El sentido común es el que nos proporciona la estructura de valores para reconocer, aceptar y lidiar con la realidad, y nos impulsa a rechazar la mentira y alejarnos de la demagogia de espejismos ilusorios y decadentes creadores de pobreza. Desde la realidad construimos cambio, futuro y esperanza, no así desde la sumisión que persigue la ideología del socialismo totalitario. Hay que sacudírsela porque impide el ejercicio de la libertad y nos aplasta. Asumir la realidad es el principio del cambio.
Hoy tenemos la comprobación de que el régimen ha configurado a su oposición, mejor caracterizada como “opolaboración”, y que este grupete de corruptos y usurpadores de la dirección política se plegó a su agenda. Son el trompo servidor que pretende suministrarle legitimidad a la corporación criminal que ha llevado a Venezuela a la miseria, en donde dos de cada tres coterráneos están pasando hambre. Asumir la realidad, por dura que sea, es el principio del cambio deseado.
Se hace inevitable una nueva dirección política.
Educación para la vida es la normalidad que buscamos, esta es la empresa básica destruida por el régimen. Las ideas ayudan a explicar la realidad, la falta de comprensión de los ciudadanos se debe a la inexistente educación. La normalidad que buscamos es para eliminar estos déficits. Aprendemos del dolor acumulado en estos años de liquidación de las instituciones, y no entregaremos el alma. Hacemos el esfuerzo diario de mantenernos haciendo la tarea, somos necesarios para preservar la base del país que se va a reconstruir. No hay Estado de Derecho por el secuestro que llevó a la pérdida de todas las instituciones. Sin pesos ni contrapesos no se da la distribución del poder, sino la concentración. Los poderes públicos no funcionan de manera autónoma e independiente. El Poder Judicial ha servido de alfombra mediante la destrucción del ordenamiento jurídico para imponer el ejercicio ilegítimo del poder.
La cacareada normalidad difundida por la propaganda comunista no se traduce en el valor y desafío de una mejor educación y empleos decentes, sino en mayor dependencia del Estado. El ecosistema criminal no quiere solucionar esto. La ideología que mueve esta economía no permite un sujeto libre ni autónomo con libertad de conciencia. Se abre únicamente al mercantilismo de unos pocos privilegiados dispuestos a someterse y compartir sus negocios con ellos, como socios minoritarios. Ellos, por naturaleza, se niegan a pactar y compartir el poder. El autoritarismo criminal no soporta la separación de poderes.
El ideal que nos inspira lo enfocamos en el destino histórico que nos corresponde de libertad, nos mantiene, en medio de las dificultades, atribulados mas no aplastados, apurados mas no desesperados, perseguidos pero no abandonados, derribados pero no aniquilados.
¡Libertad para Javier Tarazona y Emilio Negrín! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!