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Apocalipsis o lo que dejó la tempestad

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La desgracia que le cayó a Venezuela hace veinte años, con un militar que bajo la dirección de Fidel Castro  actuó como un mesías dirigiendo una revolución que nunca existió e imponiendo un régimen en esencia fascista con salpicadura estalinista, y un sistema  de información nazi, todo ello envuelto en ese cáncer incurable que es el populismo, no ha hecho otra cosa que destruir un país, humillar a un pueblo que no lo merece, descuartizar sus instituciones, arruinar su economía, y degradar la justicia, al utilizar sus instancias, tanto para perseguir, condenar, encarcelar, torturar a la más mínima disidencia, como para propiciar todo un sistema de impunidad para los autores del desfalco, de la tortura y los violadores de los derechos humanos. Han sido veinte años llenos de abusos, de mentiras, de desprecio hacia un pueblo que hoy huye despavorido de una realidad que lo ahoga sin piedad, y que lamentablemente en un momento dado creyó en cantos de sirena y les dio su confianza.

Y para que la desgracia fuese mucho mayor, a la muerte del mesías, ascendió al poder, porque así lo pidió el caudillo destructor antes de morir, un grupo que se hizo llamar los hijos de Chávez, que han multiplicado casi hasta el infinito esa capacidad para mentir con una elevadísima cuota de cinismo, que reposa en todos aquellos que ejercen el poder malamente, sin importar la opinión de nadie, porque para ellos la autocrítica no existe y por lo tanto la culpa de lo que arrojen sus políticas no serán de ellos, sino de los enemigos internos y externos de eso que ellos llaman revolución.

Todos los días mienten, descalifican, injurian, calumnian, señalan, abren expedientes, enjuician y decretan condenas sin que haya algún asomo de prueba. Desde esa hegemonía comunicacional que con un sistema chantajista lograron crear a base de expropiaciones arbitrarias, con cierre o compra de diarios de circulación nacional, con un organismo como Conatel al servicio exclusivo de la voluntad del régimen, con bandas a su servicio para maltratar a periodistas, fotógrafos, que se encuentren levantando las pruebas gráficas de sus atropellos, y unos colectivos controlando la ira de las barriadas populares, han convertido al país con las mejores perspectivas de desarrollo en nuestro continente en una ruina que amarga la vida de sus habitantes hasta el punto de haber provocado la mayor diáspora que se conozca en el mundo. Ni la de Siria, país en una guerra civil porque un tirano se niega a abandonar el poder, ha tenido una diáspora como la que ha tenido Venezuela.

Pero nuestras desgracias no parecen tener fin y ese régimen destructor, a pesar de tener el rechazo de casi 90% de la población, que todavía cuenta con aliados poderosos como Rusia, China, Cuba, Irán, Turquía y otros de la misma calaña, cuenta con uno mucho mayor, que es nuestro, interno, parido y amamantado por la ceguera, la irracionalidad, la ambición y la intolerancia, y ese no es otro que el desencuentro y la rivalidad de amplios sectores de la oposición, en momentos en los que la lógica política, la realidad política y el sufrimiento de los venezolanos exige una unidad táctica y estratégica a prueba de misiles. Pero ese clamor, expresado valientemente en manifiesto dirigido con nombre y apellido a todos los dirigentes de la oposición por el Movimiento de Trabajadores de Aragua, no entra, ni en los oídos, ni en el cerebro y mucho menos en el corazón de una dirigencia que no entiende que con la desunión están cavando su propia fosa y de manera definitivamente injusta, al punto de que la historia se lo cobrará, la fosa de esa inmensa masa de venezolanos que hoy ha sido humillada y condenada a “vivir” en la pobreza material y moral más espantosa.

Es necesario destacar en este momento que el régimen encendió los motores de la ley más intervencionista del Estado que les permite un dominio total sobre las pocas empresas que hoy hacen vida en Venezuela, una ley que pesa más que un alud destructor desprendido con pronósticos fatales por el daño que causará, a las empresas y los trabajadores que todavía quedan en el sector privado, lo cual se sumará a los daños de proporciones incalculables que han causado a la nación todas las medidas tomadas por el castrocomunismo. Esa ley no es otra que la que le da asiento a los Consejos Productivos de los Trabajadores, idea originaria del Partido Comunista, que entre otras cosas consagra: (copio fragmento del oportuno y alertador artículo de Daniel Arias Alfonzo en esta misma página con fecha de ayer):

La organización del consejo productivo (artículo 7), que debe tener de entre 3 y 7 personas, implica la obligación de disponer de al menos de un miliciano, lo que conlleva que la empresa que no cuente con un trabajador de esta condición, se verá obligada a contratar a uno, quien, por su naturaleza, está sometido a la disciplina militar propia de esta institución y, por tanto, sería un comisario político del Ministerio de la Defensa, mientras que está prohibida de manera expresa la participación de personal directivo o representantes del patrón o dueño de la compañía (artículo 10), por lo cual se manifiesta de forma evidente el conflicto de la lucha de clases, propia del marxismo.

Se convierte en un órgano paralelo de dirección de la empresa al tener acceso a la máxima información gerencial (artículo 12), que dice:

Los Consejos Productivos de Trabajadoras y Trabajadores tienen las siguientes atribuciones:

  1. Conocer, evaluar y fiscalizar los procesos de producción, abastecimiento, comercialización y distribución de productos y servicios de la entidad de trabajo, para garantizar el desarrollo de la producción nacional a los fines de asegurar el acceso oportuno a bienes, servicios y otros productos esenciales para las personas, así como de todos aquellos insumos y servicios necesarios, vinculados o conexos con los procesos productivos en general.
  2. Informar de las decisiones adoptadas a la patrona, patrono o representante de la entidad de trabajo donde cumplan sus funciones, a fin de que este adopte los correctivos necesarios o recomendaciones realizadas.
  3. Denunciar, ante los órganos (correspondientes), las acciones que fuesen contrarias al sistema socioeconómico que rige la República Bolivariana de Venezuela. (Sistema socialista).
  4. Proponer y hacer ejecutar las medidas preventivas y correctivas necesarias para evitar la ilegítima o ilegal paralización o afectación del proceso productivo, el desvío de las líneas de distribución, la simplificación de la producción que tenga por objeto dificultar el acceso al producto y el indebido uso de la materia prima y los recursos disponibles, salvo en supuestos de conflictos colectivos de trabajo ajustados a la legislación sobre la materia.

Si al día de hoy y después de veinte años asistiendo a la destrucción del aparato productivo del país que tantos años llevó construir; si después de todos los nefastos resultados que ha generado poner en manos del Ministerio de la Defensa todo lo concerniente a la producción y distribución de medicinas y alimentos; si después de que el régimen pusiera en sus manos la explotación petrolera, el Arco Minero y todas las herramientas necesarias para construir un desarrollo sustentable; hechos que nos metieron en esa fosa oscura donde reposan los mejores sueños de una nación, podríamos esperar algo distinto a la destrucción total de lo poco que nos queda, con esta fusión entre milicianos y consejos comunales que han cocinado con las peores intenciones han llevado al país con mejores perspectivas del continente latinoamericano al grado de ruina que hoy muestra. Ante esta realidad próxima a entrar en acción quedan solo dos caminos, o luchar para impedirlo con todas la fuerzas del civismo democrático, o decir sálvese quien pueda

 

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