Entre los analistas políticos del Medio Oriente coexisten dos puntos de vista sobre el sistema político en Arabia Saudita. Generalmente se muestra al país como un reino sólido y arraigado, donde prevalece la firmeza de las costumbres, con base en un régimen autoritario y con el poder concentrado en la familia real, sin que se sospeche en momento alguno en la posibilidad de una alternativa del gobierno. Por otro lado, en ocasiones se percibe que la Casa Real sufre tal inestabilidad de manera que parece inevitable la caída de los Al-Saúd y el establecimiento de un nuevo régimen. Ejemplo de esto último se vivió en el remoto 1975, tras el asesinato del entonces rey Faisal por su sobrino. Otro capítulo de inestabilidad se vivió tras lo acontecido el 11 de septiembre de 2001, debido a la supuesta vinculación de los terroristas con la Casa Real saudí. El último y más reciente hecho que afectó la credibilidad interna y externamente se registró en 2018 con el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi en la Embajada de Arabia Saudita en Estambul.
Lo cierto es que ninguno de los dos puntos de vista refleja exactamente la realidad del reino actual: no es tan inestable la posición de la Casa Real, ni es cierto que hay ausencia de movimientos de oposición que enfrentan al gobierno queriendo originar cambios en el país.
Arabia Saudita surgió formalmente en 1932, tras la unificación de los reinos de Najd y Hiyaz, como resultado de un proceso de expansión territorial iniciado por Abd al-Aziz ibn Saúd, primer rey e iniciador de la saga Al-Saúd en el Reinado de Arabia Saudita. Simultáneamente a la creación del reino, se ha formado y consolidado la élite primaria, la familia Al-Saúd, identificada plenamente con el Estado de tal manera que es difícil diferenciar una del otro. Esto hace que el recurso Estado esté totalmente controlado por la élite central, es decir, la familia real y su círculo inmediato, y que todos los recursos derivados de él, empezando por el capital, así como la coacción, la información y hasta la ideología, estén igualmente controlados por la élite central. (Eduard Soler i Lecha y Luciano Zaccara, Poder y regímenes en el mundo árabe contemporáneo, Arabia Saudí: familia, religión, ejército y petróleo, 2009).
El régimen saudí se ha caracterizado por practicar un fuerte aislamiento respecto a Occidente en el campo ideológico, cultural y social, en contraposición con unos firmes lazos estratégicos con el exterior, especialmente con el gobierno de Estados Unidos y, en mucha menor medida, con los países europeos. [Nonneman, Gerd (2001), «Saudi-European Relations 1902-2001: A pragmatic quest for relative authonomy«. International Affairs, vol. 77, Nº 3).
Desde la Segunda Guerra Mundial los miembros de la Casa Real, así como los principales hombres de negocios del país, tienen lazos sólidos con Estados Unidos, con importantes intereses económicos a través de inversiones multimillonarias. No obstante, esta vinculación va más allá de las relaciones meramente comerciales, ya que Estados Unidos es visto como el principal garante de la seguridad exterior de Arabia Saudita y como uno de los puntales que ha permitido el mantenimiento del régimen actual.
Como explica Rachel Bronson (Bronson, Rachel, Understanding US-Saudi relations, New York University Press, 2005), suele describirse esa relación como el intercambio de petróleo por seguridad. Aun siendo eso cierto no puede limitarse a ese binomio petróleo-seguridad sino que debe tenerse en cuenta la estructura del sistema internacional en que estas relaciones se inscriben. Otros autores, como Craig Unger (Unger, Craig (2004), House of Bush, House of Saud: The Secret Relationship Between the World’s Two Most Powerful Dynasties, Nueva York. 2004), ahondan en las relaciones entre la familia Bush y los Al-Saúd para explicar la complejidad de las relaciones de dependencia entre ambas «dinastías».
De todos los integrantes de la Liga de Estados Árabes, Arabia Saudita tal vez se identifica como el más representativo de esa cultura, empezando por su nombre de país, que con la República Árabe Siria y la República Árabe de Egipto, forman los tres países que evocan la condición árabe en su identificación. En la Península Arábiga, ocupada en 66% por Arabia Saudita, fue donde se desarrolló esta civilización. En La Meca y Medina se encuentran los espacios más sagrados del islam, religión de 95% de los habitantes de los países árabes. Además de su liderazgo regional económica y políticamente, es un destacado miembro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), de la Organización de la Conferencia Islámica, compartiendo con naciones cercanas y lejanas, y además mantiene excelentes relaciones internacionales, con alianzas militares, económicas y tecnológicas. Sin embargo lamentablemente sus mayores enemistades, y hasta conflictos bélicos, los ha tenido con vecinos islámicos como Irán, Siria, Irak y Yemen, estos tres últimos incluso árabes.
Consecuencias muy interesantes ha dado la intención de modernizar la economía, y lograr cierta independencia del petróleo a futuro. El príncipe heredero Mohamed bin Salmán, en su afán de lograr destacada actuación frente a los países árabes y el resto del mundo en cuanto a desarrollo y progreso, se ha dado la tarea de crear el proyecto “Visión Arabia Saudí 2030”, un plan integral para reformar y diversificar la economía del reino con vistas puestas al mundo pos petrolero. Este, el más ambicioso plan conformado por varios giga-proyectos, pretende hacer de Arabia Saudita el centro financiero, turístico, tecnológico y por ende mundial más importante en toda la tierra. Algunos de estos impresionantes retos son:
NEOM. Una megaciudad tecnológica a orillas del mar Rojo, con 100 km de costa y 26.500 km2 de extensión, casi el tamaño de Bélgica o el estado Monagas en Venezuela. Será también la primera zona franca del mundo que se sitúe en torno a tres países, Arabia Saudita, Jordania y Egipto. Se cultivará comida en el mar, toda la energía necesaria provendrá de fuentes renovables (solar y eólica), albergará industrias de alta tecnología (biotecnología, tecnología informática…) y manufacturas avanzadas (drones, robótica y vehículos autónomos), y prestará servicios digitales de vanguardia en diferentes sectores claves de cualquier Estado moderno (gobierno, educación y finanzas).
Presupuesto: 500.000 millones de dólares. El nombre NEOM se construyó a partir de dos palabras, las tres primeras letras forman el prefijo latino ‘neo’, que significa ‘nuevo’; la cuarta letra es la abreviatura de «Mostaqbal» (en árabe: مستقبل) una palabra árabe que significa «futuro».
KAEC (King Abdullah Economic City). La Ciudad Económica del Rey Abdullah es un megaproyecto urbano de 173 kilómetros cuadrados de extensión que se encuentra en pleno desarrollo sobre la costa este del mar Rojo. A solo 180 kilómetros al norte de La Meca, con un presupuesto estimado en 70.000 millones de euros, el plan maestro incluye una zona industrial de 65 kilómetros cuadrados que ya cuenta con la presencia de 80 empresas líderes de los sectores farmacéutico, alimenticio, logístico, automotriz y de fabricación de productos plásticos y materiales para la construcción.
Qiddiya Entertainment City. Se proyecta para ser un parque de atracciones para el entretenimiento de los ciudadanos saudíes. Su objetivo está dirigido a satisfacer las necesidades culturales, sociales y recreacionales de las generaciones actuales y futuras del país y la región. Ubicada a 40 kilómetros del centro de Riad, se espera que una vez completa sea el mayor lugar de atracciones del mundo, por delante del parque Walt Disney World de Florida.
Se pueden nombrar otros gigaproyectos como: Red Sea Project (Proyecto del mar Rojo); Amaala Resort: (» أمالا «, “Esperanza” en árabe); Murcia Project; KAFD: (King Abdullah Financial District), etc., todos estos proyectos, cuyo costo se estima alcance cientos de miles de millones de dólares, nacieron, como se mencionó, de la voluntad del poderoso príncipe heredero Mohamed bin Salmán, que promueve el amplio plan de reformas económicas llamado «Visión Arabia Saudí 2030» para reducir la dependencia petrolera de su país.
El resultado de estos proyectos será sumamente interesante para los estudiosos de la sociología, la geopolítica, la economía y la tecnología, puesto que existirán y convivirán en ciudades cercanas dos culturas; con actividades, estilos de vida, normas y condiciones muy distintas. Por un lado, las nuevas ciudades ultramodernas que serán ocupadas mayoritariamente por extranjeros, y por otro lado, las tradicionales ciudades donde se cumplen estrictamente las normativas existentes (hasta los momentos), fundamentadas en la ideología religiosa actual.