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Armas de pandillas

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El terrorismo de Estado contra el parlamentarismo libre en Venezuela recuerda que la mentira y la represión han sido históricamente armas de pandillas para hacerse del poder e imponer dictaduras, llámense revolución nacional socialista o revolución socialista del siglo XXI.

A finales de febrero de 1933, los nazis hablaban de la incautación de “toneladas de documentos” comprometedores en la Casa Karl Liebknecht del Partido Comunista alemán. Solo que esa sede, allanada y desalojada un mes antes, ya se encontraba bajo vigilancia de la policía política.

Hitler y su gang estaban dispuestos a mantenerse en el poder a como diera lugar y para ello desataron una represión feroz contra quienes consideraban sus enemigos políticos, la prensa y los intelectuales.

En Venezuela, el régimen que detenta el poder y busca retenerlo con tan malas artes, pretende ahora asaltar la Asamblea Nacional. Los intentos de supresión del parlamentarismo también evocan las teorías hitlerianas de los cursos de “pensamiento cívico”, que incluyen concentración de poderes.

En ese afán, el ministro chavista de propaganda volvió a mostrar su blandón pedestre y craso en la presentación sin pruebas de un supuesto plan para atacar unidades militares. Después vendrían consabidas acusaciones de traición a la patria e incitación al odio contra legisladores, curiosamente refrendadas por individuos con antecedentes criminales.

Ese terrorismo de Estado, que a su vez acusa de terroristas a sus oponentes políticos, se evidencia en el asedio contra legisladores, que ven amenazadas sus vidas y las de sus familiares. Y esos temores tienen fundamento en asesinatos como los del concejal Fernando Albán y el capitán de fragata Rafael Acosta Arévalo a manos del régimen.

En el fondo existe también el plan inútil del chavismo de ocultar el desastre en que ha sumido la nación –en una mezcla de incapacidad, desidia y sobre todo robo– que trata de endosar al enemigo externo y sus aliados en el país.

Cada vez más gente come de la basura y más niños mueren por falta de medicamentos y recursos, como el que falleció el 15 de diciembre en una de las dos salas de terapia intensiva del Hospital Domingo Luciani. Fuentes de ese centro de salud dijeron a este columnista que la planta de emergencia no respondió luego de un apagón que duró 45 minutos ese día en la mañana.

Y gente de la morgue de Bello Monte indicó asimismo que hay personal que se deprime y llora por la muerte de niños y adultos mayores debido a desnutrición. Por eso continúa la diáspora de tantos venezolanos, que desmiente estadísticas acomodaticias de los que se robaron todo.

Pero esfuerzos como la Ley de la Verdad aprobada el jueves por el Senado de Estados Unidos procuran seguir los pasos del dinero para recuperar los activos saqueados por Maduro y su gente. Es probable que eso se combine con medidas para cortar el flujo que el régimen narcoterrorista percibe por el tráfico de drogas por Venezuela, que este año aumentó 50%.

Por cierto que el frío debe estar recorriendo la espina dorsal de insomnes jerarcas del régimen que atacan la prensa libre, pero que de todos modos tienen cuentas pendientes con la justicia norteamericana por drogas.

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