Impresiona cuánto inciden los detalles biográficos en la historia política universal. Vale aplicarlo ante el reciente subversivo Quitocazo cotejando en superficie las vidas de dos Lenín.
Aquel Vladimir Ilich Ilianov (1870-1924) hijo de pequeños terratenientes adoptó ese seudónimo indicando el deseo de prolongar su trayectoria ideológica por una extensión tan larga como la del río Lena. En solo 35 años de continuos estudios y actividad organizativa proyectó su resentimiento, herida familiar que nunca cicatrizó (una patología que en Venezuela se llama síndrome Rodríguez-Gómez y lo antecede el trauma familiar con clave en la leyenda del guerrillero Maisanta, “el sin madre ni patria”, la abuela paterna que crió a “Huguito” en medio del clan Chávez-Frías). El hermano mayor de Lenín fue un terrorista que complotó contra el zarismo y fue ejecutado. Así llegó el rencoroso líder a fundacional dirigente del Partido Comunista, uno de los más influyentes en el devenir mundial del siglo pasado hasta hoy. La intensidad de su intelecto marcó sin tregua una singular actuación temperamental de abogado y principal dirigente marxista en la Revolución bolchevique de octubre, 1917. Y lo hizo mediante su conducta de agitador rígido, extremista, intolerante, de acelerado dogmatismo hasta culminar en un mesianismo sin autocontrol crecido por continuos adoradores. Esquema que repiten regímenes calcados en ese agresivo modelo autoritario de élites rusas, burocracia revolucionaria llamada “nomenklatura”, lo mismo en Cuba (Fidel, Che), Argentina (Perón), Venezuela (el comandante eterno), México, Nicaragua, Corea del Norte y China (dispuesta a “aplastar a cada disidente en Hong Kong). Son los machos que tapan ausencias y vacíos suyos y ajenos. Es así, aunque luzca “psicoanálisis para librito cursi de y para telenovelas”. Es que los “guerrilleros del teclado” no tenemos remedio.
El actual presidente ecuatoriano Lenín Boltaire Moreno Garcés (n. 1953) quizá lleva esos dos nombres de pila un tanto contradictorios si el segundo es un homenaje a Voltaire, filósofo del humanismo racionalista. Combinación reveladora por ser hijo de humildes, pero cultivados maestros de escuela. Su existencia común y corriente fue la de un titulado en Administración con cargos públicos diferentes hasta integrarse al partido izquierdista Alianza País.
Su conducta cambió radicalmente luego de un asalto delincuencial hace 21 años. Baleado a quemarropa sobrevive como un dínamo en silla de ruedas. El episodio lo proyectó hacia un ejercicio proactivo en beneficio de todo discapacitado, estatus que abarca desde los daños físicos parciales hasta cualquier carencia de un básico derecho humano si el marginado pertenece a grupos tradicionalmente desclasados por su origen étnico y/o estrato social.
Su condición psicológica de carácter calmado, racional, inclusivo y tolerante determinó en gran medida el logro de una tregua concertada en los trágicos hechos del Quitocazo. Porque las fuerzas armadas y policiales de su país, al margen de ancestrales malas mañas, convicciones individuales o en parte ya sometidas a los adoctrinamientos golpistas del salvaje castrochavismo infiltrado (tal como sucedió en el venezolano Caracazo, confesión del mismo Hugo Chávez) convirtió la protesta pacífica ecuatoriana de un 7% indigenista en caos, vandalismo y sedición. En cambio, el madurismo venecubano reprime, esclaviza tribus pemones en el Arco Minero y las masacra en las fronteras con Brasil.
El Ecuador uniformado respondió al liderazgo constitucional con sumo respeto y procedimientos cautelosos. Ante barricadas y hogueras comprendió la diferencia entre el sanguinario bochinche populista del correísmo y la firmeza prudente de un estadista, alguien que equilibra propósito claro, decisiones duras pero necesarias, flexibilidad frente a lo imprevisto sin ceder un ápice a los principios personales y leyes vigentes.
Es difícil que esta solución o parecida se repita en países donde el narcomilitarismo totalitario y populista ya se incrustó por ausencia de firme “estadismo” y por la presencia fija del “como sea” inmediatismo electoralista. Hoy día la democracia verdadera suma deberes y derechos de las minorías y no el simple porcentaje de la mitad más uno, tan apto para trampas de subversivos con su criminal maquinaria por igual tecnológica y callejera.
Quizá todavía hay tiempo para que Venezuela y su vecindario hemisférico se mire a fondo en ese espejo ensangrentado y siga el ejemplo de quienes mediante estricta votación manual eligieron y sostienen a Lenín el bueno.