En el país vivimos una crisis sistémica. Afecta todos los aspectos de nuestra vida, manifestada en un caos y colapso inducidos y aprovechados por el régimen de Nicolás Maduro para mantenerse en el poder.
Una de las consecuencias de esta situación es la orfandad institucional a la que estamos expuestos: los fallos y los problemas no son atendidos por el Estado, cuyas instituciones no tienen ni la voluntad ni las capacidades para cumplir con sus funciones. Por el contrario, en muchos casos se convierten en canales de hostigamiento y chantaje a los ciudadanos, así como de implementación de sistemas de control, represión y sometimiento como los CLAP, las misiones, las FAES, etc.
En este sentido, el papel de las redes de apoyo y las organizaciones civiles se ha redimensionado, adquiriendo una importancia y prioridad significativas para la gente, en este contexto de indefensión social, sobre todo en los sectores más vulnerables de nuestra población, golpeados con más dureza por la crisis.
Pero también se empieza a producir una articulación entre organizaciones y diversos sectores sociales, ante la necesidad de abarcar a más personas; así como de sumar conocimientos y capacidades, ante la evolución de la emergencia nacional que padecemos, de dimensión y complejidad cada vez mayor.
Redes o grupos con objetivos específicos en áreas como alimentación, salud o derechos humanos diversifican actividades o se complementan con otros actores, para dar alivio no solo a los problemas que abordan en lo particular, sino también a los problemas de otros ámbitos, que acaban solapándose entre sí por la crisis.
Por ejemplo, nuestra iniciativa de Alimenta la Solidaridad está enfocada en aliviar la emergencia nutricional en niños y jóvenes, en un modelo de organización y articulación de madres, comunidades, voluntarios, organizaciones civiles y donantes. Sobre la implementación de comedores, y de las actividades relacionadas directamente a estos objetivos, se han desarrollado programas de capacitación, jornadas de salud, actividades culturales, emprendimientos, recuperaciones de espacios públicos. De igual forma, se han aliado redes de apoyo o se ha reproducido el modelo alrededor del programa en otros ámbitos distintos a la emergencia alimentaria. Nuestro ejemplo es el de la gran mayoría de las organizaciones que hacen vida en el país, que en muchos casos amplían el rango de sus acciones o incluyen sectores que no están directamente relacionados con su trabajo.
Es fundamental señalar que el contexto de radicalización del modelo de hambre, destrucción y violencia del actual régimen, la profundización de la crisis escala a condiciones cada vez más extremas. Sin un cambio político, avanza el deterioro de las condiciones de vida y es imposible la viabilidad del país. La necesidad de organización y articulación civil se hace más necesaria, ante la consolidación del Estado como factor principal de inestabilidad, represión y colapso.
Es prioritario generar, fortalecer y continuar estas redes e iniciativas organizacionales, así como propiciar que se articulen entre sí y con los diversos sectores de la sociedad. Esta vía permite utilizarlas al mismo tiempo como herramientas de renovación social, política y económica. Debemos entender que la articulación y la organización de las personas y sectores sociales constituye no solo una respuesta coyuntural para el abordaje de la crisis. De igual modo, significa también la expresión de la propia sociedad en la construcción de una nueva convivencia para el país, que siente las bases para una nueva Venezuela: inclusiva, democrática, productiva y solidaria.
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