Las fuerzas democráticas venezolanas no han podido ni sabido aprovechar el 21N el enorme descontento y deseo de cambio que anida en el cuerpo social de la nación. Una suerte de crisis de representatividad más errores, carencias, limitaciones y la acción del régimen para aprovechar sus diferencias han incidido en la situación. No hay peor cosa que la pueda pasar a un competidor en cualquier ámbito, desperdiciar las debilidades del adversario. No negamos ni subestimamos los avances (sobre todo a nivel municipal) alcanzados pero ellos no pueden tapar ni compensar la oportunidad perdida.
La consecuencia de esa situación es el de un cierto fortalecimiento del oficialismo a pesar de que el resultado nacional en votos demuestra su condición de minoría creciente y de improbable reversión. El resultado, como era esperable, ha derivado en el aumento de su intransigencia ante cualquier intento de apertura en aras de la reinstitucionalización del funcionamiento del Estado bajo las pautas de la Constitución formalmente vigente con las consecuencias negativas, del caso, para el país. Los sucesos en progreso en Barinas pueden explicarse, en buena medida, desde esa perspectiva. Al chavismo no le importo sacrificar los avances (tímidos, es cierto) en materia de legitimidad democrática y de imagen logrados el 21N en el altar de su vocación totalitaria. Dirán algunos, es la recurrencia del Síndrome del Alacrán.
Las fuerzas democráticas necesitan imperiosamente reflexionar sobre lo que viene ocurriendo, de su déficit de sintonía con la mayoría que desea el cambio, sobre cómo superar su dispersión, enmendar sus errores, disminuir sus carencias y limitaciones. En definitiva cómo recuperar su capital político de fuerza mayoritaria.
Ahora, tienen que aprender a “comer chicle y caminar a la vez” porque la situación demanda a riesgo de quedarse a la zaga de los acontecimientos y seguirle regalando la iniciativa a la dictadura, de reflexionar, resolver y actuar con eficacia al unísono en un escenario político; que no sabe de pausas.
Es urgente abordar y resolver con la seriedad y rigor del caso: la permanencia del Interinato, las diferencias estratégicas, el tipo de coalición unitaria a construir acorde con la situación, la integración de la misma tomando en cuenta el hecho de que, sin maltratar la realidad, el voto no chavista expresado el 21N puede ser considerado de oposición, pero no todo el no chavismo está dispuesto a trabajar por un proyecto de cambio que, de entrada, se basa en el desconocimiento de la legitimidad de origen y desempeño del régimen. También solventar el debate innecesariamente excluyente de asumir el revocatorio con prepararse para la elección presidencial de 2024. Hay otros ítems por asumir, pero con los mencionados basta para demostrar lo apretada de la agenda pendiente.
Las fuerzas políticas agrupadas en la MUD – aunque disminuido su volumen e influencia, son el sector político más importante, vertebrado y con presencia en toda la geografía nacional – deben estimular y propiciar la reflexión propuesta. Así como la pronta resolución de los temas urgentes sobre la mesa.