Cada vez se habla más y más del desmantelamiento de Google, Apple, Facebook y Amazon (GAFA), bajo el argumento de posición de monopolio. Alegan que se han convertido en una amenaza para la economía y la sociedad. Y no solamente para sus competidores, sus clientes y utilizadores, sino también para los Estados que se les hace cuesta arriba someterlas a sus leyes.
En este grupo hay que incluir a Microsoft con herramientas digitales inevitables en entornos empresariales y a las plataformas que sirven de intermediarias entre un cliente y un prestador de servicios (Uber, Airbnb, Tinder, etcétera).
La pregunta es: ¿quién las quiere desmantelar? Y la respuesta: Todos y nadie.
La senadora demócrata Elizabet Warren ha metido el tema del desmantelamiento de GAFA como uno de los puntos claves de su programa de candidata a la Casa Blanca. Igualmente, el presidente actual de Estados Unidos no oculta su hostilidad hacia los gigantes digitales. Y en Europa, comenzando por Francia, hay un acuerdo acerca de este tema.
Pero a pesar de esta unanimidad, nadie quiere verlas realmente desaparecer. Y la razón es simplemente que estas empresas proveen un servicio de tal calidad que todo el mundo las utiliza.
Desmantelar estos gigantes es posible. Estados Unidos ya lo hizo antes, en 1984, cuando generó una escisión de la compañía telefónica AT&T. En ese momento era la empresa más grande del mundo con más de 1 millón de empleados y controlaba todo: comunicaciones locales, larga distancia, equipos de red, telefonía. Por mucho tiempo considerada como un monopolio “útil”, fue penalizada por abuso de posición dominante. Y 10 años más tarde se reconvirtió en la empresa # 1 de telecomunicaciones, nuevamente en Estados Unidos, comprando el gigante de media Time Warner por 85 millardos de dólares.
Quiere decir que pensar solo en el desmantelamiento para combatir la dominación de GAFA no es una buena vía. La comisaria europea de la Competencia, Margrethe Vestager, en vista de las múltiples sanciones infligidas, sin efecto real, menciona: “Incluso si desmantelamos estas sociedades, existe el riesgo de que ellas se vuelvan a convertir en grandes empresas nuevamente”.
Antes de pensar en el desmantelamiento pareciera necesario adaptar la reglamentación de la competencia. Por ejemplo, impidiéndoles comprar pequeños competidores potenciales como Facebook lo hizo con Instagram y WhatsApp. O abriendo la posibilidad de cuestionar operaciones aprobadas en el pasado. La idea ha comenzado a ganar terreno en Estados Unidos.
En términos fiscales, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, denunció este miércoles, justo antes de la reunión del G7 del 24 al 27 agosto en Biarritz, la tributación de los gigantes tecnológicos. “Hay que parar de tener empresas que son en estatus permanente de paraísos fiscales. Si usted es un gigante digital hace sus negocios en Francia y no paga nada. Usted paga sobre sus derechos de autor o de propiedad intelectual en Irlanda, a un impuesto más bajo, luego transfiere, sin impuesto, de Irlanda a los Países Bajos. Y a través de un acuerdo entre los Países Bajos y los paraísos fiscales, envía el dinero a estos últimos”. Y luego, continúa, “Estados Unidos tiene una legislación que permite que estas grandes empresas americanas acumulen el dinero en los paraísos fiscales, sin imposición fiscal. En el momento que un competidor emerge, estas grandes empresas lo compran por millardos de dólares con el dinero que tienen en Bermudas”. Termina diciendo que este sistema fue impuesto durante la presidencia de Barack Obama.
Google, Amazon o Facebook no son empresas como las otras. Para algunos, no forman parte de un mercado, ellas son el mercado. Estas empresas proveen la infraestructura (normalmente basada en un algoritmo) y fijan las reglas a través de sus “condiciones generales de utilización”. Y ellas gestionan los datos personales de los utilizadores. Esta es una de las razones de la propuesta de regularlas como servicio público.
Sorprendentemente, Mark Zuckerberg, CEO de Facebook, se manifestó el 31 de marzo en favor de la regulación. No pareciera un signo de toma de conciencia, más bien una voluntad de evitar medidas drásticas.
Muchos países están considerando tratar a las redes sociales como servicios públicos, apuntan incluso a su nacionalización o de imponerles reglas similares a las de los proveedores de agua o electricidad (con precios o beneficios topes). Esto sería lo que está haciendo temblar a los gigantes digitales
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