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Ante el brutal asedio a la Embajada de Argentina

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Uno  de los temas que en la actualidad ocupan la atención pública es el caso de los seis compatriotas que se encuentran desde el pasado mes de marzo en la residencia de la embajada de la República Argentina a quienes ese país ya ha concedido asilo político.

Vale la pena resaltar que el gobierno de Milei fue el primero en denunciar el insólito y tramposo resultado de la elección del 28J  en la que el presidente del Consejo Nacional Electoral (Elvis Amoroso) tuvo la desvergüenza de  proclamar el supuesto triunfo de Nicolás Maduro cuando el conteo automatizado de los votos y las actas en poder de la oposición y del Plan República (sobre número 1)  demostraban que había sido Edmundo González Urrutia quien se había impuesto por amplísimo margen.

Como era de esperar, Venezuela suspendió las relaciones y ordenó la inmediata salida del personal diplomático argentino, la cual se concretó apenas días después condimentada con fuertes declaraciones y epítetos de lado y lado, toda vez que el presidente Milei tampoco ahorra léxico fuerte para expresar sus puntos de vista.

En el interior del inmueble permanecieron, y siguen aún, los asilados expuestos al riesgo de una posible acción de fuerza para sacarlos de allí, lo cual sería absolutamente ilegal sin excepción alguna.

Ante esta delicada situación , y a pedido  de la Cancillería argentina, el gobierno de Brasil aceptó asumir el cuidado y protección del inmueble y, naturalmente,  de los asilados cuya salida seguía y sigue siendo  impedida  a pesar de que desde  ese momento es la  bandera de Brasil  la que sustituyó a la de Argentina en   el predio al menos hasta que las aguas regresen a su cauce.

Brasil ha continuado, infructuosamente hasta ahora, con el trámite iniciado por el gobierno argentino para lograr que Venezuela conceda el salvoconducto necesario para garantizar la salida de los asilados y su acceso a un avión u otro medio de transporte que los lleve fuera del país.

Tal salvoconducto solicitado primero por Argentina y luego por Brasil, es procedente según el artículo XII de la Convención Interamericana sobre Asilo Diplomático suscrita en Caracas el 28 de marzo de 1954, de la cual tanto Argentina como Brasil y Venezuela son parte.

La respuesta “bolivariana” ha sido la de asediar  e intimidar a quienes están en la residencia imponiendo acciones unilaterales tales como sitiar la casa con fuerzas de seguridad y encapuchados, cortar el suministro eléctrico y de agua, cierre de la calle, etc.

Pero hete aquí que, en lo más álgido de esta discusión, el presidente de Brasil, Lula da Silva, cansado ya de los engaños y excesos de Maduro, decide revertir su posición hasta ahora de cómplice solidario de la dictadura a la de crítico, y después adversario, lo cual llega a su clímax con el veto emitido a finales de octubre por Lula en persona, impidiendo el ingreso de Venezuela al grupo BRICS, al que Nicolás pretendía incorporarse como estrategia política importante para su proyección internacional.

De anteojito queda pues que los “héroes revolucionarios”, cual vestales ofendidas, endurecen su discurso ante Brasil y por tanto refuerzan la decisión de no otorgar los salvoconductos del caso.

Queda en evidencia así que Maduro y sus secuaces no piensan en la salida de los asilados, sino a cambio de alguna contraprestación aún no especificada. En otras palabras, los asilados se convierten en rehenes, justo lo contrario a lo que Miraflores reclamaba poco tiempo atrás a  Cabo Verde  y a Estados Unidos para beneficiar a Alex Saab a cambio de la liberación de detenidos en cárceles norteamericanas, como los “narcosobrinos” y similar fauna, varios ya juzgados y condenados con debido proceso por la justicia de aquel país.

Sin embargo, vale acotar que no es este ni el primero ni el único caso de esta naturaleza. El más emblemático fue el del dirigente político peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, perseguido por supuesta conspiración contra el gobierno golpista del general Manuel Odría. Haya de la Torre solicitó y obtuvo asilo en la Embajada de Colombia en Lima, Perú, desde enero de 1949; pero Perú negaba  reiteradamente el salvoconducto. El caso solo pudo medio resolverse en junio de 1951 a través de una sentencia de la Corte Internacional de Justicia a la que ambos países decidieron someterse.

En Europa ocurrió caso igual o peor cuando el cardenal Joseph Mindzenty, primado de Hungría, perseguido por los comunistas tras la rebelión antisoviética de 1956, buscó y obtuvo asilo en la Embajada de Estados Unidos en Budapest, hasta que Hungría permitió su salida recién en 1971.

Lo contrario, o sea, el secuestro por la fuerza de un asilado de adentro de una embajada ocurrió no hace mucho, en abril de este año 2024, cuando fuerzas policiales ecuatorianas retiraron por la fuerza al exvicepresidente del país Jorge Glass, quien había recibido asilo y se encontraba dentro del recinto de la Embajada de México en Quito. Ello produjo la ruptura de relaciones entre ambos países, además de un escándalo diplomático de proporciones internacionales.

En estos últimos días han habido voces que reclaman al gobierno de Lula, tan dado al protagonismo internacional, que no haya emitido protesta alguna ni informado tampoco que su embajadora en Caracas haya visitado la residencia bajo su protección, ni que haya hecho declaración alguna ante el olímpico y reiterado desprecio de Maduro  & Cía.

Esperamos que este asunto se resuelva por las buenas y de conformidad con el derecho y la costumbre internacional.

También pensamos que de darse el muy deseable proceso de una negociación civilizada de cara al cambio presidencial del 10 de enero, o antes si fuera posible, este tema pudiera incluirse en la agenda a discutir entre los que hoy usurpan Miraflores y los que ya han ganado el derecho a ocupar el emblemático  palacio de “Misia Jacinta”

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