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Aquella silla vacía

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El 7 de enero de 1999 el mundo contempló, perplejo y escéptico, el intento de instalar la mesa de negociación entre el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombia (FARC), frustrado debido a la ausencia del líder de esta, Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo, al acto formal previsto a realizarse, con todos los protocolos, en el pueblo de San Vicente del Caguán. La imagen del optimista y decidido presidente de Colombia para aquel entonces, Andrés Pastrana, cariacontecido, con una silla vacía al lado, le dio la vuelta al mundo. No es necesario realizar un recuento del extenso y traumático proceso negociador, con sus innumerables interrupciones y violaciones del alto el fuego, para traer a la memoria su fracaso final, rubricado en febrero de 2002, poco antes de culminar Pastrana su mandato.

El balance de este largo esfuerzo -han coincidido tirios y troyanos- no fue nada favorable para la paz y la estabilidad política colombianas, pues las FARC salió enormemente favorecida al hacerse dueña de un enorme espacio territorial constituido por los 5 municipios que el gobierno de Pastrana entregó, en calidad de zona de distensión, a la organización guerrillera. No solo mejoró notablemente su capacidad logìstica y financiera, gracias a los secuestros sistemáticos, los impuestos que imponía a agricultores, ganaderos y comerciantes, y el control de las actividades del narcotráfico, sino que aprovechó también para experimentar y poner a punto sus mecanismos de dominación polìtica para el momento eventual de la conquista del poder, con sus tribunales de justicia comunal y popular, sus figuras administrativas y sus formas diversas de control social.

Si abandonamos por un momento a nuestro filial vecino y aterrizamos en Venezuela, no estaremos muy alejados de la verdad si aseveramos que el gobierno de Maduro ha seguido, al pie de la letra, el guion de la silla vacía de las FARC: sus actos nos dicen claramente que él no ha utilizado a la negociación como una forma de entendimiento y distensión sino como un mecanismo para mantenerse a toda costa en el poder, teniendo como objetivos exclusivos ganar tiempo, debilitar y dividir tanto a adversarios como a negociadores, y manipular a la opinión pública nacional e internacional. Él, cual alter ego de Tirofijo, ha jugado sucesivamente con las expectativas del país y del mundo en República Dominicana, Oslo y también el Vaticano (a quien involucró en un momento dado como mediador), dejando la silla vacía en los momentos decisivos, al seguir un juego de ajedrez planificado al detalle.

Un análisis detallado del discurso de Maduro y sus principales voceros nos arrojaría, seguramente, que en los términos de la teoría de la acción comunicativa de Habermas, sus actos de habla durante los mencionados procesos fueron básicamente perlocucionarios -esto es, estratégicos, dirigidos a empoderarse- y no ilocucionarios -dirigidos a establecer acuerdos con el mutuo reconocimiento de por medio-.

Pero ya es sabido que se puede engañar a todo el mundo por cierto tiempo, y todo el tiempo a una parte del mundo, pero nunca a todo el mundo todo el tiempo. Esta sencilla ley de la vida atrapó a las FARC, cuando fue acorralada y diezmada por la persecución implacable que les hizo Alvaro Uribe Vélez en su segundo gobierno -con el apoyo de Estados Unidos-. Y ahora parece haber atrapado también a Maduro y su régimen, quienes están entre la espada y la pared después de las acusaciones de narcotráfico y la posterior propuesta de un Consejo de Estado de emergencia hechas por el gobierno de Trump, planteamiento este último que ha tenido un apoyo de actores decisivos del escenario internacional, como el caso de la Unión Europea, quien hasta el momento siempre había guardado distancia con las iniciativas de Tump hacia Venezuela.

La verdad es que no pocos en la oposición desearíamos una resolución civil, pacífica y – sobre todo- sin agentes armados del exterior, de este dramático y penoso período de nuestra historia contemporánea. Pero es pertinente aquí la expresión de Antonio Machado en su Juan de Mairena: solo triunfa quien pone la vela donde sopla el viento, jamás quien pretende que sople el viento donde pone la vela.

@fidelcanelon

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