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Apure: la gran tribulación de la FANB

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Apure: denuncian nuevos bombardeos en el estado Apure

El enfrentamiento militar que se desarrolla en la pequeña población de La  Victoria, estado Apure, entre las FARC y la fuerza armada venezolana, ha erosionado sentimientos de diversa índole a lo interno de los componentes militares, así como de la población en general. Estas confrontaciones han dejado más de una decena de militares muertos y otros tantos heridos, presumiéndose la existencia de muchas bajas, que el Alto Mando oculta a la opinión publica nacional e internacional. Las denuncias de la presencia de los grupos guerrilleros de las FARC-ELN-FBL, han sido consuetudinarias a lo largo de varios años, siendo el estado llanero un paraíso para cultivar la hegemonía de la guerrilla y sus operaciones ilegales de contrabando y narcotráfico en plena complicidad con el régimen de Hugo Chávez en principio  y luego profundizadas en escala mayor por Nicolás Maduro, aportando hoy como víctimas a los soldados y a la población civil severamente castigada, finalmente  todos maltrechos por teorías recalentadas y guerras que no nos pertenecen.

La carga de sentimientos en el país hacia la institución militar se divide en dos vertientes:

La primera: que castiga a la institución por su desempeño violento contra la población civil, por su débil capacidad operacional, pero sobre todo por los argumentos para no reaccionar ante la compleja situación humanitaria del país, para no restablecer el hilo democrático y la libertad hoy desdeñada por la tiranía cruel que somete a la población a horrores impensables, a la violación sistemática de sus derechos humanos.

La segunda: es la que aguarda por una reacción ética, moral y profundamente nacionalista de parte de la fuerza armada, que ha mostrado destellos importantes de compromiso, en oficiales que hoy ofrendan su vida en las mazmorras del aparato represivo, teniendo como referentes más notables los casos de los generales Raúl Isaías Baduel y Miguel Rodríguez Torres, que teniendo incluso argumentos en contra, nadie en lo absoluto puede  despojarlos de su condición  militar, y de los gestos democráticos por los cuales hoy están ilegítimamente privados de libertad. Esa pasión febril por cambiar lo que está mal es mayoría en los cuarteles y se ha extendido como agua que emerge de una quebrada  penetrando hasta la última roca.

Toda una vida de preguntas pudiéramos hacernos con relación al tema militar, al quebranto, a las penas, al dolor, a las indecisiones y sus costos históricos para el país, las respuestas nos llevarían a recorrer una circunferencia aterrizando siempre en un punto crítico de desesperanza y negatividad, impulsando a rechazar nuestra fuerza armada como institución necesaria para alcanzar la estabilidad del país, con razones muchas veces ciertas pero nunca absolutas.  Vale la pena ir al pensamiento del ilustre Nobel de Literatura colombiano, Gabriel García Márquez, fuente inagotable de consulta, quien en 1996, en la inauguración de la cátedra colombiana impulsada por la fuerza armada, expresara un discurso titulado una naturaleza distinta, cuyo fragmento debemos internalizar:

“Los hijos de los militares son militares, viven en sus barrios propios, se reúnen en sus casinos y en sus clubes, y sus mundos transcurren de puertas para dentro. No era fácil encontrarlos en los cafés, raras veces en el cine, y tenían un halo misterioso que permitía reconocerlos aunque estuvieran de civil. El mismo carácter de su oficio los ha vuelto nómades, y esto les ha dado la oportunidad de conocer al país hasta en sus últimos rincones, por dentro y por fuera, como ningún otro compatriota.

La caracterización que hace García Márquez del Ejército colombiano nos permite contrastarlo con el nuestro. A diferencia de otros países de América Latina, los cuarteles venezolanos están llenos de jóvenes de las barriadas, de los caseríos, de las calles del pueblo; en Venezuela, blancos y negros, ricos y pobres han llegado a ser generales, y aunque la naturaleza militar posee sus propios códigos, su raigambre social único y misterioso les permite estar conectados y comprender en esencia el espíritu de la población, esa conexión es la que auspicia la ruptura definitiva del orden actual para iniciar la creación de uno nuevo y diferente.

Se hace recurrentemente necesario volver a Apure, en la construcción de las verdades insoslayables. Las pérdidas que hoy sufre el Ejército son golpetazos en la conciencia, la gran tribulación, los efectos morales de devastación y tormentos, sacuden la moral y abren las alamedas de la esperanza, al punto que simbolizan el talón de Aquiles del régimen, al convertirse esta sensación apocalíptica en un efecto boomerang  que se cierne sobre ellos anunciando sucesos de proporciones míticas contra la dictadura.

Toda vez que se revuelven las emociones con los hechos sangrientos en contra de la fuerza armada, algunas deben aflorar de forma consciente e imponerse sobre todas las demás. Existe una obra que posibilita el estudio de estas emociones que hoy se encuentran intrínsecas en la conciencia de los militares venezolanos, se trata de Los cuatro gigantes del alma, obra del psiquiatra cubano/español Emilio Mira y López. Él detalla cuatro emociones que requieren estudio y que están conectadas por diversos aspectos: neurológicos y psíquicos, heredados o adquiridos, estables o mudables, colectivos o individuales. La fuerza  que brota de estas cuatro emociones es capaz de conmocionar al hombre y de hacerle resistir la furia de cualquiera de ellas e incluso, de todas juntas. Por lo tanto, no es exagerado aplicar el uso de «gigante» para designar estas cuatro fuerzas que orientan, propulsan y a la vez limitan el universo mental, individual y específico del hombre, en este caso del hombre militar venezolano, con montañas de dificultades por sortear.

Estos gigantes que luchan en el interior de los soldados militares venezolanos son: el miedo, la ira, el amor y el deber. Este último considero es el que mayor resonancia tiene en los cuarteles y en la conciencia de los soldados de nuestro país, de acuerdo con el autor, el deber.

“Henos aquí enfrentados ante la gran incógnita del hombre: ¿por qué él entre todos los animales, es el único capaz de contrariar sus impulsos vitales, proceder opuestamente a sus ganas inmediatas y sentir esa indefinible vivencia del arrepentimiento cuando procede desobedeciendo las severas consignas de su deber? ¿De dónde surge y quién es tal nuevo personaje que a pesar de su invisibilidad y sutilidad, posee una energía suficiente para luchar y vencer a los tres gigantes anteriores?”.

El gigante del deber está acompañado de la libertad y la justicia, de la democracia, del bien común, y jamás del horror y la tiranía, lentamente las aguas siembre vuelven al cauce y allí habrán de permanecer.

Visto así y confiando en el desarrollo constante de eventos que se conectan, podremos asumir que  pronto seremos  vislumbrados  por un amanecer  apoteósico donde la magia de los venezolanos dé cuenta del resurgir del país, con una conciencia definitiva de quiénes somos y para qué servimos, con vitalidad inagotable en la construcción abandonando para siempre el camino de la destrucción. Todo el proceso de tribulación ha de servir para conjugar las emociones y derrotar el mal de forma definitiva y así iniciar el nuevo rumbo, demostrando que hemos aprendido a vivir con una fe indestructible, que se ha hecho más fructífera cada vez que la adversidad se torna superior. Viviremos a fondo nuestro  milagro, eso nos tiene que conmover en la relación armoniosa con la tierra donde hemos nacido y de ahí el deber y el compromiso de darle plena libertad.

Por ello no debe sorprender que estos tiempos de desastres históricos den paso a la buena salud del país con una conciencia nueva, donde se  revalúe la sabiduría popular y conjuntamente con todas las fuerzas de la sociedad civil, y de la fuerza armada posiblemente, en su búsqueda de reencontrarse con su conciencia social, su deber y razón de ser, sentencien el fin del Infierno de Dante que significa esta tiranía.

 

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