OPINIÓN

Aproximación a una biografía 

por Julio César Arreaza Julio César Arreaza

Como un homenaje a una existencia consagrada a Dios y al prójimo saldrá publicado el libro Aproximación a una biografía sobre la vida del cardenal Jorge Liberato Urosa Savino, cuando se cumple un año de su partida. Fue escrito con estilo elegante, sobrio y directo, por la pluma del presbítero Ramón Vinke -entrañable discípulo y amigo del biografiado-, un historiador con oficio que investiga desde las fuentes. Con el rigor propio de su formación en la escuela alemana, documenta su escritura y paralelamente desarrolla, de primera mano, historia contemporánea, que es un aporte en sí mismo. Se trata de la primera biografía sobre el caraqueñísimo monseñor nacido el 28 de agosto de 1942 y bautizado el 25 de diciembre del mismo año, en la Iglesia Parroquial de Santa Rosalía.

Su mamá Ligia, secundada por su padre, le transmitió el sentido más profundo de la práctica religiosa, las primeras oraciones, sus primeros gestos de devoción. Allí está la semilla de la fe en los primeros y valiosos momentos.

Alumno de los hermanos de La Salle de Tienda Honda, este colegio le reafirmó el don maravilloso de la fe. Completó su educación con los padres eudistas en el Seminario Interdiocesano de Caracas, y con los jesuitas en Roma. Se trasladaba a  la Universidad Gregoriana en su Vespa y le daba la cola a su compañero Ubaldo Santana, hoy arzobispo emérito de Maracaibo.

Monseñor Luis Eduardo Henríquez Jiménez fue su mentor y a la postre desarrollaron una carrera eclesiástica coincidente: catedrático de Teología, obispo auxiliar de Caracas y arzobispo de la Arquidiócesis de Valencia. Aún se recuerda cómo se le iluminó el rostro a monseñor Henríquez Jiménez al momento de la entrega del báculo a su querido discípulo y sucesor.

Monseñor Urosa fue un sacerdote de mentalidad abierta, siempre alegre y jovial, tocaba el cuatro y se ponía a cantar con su gran voz, y a entonar cantos populares con los seminaristas que estaba formando.

Por su dedicación y formación intelectual se hizo tempranamente buena fama de orador sagrado y era muy requerido. Lo distinguimos de la falsa ilustración que muy lamentablemente, a contrapelo del deber ser, vierte sombras al mundo de hoy.

El cardenal Urosa utilizó los dones que recibió del Señor, no para deslumbrar con el ejercicio vanidoso de sus altos cargos eclesiásticos, sino que generó luz sin hacerse notar. Hablaba de Dios a los hombres de su tiempo en un modo que hacía más comprensible el anuncio del Evangelio. Se gastó y desgastó por sus almas.

“Mi gracia te basta, pues mi fuerza se manifiesta en la debilidad”, lleno de entusiasmo y espíritu de obediencia asume la misión difícil- en un tiempo oscuro del país, sin democracia- del Arzobispado de Caracas. En su duro trajinar desbordó alegría cuando entronizó a la Virgen de Coromoto como Patrona de Caracas y autorizó el singular recorrido del Nazareno de San Pablo, por las calles de la capital. Su formación lasallista y su amor a la Virgen lo afianzaron en virtudes sencillas y cercanas a los más necesitados, como lo demuestra su larga y fructífera labor social y de evangelización en el barrio Casa de Tabla de Petare.

Fue el segundo Arzobispo de Caracas nacido en Caracas. Creado Cardenal a los 63 años por Benedicto XVI, lo acompaño su querida madre Ligia en tan singular ocasión.

Valientemente enfrentó la manipulación de la religión con fines políticos e ideológicos, porque constituye una ofensa a los sentimientos religiosos de la mayoría del pueblo venezolano  e introduce un grave elemento de perturbación y división en un país urgido de tolerancia, de respeto mutuo y de reconciliación. Pasando por encima de la Constitución se impone el camino de una sociedad marxista que copa todos los espacios, es totalitario y conduce a una dictadura, ni siquiera del proletariado, sino de la cúpula que manda.

Enarboló junto con su mentor, monseñor Ovidio Pérez Morales, que el Episcopado es uno solo y lo sirvió, siempre, respetando el espíritu de colegialidad.

Exigente por talante, porque la perfección fue la meta buscada, lo hizo ser austero consigo mismo antes que con los demás. Recurrentemente pidió la liberación de los presos políticos que sufren prisión injusta.

¡Libertad para Javier Tarazona y Emilio Negrín! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!