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«Mulier Caesaris non fit suspecta etiam suspicione vacare debet» (CAYO JULIO CÉSAR)*

A principios de este mes de octubre un profesor de la Universidad del País Vasco se vio acorralado por un grupo de estudiantes que le impidieron dar su clase a la vez que le gritaban fascista, homófobo y seguramente también le gritaron machista. El profesor amenazado tuvo que permanecer en el interior de una de las aulas en las que ejerce la docencia con el fin de evitar males mayores («La Universidad del País Vasco envía a la Fiscalía los comentarios ultras del profesor apartado de las aulas». Ander Goyoaga Bilbao, La Vanguardia.-2.10.2024)**.

El profesor que hasta hace unos días impartía clases de Derecho del Trabajo en esta facultad cometió el error de decir lo que pensaba sin pararse a meditar en las posibles consecuencias de expresar su parecer libremente. Y claro, un profesor puede ser muchas cosas. Un docente puede ser bueno en clase, saber explicar, lograr captar la atención de sus alumnos, ganar su respeto, hacer entender su autoridad en la materia, etcétera. Sin embargo, un profesor no debe rebasar ciertos límites o como se dice ahora, no debe cruzar ciertas líneas rojas. El caso es que la situación del «aprendiz» de comunicador, la situación del mago internauta se complica el día que revela en redes sociales su ideología. Los alumnos de la universidad le preparan un escrache, escriben mensajes intimidatorios en la puerta de su despacho y le dejan ver que el consejo de la buena moral ya ha dictado su veredicto: culpable. Lo que vemos en los informativos de televisión es una institución académica tomada por universitarios alterados, dos o tres miembros de seguridad bajando las escaleras hacia la puerta principal y en el círculo de fuego, un profesor, un mal mago. Y para algunos, un payaso.  

La sensación que uno tiene cada vez que ocurre algo así, me refiero al hecho de observar a una persona sola en medio de gente que insulta, mueve los brazos y, si puede, pega y empuja es la sensación de que algunos no han aprendido nada. Qué triste contemplar el falso coraje de una lapidación. Tira la piedra y esconde la mano. 

Instituciones serias como las universidades, los institutos y otros centros educativos tendrán que saber intervenir con eficacia en situaciones tan complicadas como esta. Conviene tener presente que las universidades cuentan con idearios propios. En el artículo de La Vanguardia se cita a Juan Ignacio Pérez Iglesias, consejero de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno vasco, quien acierta al declarar como acto «inaceptable» el acoso al profesor y señalar la posible falta de compatibilidad del tono de los comentarios vertidos por el profesor en redes sociales con el ideario de la universidad pública del País Vasco. 

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Un profesor busca tiempo y espacio para cultivarse a sí mismo porque un profesor es también un lector, un lector empedernido. Yo, que también soy profesor y lector, quise saber qué había molestado tanto a esos estudiantes. Almodovariano yo, quise saber qué había hecho él para merecer esto.  Escribo un comentario debajo de la noticia publicada en la red y recibo la respuesta inmediata de un internauta crítico con los tweets del profesor. La verdad es que al leer los versos del docente universitario me incomodan los improperios dirigidos a las mujeres partidarias del aborto. Personalmente, considero desafortunados determinados mensajes referidos al Parlamento de Cataluña.  Mientras escribo estas líneas para El Nacional veo que la cuenta del profesor en @Twitter/@X ya ha sido suspendida. El profesor ha sido apartado de la Facultad de Derecho de la Universidad del País Vasco.  

Y con todo, los estudiantes no pueden pretender que sus profesores voten al mismo partido político que votan ellos. 

Uno no puede pretender que su preceptor sea ateo o católico como él, pero quizás, un universitario maduro sí puede querer respetar la ideología de quien enseña una asignatura en la universidad sin pedirle el carné del Real Madrid o la Real Sociedad para permitirle desempeñar su trabajo. Quizás, un estudiante con criterio propio, puede valorar el trabajo de ese profesor en el aula y olvidarse de la vida privada del docente. Que cada cual piense como quiera, que nuestro pensamiento nos pertenezca a nosotros y no pertenezca a cualquiera


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«La mujer del César no solo debe ser honrada, sino que también debe parecerlo» (CAYO JULIO CÉSAR)

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«La Universidad del País Vasco envía a la Fiscalía los comentarios ultras del profesor apartado de las aulas». La Vanguardia, 2.10.2024

lavanguardia.com/20241002/profesor/comentarios/redes/

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