OPINIÓN

Argentina, ¿la otra cara?

por Raquel Gamus Raquel Gamus
Fernández Venezuela tres días de duelo nacional

Foto AFP

Con la llegada  al poder del presidente argentino Alberto Fernández,  se produjo el cambio esperado hacia Venezuela con respecto a su predecesor Mauricio Macri, el reconocimiento del gobierno de Nicolás Maduro a la par del desconocimiento  de Juan Guaidó como presidente interino. Las opiniones del presidente Fernández sobre este tema no escaparon  del verosímil  monitoreo al que está sometido en todos sus actos sobre su independencia o sumisión al ala kirchnerista de gobierno, encabezada obviamente por Cristina.

De esta manera, a pesar del reconocimiento a Maduro, el aproche hacia Venezuela se enmarcó por momentos en intentos de un perfil propio más moderado. Así, el 23 de diciembre de 2019 en entrevista para el programa La Cornisa de AméricaTV, Fernández manifestó su preocupación por el avasallamiento del Estado de Derecho en Venezuela, esa misma semana en una entrevista en el canal de noticias argentino TN volvió a criticar al gobierno de Maduro al afirmar que la violación de los derechos humanos no tiene ideología y que el régimen venezolano ha desatendido las reglas democráticas.

En octubre de 2020  el gobierno de Fernández expresó su preocupación por las violaciones de derechos humanos en Venezuela  resaltadas en el nuevo informe de la alta comisionada de Derechos Humanos, Michelle Bachelet, lo que generó una serie de críticas por parte del kirchnerismo.

También ese mismo año se abstuvo de votar el informe crítico de la OEA sobre las elecciones parlamentarias de diciembre 2020 en Venezuela.

La decisión tomada de seguir participando del Grupo de Lima estuvo guiada por la intención de conseguir una tercera posición, diferenciada tanto del unánime rechazo de este grupo hacia Maduro como de la incondicionalidad del Alba a su favor.  En ese contexto se ubica  su primer viaje al exterior a México en noviembre de 2019  en lugar de hacerlo a Brasil, su vecino y natural aliado comercial, como es tradición. La intención del viaje a México era la de generar, y encabezar un liderazgo progresista en el continente que no se logró en aquel momento, con lo cual la participación en el grupo de Lima no pasó del silencio.

En marzo de 2021 Fernández comunica la decisión de abandonar el Grupo de Lima argumentando que las acciones impulsadas en el plano internacional no habían conducido a nada, y  apela a un diálogo inclusivo que no favorezca a ningún sector en particular, pero sí a lograr elecciones aceptadas por la mayoría con control  internacional. Declaraciones que generaron expectativas positivas en avezados y optimistas observadores sobre el papel que podría ocupar el presidente argentino en una solución para Venezuela.

Pero  las últimas declaraciones del presidente argentino de que poco a poco el problema de derechos humanos en Venezuela ha ido desapareciendo, le dieron un inesperado giro de 180 grados a las intenciones de equilibrio, que solo parecen cobrar sentido si las conectamos con las  declaraciones de Rafael Correa en reciente entrevista con María O’Donnel y Ernesto Tenembaum en CNN en las que apasionadamente y  “con todo respeto y cariño” marcó distancia abismal con Michelle Bachelet y su informe de los derechos humanos en Venezuela para pasar a  responsabilizar de la tragedia venezolana a las sanciones internacionales

Con su inconfundible estilo plañidero, Alberto Fernández, después de adjudicarse varias glorias en el éxito de las gestiones de Bachelet que le generaron críticas desde la izquierda, y con el mismo “cariño y respeto” hacia ella que el expresado por Correa, llega a similar e inconsistente falaz conclusión.

La explicación parece estar en  una estrategia del “progresismo latinoamericano”, puesta en marcha  desde el interior del Grupo de Puebla destinada a la difícil tarea de limpiar la embarrada imagen del régimen de Nicolás Maduro en el terreno internacional. Al parecer, Cristina y los populistas de siempre comienzan a imponerse.