordaje oficial de la pandemia es el que marca la pauta de la actitud colectiva frente a ella y, si se analizan de cerca los hechos, los países amenazados o los ya alcanzados por el mal van tomando pasos alineándose en una actuación secuencial que comienza por definir el origen de los focos infecciosos, para luego proceder a la segunda etapa que es la de su control y una posterior que se define como la contención de la expansión.

En el tratamiento público del contagio y de su proliferación acelerada, los países de Europa, una región en la que han sido más inmediatamente infectados por el coronavirus, han pasado de las sugerencias a la población a aplicar políticas restrictivas que aún siguen siendo parcialmente voluntarias de parte de los administrados, a imponer por la vía legal y hasta por la vía conminatoria y sancionatoria medidas como multas y hasta prisión. En Italia hay 16 millones de personas en cuarentena oficial y eso no es poca cosa.

Comienzan a proliferar en todas partes, con mayor o menor agresividad, las normas que impiden o limitan la movilización y concentración de las personas, la convocatoria de reuniones, a regular el transporte público y a aislar e impedir la entrada a los centros de salud públicos y privados en los que se han detectado transmisiones. Se está produciendo el cierre temporal de colegios y centros de enseñanza en lugares con tasas elevadas de infección y todos los organizadores de eventos masivos están revisando su suspensión o mantenimiento. Ya hay misas en las que la separación entre feligreses debe ser superior a un metro.

Los esfuerzos colectivos por contener la diseminación de la enfermedad proliferan y allí intervienen las particularidades, visiones y políticas de cada país y de cada región. Es distinto el cuido en Italia que en España o Alemania o Estados Unidos y lo mismo será en el caso de Colombia y Venezuela o Chile y Argentina. La prensa no está ayudando todo lo que debería y por ello es preciso hacerse de una posición individual para capear el temporal.

¿Cómo interpretar este conjunto de cosas que ocurren todas al mismo tiempo y sobre las cuales la capacidad de discernimiento se vuelve corta? ¿Qué hacer en lo personal si el contagio está tocando a la puerta del sitio de donde se vive o si, aunque encontrándose aún lejos geográficamente, nuestra aprensión involuntaria nos hace la mala pasada de intuir que el peligro se va a colocar a la vuelta de la esquina? Mi mejor consejo es actuar sobre lo que tenemos a la mano y actuar quiere decir comportarse con prudencia y anticipación en la escala personal y familiar. En dos platos, ser racional.

Nada podemos hacer el común de los mortales en cuanto a la desaceleración económica global ni mucho menos en el terreno de hacer avanzar rápidamente los estudios científicos para conseguir la solución al mal.

Evitemos darle paso a la cultura del miedo que lleva implícita una psicosis del colectivo. La clave del asunto está en una combinación entre sentido común y observancia de las alertas oficiales y colectivas, y particularmente las científicas. No mucho más que eso. La serenidad y el sosiego deberían ser los estados de ánimo con que abordemos esta crisis al igual que cualquier otra. Hacer oídos sordos a las voces apocalípticas es lo correcto. No tomarse la crisis en plan de humor o de chanza debe ser el norte de todo gobierno o autoridad que se precie de ser serio y ocuparse proactivamente de los suyos.

La clave de todo está en la asepsia, asepsia y más asepsia para no facilitar el contagio propio ni de los relacionados, dentro de una esfera pequeña. Eso se logra con muchísima limpieza personal, con evitar el contacto con infectados o con grupos medianos o grandes susceptibles de ser transmisores involuntarios; pensar dos veces antes de acudir a aglomeraciones; no aislarse pero tampoco exponerse.

La piedra angular de la contención de este drama que amenaza con afectarnos a todos reposa en la responsabilidad personal de cada ciudadano. Tomarse en serio y acatar las recomendaciones es lo propio.