Si Buda es un maestro reconocido por su método para vivir, yo confieso que hoy y durante largo tiempo lo he acompañado con Antonio Escohotado, cuyas ideas me inspiran desde que tuve la maravillosa oportunidad de oír y leerlo. Él con su humildad característica se confiesa como un psiconauta, nadador en el psiquismo humano, animado por tres principios: seguir conociendo, poder preguntarse cosas al infinito y seguir queriendo. Un provocador del pensamiento que no puede encerrarse en el calificativo de intelectual porque más que eso es un retador.
Aprendimos con él la letalidad de la ignorancia, el mal del siglo, que, siendo insuperable para mortales comunes como yo, si no la combatimos podría conducirnos a un dogmatismo cerrado como antesala del infierno. Hay que aceptar consejos, aprender, aun viniendo desde lo más recóndito. Recuerdo muy bien una tarde en medio de un agreste paisaje rural, en el sur del estado Cojedes donde un campesino iletrado me explicó poéticamente cual era el ritmo de las aguas, como aparecían los primeros bichitos después de la sequía y cómo había que hacer para apurar el florecimiento de algunas plantas de esas que nos alimentan. Ningún científico hubiese podido hacer un relato mas perfecto. Es el afán de conocer y entender que muchas veces el conocimiento está en lugares inhóspitos o encerrado en mundos que quizás no apreciamos. Por ello asumo plenamente el principio de Escohotado, abrirnos a aprender, recibir consejos prácticos, morales, espirituales. Al preguntarle qué es lo más apreciado en el ser humano, declara enfático: la capacidad de aprender, desentrañar, desatar nudos, comprender la raíz de lo que parece evidente y no lo es. Por ello, ahora ausculto todos los misterios, oigo todos los consejos que tengan a bien “regalarme” es el aprender de Escohotado que considera la posibilidad esencial del ser humano y como todo ente viviente, aprender, rastrear la verdad. Perseguir la irradiación de una idea constituye nuestro mayor tesoro. Siempre cita a Sócrates: Sólo sé que no sé nada.
Cuando lo abordan con preguntas sobre lo que más le conmueve, de nuevo presenta una triada: primero, la desoladora falta de esperanzas que prevalece hoy, ver el mundo habitado por entes que presumimos no harán ningún esfuerzo para crecer o cambiarse. Una segunda alusión es a la falta de entusiasmo, para don Antonio vivir es estar entusiasmado por lo que en cada hora o instante descubrimos en los otros, en el mundo, en nosotros mismos, preguntarle al corazón, dice él. Saber aquello que puede llenarnos de entusiasmo por ser nuevo y distinto.
La tercera mención es algo muy inquietante, ser capaz de estar en un sano desacuerdo con lo que pasa. Es probable que lo que pasa sea solo aparente y sumergirse en ello puede descubrir lo más importante, lo que hace que pase lo que pase.
La última obra de Escohotado “Los enemigos del comercio” nos abre miles de posibilidades para comprender lo que sucede en algunas partes del mundo y poder entender que pretenden los que permanecen en el poder que siguen insistiendo en acabar con la propiedad, destruir medios de comunicación, radios, periódicos, cerrar empresas, atornillarse en el poder, aniquilar física y moralmente a sus opositores. Una pequeña banda de seres sólo respaldados por la fuerza, sin importarles que la población mayoritariamente los rechace. Utilizando sus conceptos podemos entender la intención de estos grupos en convertirnos en una sociedad cerrada, armada, sin interés alguno en aprender, producir, ser competitivos y creativos.
Según Escohotado no son más que usurpadores que Intentan imponer un mundo incapaz de romper la dinámica del amo y el esclavo, donde las diferencias afloran como un rasgo cultural negativo. Sociedades concentradas, sometidas, aunque, vaticina, en fuerte proceso de desaparición por el peso del desarrollo del comercio y del conocimiento, nuevos generadores de una poderosa clase media portadora de equilibrios entre los extremos. Una condición que posibilita a los pueblos escoger sus gobiernos por decisiones libres, quien decide es la población que ha alcanzado niveles de desarrollo y crecimiento económico con criterios distintos a los que prevalecerían si fuese una confrontación entre extremos rígidos e irreconciliables.
No hay democracia que no tenga el carácter básico de sociedad comercial, es decir que dependa de sus esfuerzos, de las capacidades, de la posibilidad de aprender y ser creativa. Estas ideas nos llevan a mirar ciertas intentonas como un obstáculo, acantonados en el ejercicio de la fuerza, que nos impide ser libres, productivos, dueños de nuestro propio destino, Su propuesta es un proyecto de vida gris, limitado, que no vaya más allá de acatar obligaciones involuntarias basadas en la subordinación ideológica, en el servicio forzado y en un falaz nacionalismo extremo.
Escohotado nos conmueve al mostrarnos como el mundo dominado por las armas está en plena decadencia, entender la inutilidad de miles de seres resguardando puestos de votación y luego enterarse de unos extraños resultados que chocan abiertamente con lo que guardan en el corazón los ciudadanos y con lo que expresaron en las mesas de votación. El pueblo, todos sus sectores, pobres y menos pobres, acudieron voluntariamente al puesto electoral dejando atrás el temor a la pérdida de los menguados beneficios de una bolsa de comida o perder el puesto de trabajo y hasta la libertad.
Aunque se retengan las decisiones autoritariamente, el rechazo es insuperable al igual que todo intento de cercenar la voluntad e imponerse sin razón, solo respaldados por la fuerza y el escasísimo apoyo de dictaduras totalitarias de igual calibre.
En este transcurrir con las ideas de Escohotado también hemos aprendido que el mundo o la economía socialista que dogmáticamente busca concentrar el poder en los trabajadores no funciona porque irremisiblemente conduce a la miseria. Lo hemos vivido, cientos de empresas en Venezuela fueron entregadas a trabajadores, todas han fracasado estrepitosamente, arruinadas por que la ausencia de rentabilidad y productividad las hace caer en picada. En ellas no priva el interés superior del empresario cuya suerte está ligada a la posibilidad de generar algún bien o servicio apreciado por la sociedad, valorado en el mercado como un producto o servicio que responde a un interés o necesidad del adquiriente. Como bien expresa Escohotado, el empresario trabaja doble, para satisfacer la demanda del mercado y para obtener un beneficio particular que en la sociedad moderna implica compartir con los que aportan trabajo ya sea intelectual o físico. Basta de satanizar al emprendedor, empresario si su tarea es insustituible.
Entender la visión de Escohotado nos llena de optimismo, la democracia esta unida al respeto a la propiedad, al esfuerzo individual, a las capacidades de las personas. Sus recuentos históricos nos llevan a entender el conflicto entre Esparta y Atenas, entre la imposición del rigor militar espartano, la negación del carácter industrial creativo en contraste con la valorización de la capacidad de aprender que privaba en el mundo ateniense, donde el trabajador lo hace para si mismo, para ganar un salario, lo cual llevó a Atenas a elegir sus gobernantes, ser capaz de comerciar vino, aceites, cerámicas, deleitar y nutrir al mundo con sus filósofos y poetas.
Así se recuerda y se vive la obra de Escohotado en el mundo: Los enemigos del comercio, donde Escohotado escarba e impugna las raíces ideológicas de quienes a lo largo de la historia han construido la perversa narrativa de que la propiedad privada se origina a través del robo y de que semejante expolio se perpetúa y se agranda a través del comercio”