OPINIÓN

Argenis Martínez

por Oscar Hernández Bernalette Oscar Hernández Bernalette

 

Han pasado varias horas sin saber cómo iniciar esta nota de despedida a mi entrañable amigo Argenis Martínez, quien al igual que Pablo Antillano, Miguel Rodríguez Mendoza, Leonardo Azparren Jiménez, Miro Popic y Nabor Zambrano, era uno de mis cercanos hermanos mayores de la vida, que me adoptaron siendo muy joven y se convirtieron en las columnas principales que me ayudaron a lo largo del tiempo a navegar la travesía con la seguridad de contar con un tesoro secreto: amigos sin condiciones y a toda prueba.

Se fue Argenis y siento el vaivén de la pérdida de un soporte. Su amistad y solidaridad, nuestras complicidades, los recuerdos permanentes de las travesuras de la vida y el permanente humor con que nos tratábamos sin duda me harán falta en este aún continuo camino. Fue Argenis un personaje en toda la extensión de la palabra. Gran periodista, acucioso, con humor negro, estudioso y extraordinario lector. Leía la prensa italiana casi a diario, admiraba el periodismo de investigación y no dejaba ventana abierta para la duda. Cuando algo no estaba claro quería seguir indagando. Escéptico como él solo. Siempre había un por qué de las cosas. Misterioso y silencioso, decía que lo aprendió en su militancia con la izquierda radical. Amaba un libro de espionaje y se explayaba contando las anécdotas de las medias verdades que sabía de cuanto político había conocido mientras ejerció el periodismo. “A los políticos les encanta que los entrevisten, por El Nacional pasaron todos, nos hacían sentir importantes”, me decía.

En los tiempos que vendrán se tendrá que reconocer el trabajo de Argenis en la lucha por la democracia en Venezuela, no se cansó de dar la pauta para que se denunciara cuanta tropelía y desmadre acaparaba la política nacional. Por el periodismo militante sacrificó la literatura, tenía el estilo y la pluma perfecta para haber dejado huella. Sus editoriales en El Nacional de los últimos años fueron unos misiles. Repartió la carga entre varios articulistas, pero los suyos eran poesía y política combinada. Siempre se preguntaba: “¿Por qué  será que siempre creen que los más duros editoriales contra el gobierno fueron escritos por mí?”.

A Argenis lo conocí cuando di mis primeros pasos en el mundo de la prensa escrita, de la mano de Pablo Antillano. Con un numeroso grupo de jóvenes creamos Buen Vivir, una novedosa publicación  sobre cultura y entretenimiento que buscaba con razón ganar un espacio en la capital. Un día apareció en la redacción, en lo que es la sede del Colegio de Periodistas, Argenis estrenándose como nuestro jefe de redacción. A pesar de la diferencia de edad, experiencia y orígenes políticos, con Argenis hicimos empatía y de allí una extraordinaria amistad. Me siguió los  pasos en mi carrera diplomática, me abrió las puertas para que escribiera en El Nacional y  en los últimos años me sumara como apoyo  en los temas internacionales. Era pedagógico y fundamentalmente libertario en su pensamiento. Cuando se reescriba la historia de estos años tan duros será su pluma una de las reconocidas por su empeño en denunciar el cerco a la libertad y a la democracia.

Sus últimos años fueron complicados, una demanda  política, injusta y arbitraria lo mantuvo a raya en los tribunales, sin poder salir del país y separado de su pareja por varios años. Le angustiaba el sendero destructivo por el que se dirigía Venezuela y la pérdida de talento producto de la emigración, lo que calificaba de tragedia. No era extraño encontrarlo en su oficina en las noches, tarde, ya cuando la redacción del periódico estaba vacía, frente a la computadora revisando el editorial, hablando con los compañeros de trabajo sobre sus escritos o correteando en el último momento lo que llevaría la mancheta que esperaba la rotativa.

Su viaje final a Europa fue atropellado, todos los obstáculos se le presentaron, quedarse lejos   en soledad no estaba en sus planes. La vida le jugó una carta injusta. Hubiese querido estar sus últimos tiempos aquí en Los Chorros, entre amistades y familiares, que lo soportaban y querían. En 2019 escribió el prólogo para un libro de mi autoría y premonitoriamente advirtió lo que él mismo tendría que padecer. Decía Argenis: “Tomar la dura decisión de dejar atrás una parte importante de nuestras vidas nunca ha sido una decisión fácil para algún ser humano. Incluso en los momentos más álgidos de nuestra historia, cuando Venezuela luchaba por su independencia, innumerables familias tomaron el camino del exilio… dejar atrás un río de imágenes y recuerdos, de amistades y sentimientos, de amores y compañerismos, surgidos al calor de los estudios y el trabajo, suele ser una aventura poco común porque el objetivo final puede llegar a ser un arcoíris hermoso pero que se deshace ante nuestros ojos en la misma medida que nos aproximamos a esa belleza”.

No tengo dudas de que cuando Argenis se acercó a su arcoíris final pensó en Venezuela, en Maracay, en sus tantas  historias y en las de los amigos. Se nos  fue un gran venezolano y un querido incondicional, que entre sus tormentas y el carrusel de la vida dejó huella, afectos y una amabilidad que recordaremos siempre. Transcribo uno de sus mensajes de gran vigencia, como cierre de esta nota dolorosa por su partida: “Hoy nuestro amor por el país nos coloca ante un dilema doloroso, duro y muy triste, que debemos encarar con valentía y sin sectarismos”.

Buen viaje hermano.