Aunque, quizá, pudiéramos remontarnos a tratar del tema al siglo I de la era cristiana por las referencias del escritor romano-judío Flavio Josefo y la destrucción de Jerusalén en el año 70, lo cierto es que debemos acercarnos más a la actualidad, pero no tanto. Tras la paz bizantina, árabe y la otomana, terminando esta última con la Primera Guerra Mundial, tuvo lugar una curiosa asignación del territorio al aún extenso Imperio Británico en forma de mandato sobre los territorios actuales de Palestina e Israel, entre otros.
Liberados los territorios de la ocupación otomana por las fuerzas militares aliadas, esencialmente británicas, y recordemos para el cine histórico las escenas correspondientes de la película clásica Lawrence de Arabia, las potencias vencedoras, el Reino Unido y la República Francesa, acordaron la división de los territorios respectivos. Se trató del llamado acuerdo Sykes-Picot suscrito en el año 1916 en el que parecían suspenderse determinadas promesas hechas a los árabes durante la guerra y se continuaba la situación colonial de la zona, correspondiendo a los británicos el actual territorio de Palestina e Israel.
A consecuencia de dicho pacto, se efectuaron las actuales divisiones territoriales en contra del criterio del presidente de USA Woodrow Wilson y de la Sociedad de Naciones, que eran partidarios de la autodeterminación de esos territorios. Ya en el seno del Imperio Otomano precedente existía una enorme pluralidad de etnias, lenguas, singularidades, minorías, culturas y hasta religiones que convivían dentro del mismo. Dejando de lado las tendencias wahabistas, de notable importancia en el mundo árabe sunní, la Conferencia de Versalles de 1919 y la de San Remo de 1920, no puede dejarse de lado la llamada Declaración Balfour de 1917 en la que se planteaba la creación de un Hogar Nacional Judío con unas pretensiones de autodeterminación de la minoría judía ya establecida (9% frente al 91% de la población árabe), apoyando el gabinete británico del primer ministro Lloyd George esta situación novedosa.
La política de exterminio racial nazi, unida a dichos factores y a la existencia de asentamientos judíos desde 1878 llevó a la israelí declaración de independencia de 1948 e ingreso en la ONU con la partición consiguiente de Palestina a solicitud del Reino Unido, que, de inmediato, fue seguida de la primera guerra árabe-israelí y del triunfo militar absoluto de Israel frente a sus adversarios árabes. La ONU, en la Resolución 181 estableció un Estado israelí y otro árabe, fijando para Jerusalén un control y administración internacional. No está de más ver la película Éxodo por su gran contenido histórico de estos momentos finales del Mandato británico sobre Palestina y los iniciales enfrentamientos habidos. Dos tercios de la población árabe se convirtieron en refugiados, huyendo de su hábitat precedente.
En segundo lugar, en 1956, la coalición entre el Reino Unido, Francia e Israel, que llegó a controlar el Canal de Suez, ocupando Israel la península del Sinaí, terminó, bajo fuertes presiones de USA y de la URSS, con la retirada de dicha Península a cambio del compromiso israelí-egipcio de controlar las acciones terroristas que se realizaban desde tal territorio peninsular.
Le siguió la llamada guerra de los Seis Días en la que, tras una acción militar relámpago ganada, de nuevo, por Israel y su general Moseh Dayan, se ocupa la ciudad de Jerusalén, los Altos del Golán en Siria y la Península del Sinaí. Los israelíes acaban así teniendo acceso al Muro de las Lamentaciones antes bajo control de Jordania, siendo total la derrota militar de este Estado, así como la de Siria y Egipto, perdiendo todo su potencial aéreo en unas horas. La guerra del Yom Kippur (Día de la expiación) en 1973 fue, de nuevo, ganada por Israel frente a Egipto y Siria, países atacantes.
Después, la conflictividad ha seguido de forma permanente, aunque de manera intermitente, interrumpiéndose por el llamado proceso de Oslo y la Cumbre de Madrid de 1993 seguida del fracaso de la seguida conferencia de Camp David del año 2000, inmediatamente posterior, ocasionándose el fracaso por causa de la soberanía de la explanada de las mezquitas, que resultó irrenunciable para el líder palestino Yaser Arafat. Ni la división en dos Estados se ha alcanzado, ni los asentamientos israelíes en Palestina han desaparecido por completo.
El gobierno israelí, con la finalidad de terminar con los constantes atentados terroristas, acordó levantar un muro de separación con Cisjordania que fue finalmente objeto ce condena por el Tribunal Internacional de Justicia en su Sentencia de 9-7-2004. Las elecciones dieron el poder a Hamás, grupo pro-iraní, en la franja de Gaza, mientras que en Cisjordania ostentaba el gobierno la Autoridad Nacional Palestina. Desde entonces las milicias de Hamás han protagonizado frecuentes y recurrentes enfrentamientos con el ejército de Israel, siendo la actual la última de ellas.
Como se ve, el conflicto dura o permanece ya por muchos años, sin visos reales de pronta solución.
Luis Feliu Bernárdez es general (r) de la Academia de las Ciencias y las Artes Militares.
Artículo publicado en el diario La Razón de España