OPINIÓN

Aquella carta al Niño Jesús

por Carolina Jaimes Branger Carolina Jaimes Branger

Hace un par de días leía en El Pitazo cómo aquella bella tradición infantil venezolana de pedirle regalos al Niño Jesús se ha visto vapuleada por la globalización. Ahora suceden cosas tan extrañas como que hay mamás que les dicen a sus hijos “escríbele a ‘Santa’ lo que quieras que el Niño Jesús te traiga”.

¿“Santa”? Cuando yo era una niña le decíamos “San Nicolás”. Y la verdad es que nunca tuve claro cuál era su papel con los regalos, porque quien los traía, sin lugar a dudas, era el Niño Jesús. Pero la globalización ha impuesto nuevas costumbres, muchas ajenas a nosotros, pero que estamos prestos a hacerlas nuestras. Recuerdo una joven mamá que le decía a su hijita “gorrrdaaa… ¿ya le escribiste la carta a Santaaaa?”, así, arrastrando las consonantes y las vocales… Y después no quieren que se burlen.

En fin, este no es el tema de mi artículo. Es un preámbulo para pedir que no dejemos perder la tradición de que nuestros niños les pidan sus regalos al Niño Jesús. Y otra sugerencia: que entre esa catajarria de regalos, que pidan también para regalarles a los niños cuyos padres no se los pueden comprar. Que desde niños aprendan que hay mayor alegría dando que recibiendo (al menos eso siento yo).

Vuelvo al tema de la carta al Niño Jesús. La carta que más me ha impresionado fue una que me trajo la mamá de unos alumnos míos. La había escrito su sobrinita de siete años. Su hermana, la madre de la niña, desolada, se la había entregado a ella para que la ayudara a decidir qué hacía. Decía algo así:

 “Querido Niño Jesús,

No quiero que me traigas regalos porque tengo muchas cosas. Pero… ¿será que tú puedes lograr que mi papá no le pegue más a mi mamá?”.

Yo sentí un escalofrío que me recorrió el cuerpo. “¿Qué crees que debemos hacer?”, me preguntó la desolada tía… “Yo creía que los niños no sabían esto”. ¡Dios santísimo! ¡En Maracay todo ese grupo sabía que el cobarde ese majaba a palos literalmente a esa mujer! Más de una vez llegaba al club con morados alrededor de los ojos. Siempre era una caída, un tropezón, un golpe con algún gabinete. Ella misma alegaba una torpeza que no tenía para excusar al sádico de su marido.

Yo tomé un papel y escribí:

 “Querido Niño Jesús,

No quiero que me traigas regalos porque tengo muchas cosas. Pero… ¿será que tú puedes lograr que Fulana acopie las fuerzas que necesita para dejar a Fulano? Ella parece no darse cuenta de que NO es la única maltratada o la única que sufre en su casa”.

Le di la carta a la hermana y le pedí que se la enseñara. “¿Crees que la entienda?”. Me tragué las palabras para no responderle que, si no la entendía, era porque le gustaba que le pegaran y que eso era una patología, pero me reservé el sarcasmo.

No sé cuál de las dos cartas surtió efecto, pero aquella mañana de Navidad, la mujer maltratada acompañada de sus dos pequeños, estacionaba la camioneta frente a la casa de sus padres. Venía cargada de maletas. Una vez más, con morados por el rostro y los brazos, pero con una radiante sonrisa de haber tomado una decisión que la hizo libre.

Así que mi carta al Niño Jesús de este año es para pedirle que a todas las mujeres que sufren de maltratos, les traiga el coraje para abandonar a su maltratador. Feliz Navidad para todas.

@cjaimesb