En algún momento Puerto La Cruz deslumbraba con su Paseo Colón lleno de locales, restaurantes, casinos y tiendas; era una explosión de comercio, distracción y progreso. Era el ejemplo de que nuestra entidad iba hacia mejores tiempos y que había trabajo y prosperidad.
Luego, el «boom» fue Lechería, muchísimos hoteles abrieron sus puertas, restaurantes de toda índole y de mucho esplendor, hasta recuerdo la pomposa inauguración del centro comercial Plaza Mayor, la cual contó con la presencia del Dr. Rafael Caldera, en su calidad de presidente de la República.
Plaza Mayor era bellísimo; sus estructuras de colores, sus canales navegables, sus aceras, sus espacios, su fuente, todo el comercio que se movía en su interior, era el sinónimo de un Anzoátegui pujante, de trabajo y destinado a grandes logros.
Sin embargo, solo bastó con 2 décadas de socialismo, de desajustes económicos, de vicios, de destrucción para que aquella realidad se acabase por completo. Hoy, solo quedan las sombras de aquella maravilla, solo quedan edificios vacíos y con las santamarías abajo.
Vemos cómo los centros comerciales cierran sus puertas, de Plaza Mayor solo queda el recuerdo, y algunos negocios que se niegan a morir; del Caribean Mall solo resta la fachada de, como dirían la canción, «lo que un día fue».
Los centros comerciales caen víctimas de la crisis económica, y lo único que se abre paso en la actualidad son los bodegones y los Market, que se extienden por todas partes y en cada esquina como la nueva industria nacional.
Hasta las famosas franquicias como Burger King de la Avenida Principal de Lechería y Wendy cerraron sus puertas y ahora serán unos negocios de venta de víveres, un nuevo «Justo y Bueno». Es evidente que lo único que se mueve en el país son los comestibles, tal vez porque sirven para otros fines de «limpieza».
Es triste ver la cantidad de pequeños y medianos comerciantes que vieron sus proyectos quebrar; es lamentable ver cómo se han perdido centenares de puestos de trabajo estables y bien remunerados, y que ahora abunden los desempleados y miles de anzoatiguenses que se rebuscan como pueden en una economía cada día más débil.
Hoy observamos un Anzoátegui totalmente quebrado, y no solo por el cierre de comercios que no han aguantado la situación, sino por el caos del negocio petrolero (gran sustento industrial del estado), pues Pdvsa no es ni la sombra de lo que era, para nadie es un secreto que la politización y la falta de pericia han transformado a Petróleos de Venezuela es un despojo de aquella gran empresa que hizo historia en el mundo.
Los pozos petroleros paralizados, el comercio cada día más paupérrimo, y la industria colapsada –tan solo basta con echarle un vistazo a la Zona Industrial de Barcelona–, todo es parte de la quiebra del estado, de la destrucción total de la capacidad creadora y productiva de la entidad.
Y esto, sin hablar del campo anzoatiguense. Decenas de haciendas expropiadas, miles de agricultores que no tienen semillas, fertilizantes ni agua, miles de productores que no tienen gasoil para mover sus equipos o para trasladar sus cosechas a los centros de expendio.
En pocas palabras, el socialismo quebró a Anzoátegui, como lo hizo con toda Venezuela.
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