OPINIÓN

Pobreza y comunismo en Venezuela

por Rafael Rattia Rafael Rattia

Jamás, nunca jamás, Venezuela había caído tan bajo en la escala de los más abyectos índices de espantosa “calidad de vida” como en este asqueroso y vomitivo presente histórico que la “iluminada” autoproclamada vanguardia socialista, “proletaria” y revolucionaria se empeña en llamar con el paradójico nombre de “mar de la felicidad”.

Hace 20 años los sociólogos egresados de las Escuelas de Sociología de las universidades nacionales autónomas, democráticas y populares venezolanas habían creado nociones, conceptos y categorías teóricas-metodológicas para nominar y caracterizar la pobreza en nuestro país, antes de la instauración de la llamada “dictadura del proletariado”, o el llamado “Estado Comunal”, tal los términos de “pobreza crítica”, “pobreza extrema”, “pobreza atroz”, etc.

20 años de continua y sistemática demolición de los fundamentos jurídicos-políticos e institucionales del ya extinto sistema democrático, republicano y alternativo que predominó hasta 1998, la sociedad ha sido conllevada a un régimen de barbarie con rostro humano. Seres humanos con evidentes rasgos de aspecto humanoide hurgando entre los inmensos promontorios de desechos de las ciudades en busca de restos de basura y restos de alimentos descompuestos que llevarse a la boca para no morir de inanición. En Venezuela legiones de lo que antiguamente fueron “ciudadanos” comunes y corrientes, hoy deambulan desorientados por calles, avenidas, pueblos y caseríos de toda la geografía nacional, cuales famélicos espectros de hombres y mujeres roídos por el hambre, las enfermedades, la pobreza, la vileza de ser tan solo una desdibujada cifra de la tragedia humanitaria en que el socialismo ha convertido el otrora país petrolero y saudita de hace apenas un cuarto de siglo.

El hambre inducida y programada por el “estado socialfascista” bolivariano y totalitario ha creado una tipología de seres con obvios rasgos subhumanos. Hombres y mujeres acusadamente anémicos, esperpentos famélicos que a duras pena caminan como zombis sin dirección fija, mendicantes de un mendrugo de pan, un pedazo, una mísera porción de alimento que mitigue los letales efectos de la hambruna impuesta por el “estado termidor bolivariano-chavista”.

Las tristemente célebres bolsas CLAP apenas contentivas de arroz, arvejas, spaghetti, y un litro de aceite es con mucho la punta del iceberg de la cartilla de racionamiento que impone el Partido Socialista Unido de Venezuela en cada rincón de la colonia penal bolivariana, para sostener la tenebrosa tiranía totalitaria del fascismo rojo de raigambre marxista.