La izquierda europea, con la honrosa excepción de los socialistas portugueses, se negó el jueves a apoyar la impecable resolución del Parlamento Europeo de condena de la dictadura de Maduro y de reconocimiento de Edmundo González como presidente legítimo de Venezuela. Y con el liderazgo de la izquierda española, especialmente activa en el apoyo a la continuación en el poder y en la represión del dictador Maduro. Pero a la izquierda no le basta con sostener una dictadura, sino que a ello suma la estrategia habitual de demonizar a la derecha sacando a pasear una vez más el adjetivo «ultra».
Conviene leerse los titulares de los medios de izquierdas para ver hasta dónde llega esta máquina de fango ideológica en la que se han convertido. El principal diario socialista, El País, tituló el propio jueves que «La Eurocámara reconoce a Edmundo González presidente legítimo de Venezuela con los votos del PP y los ultras». A lo que añadía que «socialdemócratas, liberales, verdes y la izquierda rechazan una resolución que rompe el cordón sanitario a la extrema derecha». En otras palabras, que esta resolución es cosa de ultras, mensaje no subliminal, sino directo y claro a los lectores.
Esto no es nuevo. La izquierda lo lleva haciendo desde el siglo XX con su apoyo a las dictaduras comunistas. Pero hay dos transformaciones significativas. De un lado, la radicalización del socialismo en una buena parte de Europa, en España, cada día más cercano a la extrema izquierda, o en Francia, metido en coaliciones electorales lideradas por la Francia Insumisa. Lo que explica que los socialistas hayan sido absorbidos hasta por el chavismo y queden cada vez menos matices entre ellos y los comunistas. Pero hay una segunda transformación que tiene descolocada a la izquierda, y es la llamada batalla cultural que está cambiando el debate intelectual.
Lo de apoyar a un dictador y llamar ultra a los demócratas que lo condenan ya no cuela con la facilidad de hace unos años. Y se debe a esa batalla cultural que los intelectuales de la izquierda no quieren que haga la derecha. Usted ocúpese de la gestión y de la economía, que ya le diremos nosotros lo que es una democracia o un ultra; o lo que es un golpe de Estado, o lo que significa feminismo, o libertad de prensa, o progreso. No pretenda usted participar en la creación de ideas y en la definición de las palabras, que eso es cosa de la izquierda.
Pero ya no funciona como antes. Ahora te dicen que eres un ultra por exigir el reconocimiento del ganador de las elecciones en Venezuela, y te rebelas. Y no solo en el debate intelectual, sino sobre todo en el activismo social, muy en especial en las redes sociales. De ahí la creciente crítica de la izquierda a las redes, y de ahí también la radicalización de sus discursos, con esa obsesiva utilización de la palabra ultra contra todos los partidos y votantes de derechas. No tienen contenidos y los sustituyen por puro fango ideológico. El fango de defender a un dictador y su represión y llamar ultras a quienes exigen democracia y libertad.
Artículo publicado en el diario El Debate de España