Tan solo faltan cuatro meses para las elecciones en Estados Unidos o, también podría decirse, faltan cuatro meses, todavía. Son dos miradas diferentes de una misma cosa.
De acuerdo con las encuestas el demócrata Joe Biden va cómodo al frente con una ventaja de 14 puntos. Se le presenta difícil la reelección a Donald Trump, aparentemente. Si las elecciones fueran hoy Biden le ganaría. No hay que ignorar, sin embargo, que las encuestas solo reflejan el estado de la opinión pública en el momento en que se realiza la consulta. Es lo que piensan los estadounidenses en estos días, pero, lo dicho, para el día de las elecciones faltan cuatro meses todavía.
La prensa norteamericana que no quiere mucho a Trump, y con sobrada razón, habla de oleadas de indignación contra el presidente. Hay mucho de eso; no obstante, lo cual no se puede desconocer, mientras las olas son visibles, también hay mareas y corrientes ocultas que importan y mucho
Lo de Trump es muy desprolijo, dicho así con tono suave. Además, en una primera percepción se suman más hechos que corroen su imagen y le recortan las expectativas.
El libro de su ex asesor John Bolton, por ejemplo, lo deja muy mal parado. Ahora, no es el primero. ¿Alguien recuerda el anterior? Su efecto no va más allá de dos o tres semanas, a lo sumo. Y no hay que dar por hecho que lo afectara solo negativamente. Ni la figura, ni la actitud e incluso las propuestas del autor le caen bien a todos.
El caso George Floyd sí lo dañó mucho. Por todo lo que significó el hecho en sí mismo y por la conducta errática de Trump. La pregunta es si el sentimiento de indignación y rechazo se mantiene con la misma fuerza y si el 3 de noviembre incide como incidiría hoy en la decisión de la gente. Y aunque solo sean cuatro meses, es mucho tiempo y pasan muchas cosas. Mantener el tema latente y en la orden del día a través de una movilización continua, con actos de protesta, marchas y eventuales disturbios es posible, pero a la vez pueden tener un efecto bumerán.
Es lo que pasa con el muro: le quita votos y le suma votos. Lo difícil de precisar es cuántos menos y cuántos más.
Lo de las redes es discutible. Podrán hacerle fracasar un acto a nivel de papelón, pero no por ello pierde ningún adepto. Los que no pudieron estar, se reafirman. Además, al momento de votar es un voto por persona, y los tweets, los trolls y los bots no votan. Podrán multiplicarse en el espacio más que los panes y los peces, pero en las urnas no suman.
La pandemia, el empleo y la economía en general son las claves. Sobre el desastre del coronavirus Trump va a sostener, como lo hace ahora, que si no fuera por la política que aplicó su gobierno hoy habría el doble de infectados y de fallecidos. No le va a ser fácil vender ese paquete, aunque haya algunos que se lo compren.
Empleo y marcha de la economía son las dos variables que pesarán más el 3 de noviembre. Depende de los números y del rumbo. Hoy no favorecen a Trump, pero cuatro meses pueden ser suficientes para que cambie algún número y la tendencia.
Lo único que aparentemente sí juega a favor de Trump es Joe Biden. Más allá de lo que digan las encuestas, no es el presidente que los estadounidenses querrían tener: da esa sensación.
Pero Biden tiene una carta que es decisiva: quien lo secunde en la fórmula. A quien elija, y en principio todo dice que será una candidata, será decisivo para el triunfo. Pero tiene que afinar la puntería. No puede errar y correr el peligro de que se le vaya muy a la izquierda.
Lo del socialismo sigue asustando por el norte. Y más aún cuando Putin se asegura el “carguito” hasta 2036 y se manda una imponente demostración de fuerzas en una Plaza Roja más roja que nunca.
Conclusión: si no es obligatorio apostar ahora, vale más esperar; hasta unos muy pocos días antes que el 3 de noviembre.