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Aprendió a leer la mentira

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Al embestir el Acuerdo de Barbados, se le salió la naturaleza al ecosistema criminal.

Luego de la apoteosis de las primarias del 22 de octubre, el régimen, desencajado y enfurruñado, no pudo ocultar la sorpresa recibida por el desborde espontáneo de la soberanía popular. Se puso en evidencia la pérdida irreversible de su base social, que ahora no supera un dígito.

La gente se ha empoderado, lo cual no significa un giro a la derecha ni a la izquierda, sino un ir de frente con quien está convencida de la necesidad de reunir a la familia venezolana y superar el atolladero de la miseria con la recuperación de la libertad y la democracia.

La gente, derivado de la formación en ascenso de la conciencia social, se dispuso asumir su talante ciudadano y aprendió a leer la mentira. Así la vimos movilizarse por su propia cuenta en las primarias.

La elección del 3 de diciembre es una derrota del usurpador y para nada de nuestra defensa histórica del Esequibo. La gente se reveló contra el marcaje totalitario y decidió condenarlos, con firmeza, por la pérdida de su dignidad y proyecto de vida. Está harta de que se le metan los jefes de calle a su casa, para obligarlos a votar y esta vez le respondieron: yo no voy a votar y qué.

El 22 de octubre se organizó y salió a votar. El 3 de diciembre se quedó en su casa y supo leer la mentira de los 10 millones de votos que se arrogó el régimen, que ya no logra empatizar con los sectores populares. Expresó: ellos saben y sabemos nosotros que los resultados son fraudulentos.

La gente está afectada por el tema económico, la educación de sus hijos y la fragmentación de la familia. Esto la llevó a plantarle divorcio al régimen generador del caos existencial, que terminará llevándoselo en sus fauces.

El clamor es general por el caso abusivo y contrario a la ley en contra de Roberto Abdul; todos concuerdan en que se le castiga por haber colaborado con la libre expresión de la soberanía popular. Cuenta con la solidaridad del país.

Venezuela gime y se rebela para que la modernidad líquida no se lleve por delante los pilares de la nación. Está dispuesta a reinventar el país.

La fórmula es apuntalar un compromiso desde la comunidad y saber combinar ciudadanía con buen gobierno.

La familia resiente los puestos vacíos en la mesa navideña y otro fin de año con presos políticos. Acoge en sus entrañas el grito agónico del profesor Javier Tarazona de que no lo dejen morir lentamente en una prisión injusta.

Hasta el final hay que llegar para evitar que nuestros “carricitos” continúen condenados al hambre y a la ignorancia.

Nos rebelamos contra el yugo de la opresión y la mentira. Queremos el yugo del orden democrático y de la ley; el yugo de la sabiduría y del esfuerzo propio para nuestra superación personal y colectiva.

¡Libertad para Javier Tarazona, Emilio Negrín, John Álvarez y Roberto Abdul! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!

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