En Radio Nacional de Venezuela, en Venezolana de Televisión y en decenas y decenas de emisoras distribuidas por el territorio nacional, todas propiedad o bajo el control del régimen, durante meses, en numerosos programas –muchos de ellos conducidos por fanáticos, enchufados e ignorantes– estuvieron repitiendo, sin cesar, una secuencia de mentiras: 1. Que Alex Saab es un luchador político revolucionario. 2. Que ejercía funciones diplomáticas a favor de Venezuela. 3. Que había sido secuestrado por el imperialismo norteamericano y que su detención estaba asociada al bloqueo y la guerra económica. 4. Que se le pretendía castigar por su condición de revolucionario y por su compromiso con Venezuela y “con el legado del comandante eterno, Hugo Chávez Frías”. 5. Que la presión internacional, la solidaridad de los pueblos del mundo, haría posible su pronta liberación. Todavía más: un vocero del PSUV dijo en junio que ya tenían preparado “el acto del pueblo”, con el que lo recibirían a su regreso a Venezuela, puesto que la liberación era “inminente”.
Cada uno de los eslabones de esta cadena de afirmaciones es absolutamente falso. Alex Saab no es más que un delincuente. Un delincuente múltiple. La lista de delitos de los que se le acusa –conspiración para delinquir; enriquecimiento ilícito; lavado de activos y de dinero proveniente del narcotráfico; creación de empresas fantasmas en varios países; adjudicación fraudulenta de contratos oficiales de Venezuela; operaciones de corrupción como contratista de la Misión Vivienda y de los CLAP; desfalco a través del mecanismo cambiario Cadivi; y mucho más– no deja lugar a dudas. Luisa Ortega Díaz ha señalado que Saab ha operado como testaferro de Maduro.
Y todavía hay que añadir algo más, muy relevante: que algunos de estos delitos, particularmente los relacionados con la importación de alimentos, han tenido consecuencias terribles para la salud y han contribuido al deterioro nutricional de la población venezolana que dependía y depende de esas bolsas de alimentos para sobrebivir. En varios de estos artículos publicados en 2019 y 2020 me he referido a las denuncias, que no han encontrado respuesta alguna en el poder, que muestran cómo en las bolsas se han entregado alimentos de la peor calidad, caducados, contaminados y hasta con insectos. Un porcentaje de los alimentos distribuidos, asunto que no guarda interés alguno para el fiscal del régimen, no tenía las condiciones mínimas necesarias para ser utilizados por seres humanos, pero eso no importó: fueron repartidos entre cientos de miles de familias en situación de hambre.
La extradición de Saab constituye un hito, por muchas razones. La primera de ellas, por el fracaso que representa para la estrategia del régimen, que intentó politizar la imagen de Saab, disfrazarlo de revolucionario y, a partir de construirle un falsa biografía, presentarlo, dentro y fuera de Venezuela, como un preso político, como un diplomático en funciones que había sido injustamente apresado.
El régimen invirtió, no solo en abogados, sino en campañas publicitarias y en activismo por redes sociales, para construir el mito del luchador social, pero todo esto fue en vano. Gastaron dinero en franelas, folletos, publicidad y en unos actos pobrísimos, a los que asistieron muy pocas personas, la mayoría obligados por sus vínculos de dependencia del régimen. Hasta lograron que unos diputados, supuestos opositores, viajaran y emitieran correspondencias en las que certificaban la buena conducta del delincuente.
Y este es justamente el meollo al que quiero referirme: el caso Saab demuestra que el chavismo-madurismo perdió la capacidad de construir héroes, y que no importa cuántos recursos inviertan, de aquí en adelante no serán escuchados porque la inmensa mayoría reconoce en toda esa operación el tufillo de la falsedad, y cuando digo la mayoría, incluyo en ello a lo que queda del PSUV, cada vez menos dispuesto a servir de relleno de políticas que se proponen ocultar o legitimar a los corruptos.
Lo otro que ha cambiado tras el inicio del proceso legal a Saab en Estados Unidos es la perspectiva de oportunistas y enchufados, que apostaban a que Saab no sería nunca extraditado, lo que mantendría despejado el terreno para continuar evadiendo las sanciones y continuar con la práctica de realizar negocios ilícitos con el régimen, que tienen el atractivo de producir inmensas ganancias en períodos de tiempo muy cortos, bajo supuestas garantías de impunidad. Esas promesas se han derrumbado y los proveedores de alimentos podridos, próximos a su vencimiento y a precios de escándalo, es decir, los aspirantes a disputar el monopolio que mantenía Alex Saab, están pidiendo condiciones que el régimen no puede garantizarles.
Cualquier lector puede recapitular y preguntarse: ¿qué explica la desaforada, grotesca y, en el fondo, patética campaña del régimen por liberar y limpiar el expediente internacional de Alex Saab? ¿Por qué tantos esfuerzos, diplomacia, dinero y tiempo invertido? Básicamente por una razón: no están cien por ciento seguros de que el preso guardará silencio. Saben que Saab, a fin de cuentas, no es un revolucionario, un hombre de sacrificios, sino un empresario inescrupuloso, dispuesto a todo. Y es que si Saab habla, lo que saldría de su confesión sería nada menos que el más grande desfalco cometido en la historia, teniendo como palanca el hambre de millones de personas. Y que, junto con Saab, el resto de sus socios tendrían que ocupar un lugar en unas celdas muy próximas a las suyas.