OPINIÓN

Antinihilismo

por Ismael Pérez Vigil Ismael Pérez Vigil

Hace dos semanas destaqué que para definir una estrategia es necesario fijarse en los hechos objetivos y no en el lenguaje, ni en las declaraciones de los voceros, líderes y actores políticos. (Lenguaje político y estrategia).

Después de la visita y del comunicado de los mediadores noruegos, las delegaciones del gobierno y de la oposición democrática se reunieron, en Caracas, para tratar una agenda de diferentes puntos, incluido el electoral; reunión que en la práctica implica y reafirma que en efecto la negociación de Barbados continúa y con ello todo lo demás que mencioné en el referido artículo: que la fecha para la elección aún no estaba fijada −y aún no lo está−; que la lucha por la habilitación de la candidata de la oposición democrática continúa; que las sanciones internacionales se mantienen; que el repudio de la comunidad internacional a la situación política en Venezuela también se mantiene −y ahora se profundiza tras los últimos eventos y detenciones−; y que lo del intercambio de la candidatura oficial por sanciones y aceptación de la inhabilitación de María Corina Machado, MCM, era una fantasía.

Despejando dudas

La elección presidencial de 2024 es inexorable y para vencer en esa elección hay que superar obstáculos tangibles e intangibles; uno de los intangibles es la incertidumbre de la desesperanza, que se vence con información verídica, que deseche rumores e informaciones falsas e interesadas y que permita trazar una estrategia y lograr una organización adecuadas para la elección presidencial.

Sin negar el inmenso terreno para las dudas e incertidumbre, ni pensar que el camino está allanado y las enormes dificultades y obstáculos resueltos, si pensamos de manera positiva, esto significa que hay que preparar el terreno y a la población para la elección presidencial y eso tiene varias implicaciones, de las cuales hemos venido hablando en diversos artículos semanales y que se sintetizan en mantener la unidad y la candidatura unitaria y organizar a la población para hacer efectivo el triunfo en la elección presidencial.

Fortalecer la unidad implica lograr una “alianza política”, amplia, incluyente y firme, en donde juega un rol primordial la candidata unitaria, quien la ha denominado la Gran Alianza Nacional, GANA, y que confiamos esté avanzando a pasos firmes. Otra cosa que implica es preparar y organizar al pueblo opositor para cuidar y defender los votos y, sobre todo, el resultado electoral, que se espera sea masivamente contrario al gobierno por primera vez en 25 años; el comando de la candidata ha definido esta alternativa como 600K, para preparar −actividad que ya se está llevando a cabo− a 600.000 testigos que cuidarán todas las mesas electorales que se instalen el día de la elección presidencial.

Pero desarrollar esos dos objetivos supone en primera instancia defender la voluntad popular que se expresó en los resultados de la elección primaria del 22 de octubre, que designó una candidata unitaria: María Corina Machado. Ese es el primer objetivo y la primera acción política, antes de mirar hacia los lados, es la palestra, el escenario, en que se entrenarán a quienes aspiremos que se respeten los resultados de la elección presidencial, que no dudamos que favorecerán masivamente a la oposición democrática. Pero estos objetivos enfrentan obstáculos formidables que no podemos olvidar, ni descuidar.

Los obstáculos

El primero es obviamente el gobierno, que busca permanecer en el poder y que, como en ocasiones anteriores, está dispuesto a desplegar y utilizar recursos del estado, sin escatimar ninguno, para mantener ese poder. Cuenta para lograrlo con varios factores; entre ellos, lo que he denominado una oposición ad hoc, que el gobierno ha creado, impulsa, estimula y desarrolla. Esa oposición ad hoc, como vemos, ya está lista y asomando candidatos que “enfrentarán” al gobierno, pero con la finalidad de restarle votos a la oposición democrática y legitimarse ante la comunidad internacional. Ambos objetivos han sido infructuosos hasta el momento, pues no tienen el reconocimiento de ningún factor importante de la comunidad internacional y su fuerza interna está desperdigada en una veintena o más de partidos y organizaciones, que no suman ni siquiera 5% del electorado.

Pero los peores enemigos, los más dañinos, están en el propio campo opositor o que se dice opositor, aunque a la larga fortalecen la opción del gobierno, en contra del que dicen estar.

La abstención

Uno de los obstáculos que hay que vencer es el desánimo que ha ido creando esa “capa de indiferencia” para la participación, que supera ya el 30% y que se manifiesta en la abstención electoral, en indiferencia política, y que es difícil de superar; pero hay que evitar que crezca y de ser posible hay que reducirla. La abstención puede ser muy peligrosa, porque va carcomiendo el ánimo y la esperanza de la gente y de allí que el gobierno la estimule y propicie.

Para reducirla y evitar que suba es necesario desenmascarar a los que la estimulan, entre los cuales podemos encontrar varios elementos o actores, que trabajan con diferente intensidad pero que en el fondo y a pesar de lo que dicen, le hacen el juego al gobierno, de una manera más eficaz que esa oposición ad hoc, de la que he hablado, que ya sabemos que no pasa de un porcentaje ínfimo del electorado y no ha logrado desplazar a la oposición democrática, ni a su liderazgo.

No ha habido hasta el momento ningún sector que se califique de abstencionista y que haya emprendido la tarea de organizar a los que se abstienen; la abstención, y quienes la propician, nunca han logrado definir una política, en torno a la cual se pueda organizar el pueblo; porque la abstención, en sí misma, no es una política, pues al no tener un sustrato organizativo y de movilización no logra diferenciarse de la mera indiferencia política, hoy tan de moda, enmascarada en el fenómeno de la “antipolítica”.

Abstencionistas nihilistas

Los abstencionistas, todos, tienen una prédica similar: no creen en la vía electoral, pues “este gobierno no sale con votos”; obviamente, no creen en la negociación y en consecuencia es “inútil negociar” con el gobierno; no creen en la oposición democrática, a la que califican de “traidora”, “falsa”, “vendida”, etc. Por supuesto, tampoco creen en MCM. Muchos ni siquiera dicen en lo que creen o en que vía proponen para superar la crisis política; pero entre ellos hay algunos, que se podrían calificar de “abstencionistas nihilistas”, pues para ellos nada tiene valor, propósito o significado y llegan al extremo de que tampoco creen en la comunidad internacional, ni en el gobierno de Estados Unidos −ni en Biden ni en Trump− y sus “inútiles sanciones”; algunos de ellos, después de varios años de críticas acervas y ataques a la oposición y la vía electoral, comienzan a asomar una tímida opción, un planteamiento de “confrontación”, aunque tampoco dan más información. Simplemente nos invitan a abordar La Barca de Medusa, el famoso cuadro de Géricault, para hundirnos en ella.

Por supuesto, no vamos a aspirar a que nos describan e ilustren en un artículo o en redes sociales acerca de esa vía, y nos digan cuál es su plan A y su plan B, que ellos piden a la oposición y que critican que se carezca de ambos; pero suponemos que de alguna forma nos enteraremos y podremos evaluar la alternativa que proponen, si es que finalmente lo hacen.

Conclusión

Mientras esperamos que los iluminados abstencionistas nos aclaren, sigamos en nuestras tareas de defender la voluntad popular expresada el 22 de octubre, fortalecer la alianza opositora y organizar al electorado, al pueblo, para ganar la elección, vigilar todas las mesas y defender los resultados.

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