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Aprender de los otros

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Un rasgo positivo del carácter venezolano es la curiosidad por lo que pasa más allá de la propia frontera. Impelidos como nunca antes a ese contacto con otros países, otras visiones, culturas, economías, estamos seguramente haciendo de necesidad virtud y potenciando nuestra capacidad de sorprendernos, pero sobre todo de aprender, de comprobar que hay formas diferentes de vivir y de hacer, que el mundo ha seguido avanzando mientras dentro, en Venezuela, el retroceso marca el presente.

La necesidad o la positiva actitud de ver hacia el mundo ha ampliado nuestra visión, la ha enriquecido. Hubo un tiempo en el que Venezuela podía mostrarse como una ventana a la modernidad. Hoy tenemos que buscarla fuera, lejos o en el propio vecindario, en países con tradición de crecimiento y en otros, más cercanos a nosotros, República Dominicana por ejemplo, que se han decidido por un camino de realismo, de seriedad, de racionalidad, y que vienen sumándose al grupo de los ganadores.

El doloroso fenómeno de la diáspora o la urgencia de abrirse hacia una perspectiva internacional se han convertido en la oportunidad de aprender, de comparar, de constatar que los cambios ocurren y que alguien los genera, que no avanzar es condenarse al fracaso y al olvido. La postura positiva, la del optimismo creador, no solo ayuda a superar los momentos de oscuridad sino a develar las claves del progreso, a mostrar la viabilidad de sistemas fundados en la libertad y orientados a generar crecimiento y bienestar.

La experiencia de mirar hacia el mundo y de tratar de entenderlo nos enfrenta a nuevas realidades y nuevos problemas, pero también nos da acceso a nuevas claves. A los grandes temas de libertad e igualdad se suman o crecen en perspectiva los de poder y representatividad, inclusión y derechos. La sostenibilidad ha pasado de retórica a preocupación con contenido. La meta del desarrollo sostenible ha superado la de satisfacer las necesidades del presente para asumir el compromiso con las futuras generaciones y garantizar el equilibrio entre crecimiento económico, cuidado del medio ambiente y bienestar social. La dimensión global de la sostenibilidad ha dejado de ser tema de ambientalistas para convertirse en preocupación de todos y para impulsar políticas obligantes, bien pensadas, ambiciosas pero posibles, urgentes más que simplemente necesarias.

El contacto en países vecinos, tanto en el sector público como en el privado, con profesionales con formación, estructura, disciplina de trabajo y capacidad de respuesta a los problemas nos habla, por ejemplo, del acierto de atender la educación como prioridad indiscutible y de afirmar el valor de un país sobre la capacidad de su gente. Nunca será excesivo insistir en este tema. Nos habla también de la necesidad de seguir el paso a los avances tecnológicos y de atender tanto las oportunidades que se abren en todos los campos como las exigencias que impone, todo ello para evitar el rezago y el olvido. Sin esa atención no es posible ocuparse con eficacia de temas como el empleo, el bienestar social, la seguridad, la competitividad de los mercados, el acceso a la información.

Quienes están en mejores condiciones para dar respuesta a las expectativas y aspiraciones de las personas son aquellos que han asumido el discurso del realismo, de los derechos ciudadanos, pero simultáneamente de sus obligaciones. Funcionan en esquemas en los que cuenta la formulación de políticas acertadas junto con la acción irrenunciable de la iniciativa privada y un clima de confianza que aliente el diálogo y la cooperación. Responden a una visión pragmática de la planificación, del buen hacer, de la efectividad.

La internacionalización tiene su precio, pero también enormes recompensas, en posibilidad, en oportunidades, en aprendizaje. Nos corresponde mirarnos en el espejo de los demás, de los que están mejor, no necesariamente de los que siempre estuvieron en primera línea, los grandes, sino también ahora los pequeños, los que se han decidido por el camino del crecimiento sistemático. Hay mucho que aprender. Mirar atentamente lo que pasa en el mundo es una forma de hacerlo.

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