Muchas y graves son tus culpas corporación criminal; te señalan la avidez de posesiones y la matanza de inocentes para permanecer en el poder; responsable y tolerante excesivo has sido con la ferocidad de la tortura contra quienes solo aspiran a convivir en una patria libre y con justicia, de quienes anteponen el valor de sus convicciones democráticas y no ceden; eres tolerante máximo con la concupiscencia de tus secuaces; los usurpadores regodeados en su impostura le entregaron el país a la podredumbre de los Castro y a cuanto bicho con uña sojuzga pueblos y naciones y viola sistemáticamente los derechos humanos.
Nos robaste la soberanía popular cuyo ejercicio determinaría la vía idónea para la resolución de esta crisis humanitaria compleja que originaste con tus crímenes.
Un pobre diablo, segundón del usurpador de la entidad zuliana, se vanagloria en la ignominia y abaja la cerviz ante los capitostes matarifes, al calificar de arma biológica al venezolano que decide, protagonizando un calvario de terror, regresar a su patria para estar junto a sus familiares en estos momentos inesperados de coronavirus mundial.
El migrante que retorne será castigado y lo espera una celda para pasar la cuarentena en cautiverio; el degenerado va más allá y convoca a los sapos para que acusen sin rigor alguno a cualquiera objeto de sospecha de su vecindario. Esta conducta lleva implícita tratos crueles y degradantes que constituyen delitos de lesa humanidad que no prescriben.
Eso forma parte del genocidio del que hemos sido víctimas y es equivalente al arma biológica que lanzó a 5,5 millones de compatriotas fuera del territorio nacional. Arma biológica es lo que una pandilla llena de crueldad lanzó sobre un país digno y lo acabó físicamente en sus riquezas diversas, pero jamás en su espíritu indómito de no ceder en la lucha hasta rescatar la libertad y expulsar a los secuestradores del poder para siempre.
Resulta una confesión trágico-cómica en boca del desangelado usurpador cuando anuncia y celebra como triunfo en cadena de televisión “el fracaso monumental” que implica la pronta llegada de unos buques con gasolina proveniente del país terrorista de Irán. Aquí no hay nada que celebrar, pues solo comprobamos el desmantelamiento de la industria petrolera que en democracia producía con sus refinerías todo ese volumen de gasolina diariamente y quedaba aún una buena porción para la exportación.
La cleptocracia que secuestró la sociedad y le cerró los caminos de la libertad, es desconocida por más de 60 países. Son centenares de miles los fallecidos por la violencia amparada por la impunidad, por la falta de agua, electricidad, gas doméstico, combustible, por el colapso sanitario que llevó a la muerte a enfermos renales, de párkinson y de todo tipo de enfermedad. La guinda de la crueldad es quitarles la señal de televisión de mayor alcance a nuestros abuelos y niños que sobrellevan esta pandemia y ya venían arrastrando una calamitosa emergencia humanitaria compleja con demasiadas limitaciones.
La maldad no tiene límites para los facinerosos que secuestraron a todo un país. Ya es hora de que el presidente interino convoque a una fuerza multilateral para el cese de la usurpación. Solos no podemos.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!