Maduro felicitó el 17 de marzo a Putin “por el abrumador triunfo” en las elecciones que le dieron un quinto mandato como presidente en Rusia, pero la oposición al Kremlin no pudo concurrir a los comicios porque la Comisión Electoral Central (CEC) no registró a sus candidatos.

Para ello la CEC de Putin recurrió a motivos técnicos o defectos de forma, por apoyar la paz en Ucrania. Esa fórmula de “la mafia putinista” -como la llama la viuda de Navalny- es la que al parecer pretende aplicar la mafia madurista y su CNE en Venezuela, también con la complicidad de colaboracionistas.

Putin, que seguirá en el Kremlin hasta 2030, podrá volver a presentarse a la reelección porque en 2020 reformó las disposiciones de la Constitución que se lo impedían. En el plebiscito de entonces la gente todavía votaba, cuando en realidad el texto de la nueva carta magna ya estaba a la venta en las librerías.

El arresto de Alexéi Navalny, el enemigo formidable de Putin, en enero de 2021 al volver de Alemania marcó el inició de la represión masiva contra la oposición, que incluyó el asesinato en prisión del abogado moscovita un mes antes de las elecciones fraudulentas de este marzo.

El Kremlin siempre simuló ignorar al carismático activista anticorrupción que antes había convocado protestas en toda Rusia y en 2018 intentó presentarse como candidato presidencial, pero le impidieron participar en la elección en la que Putin se hizo con un cuarto mandato y finalmente lo condenaron a prisión de régimen severo en un juicio amañado.

Se trata de la misma complicidad orgánica entre el crimen y la justicia que en Venezuela hace que el régimen persiga y acuse a la oposición de conspirar para asaltar guarniciones, solo que en acciones encabezadas por militares retirados en el exilio y por supuesto sin mando de tropa.

A fin de cuentas, el mismo sistema y los mismos personajes del asunto de mafias que merecieron la maldición que Navalny parece recordarles desde el más allá, y tal vez capaz de traspasar los muros del Kremlin en procura del viejito escondido en un búnker: “Su tiempo terminará e irán a quemarse en el infierno”.


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