Según Wikipedia, “Ansiedad” es un vals escrito en 1955 por el compositor venezolano José Enrique “Chelique” Sarabia. El tema fue popularizado internacionalmente en 1959 por Nat King Cole. En la actualidad existen más de 800 versiones de la canción.
Anímicamente hablando, toda la circunstancia asociada con la “situación Venezuela», en el contexto del coronavirus, produce ansiedad. La ansiedad es una respuesta natural del cuerpo al estrés. Es un sentimiento de miedo o aprensión sobre lo esperado, por ejemplo, nuestros planes futuros –cualesquiera que ellos sean– se “ven” afectados por dicha situación y eso nos provoca ansiedad y con la ansiedad no solo tomamos decisiones de deficiente calidad sino que nos hacemos –y le hacemos a nuestro prójimo– la vida imposible.
Si bien los trastornos por ansiedad se reconocen como multidimensionales por los profesionales de la psicología, hay por allí modelos conceptuales sencillos que pueden ayudar a manejarlos. Este artículo versa sobre un modelo que he tomado del libro Emotional Equations: simple truths for creating happiness and success, el cuarto libro de Chip Conley publicado en 2012. Conley recibió su BA (Bachelor of Arts) en Economía en 1982 y culminó su MBA en 1984, ambos en la Universidad de Stanford. Tiene un doctorado honorario en Psicología en la Universidad de Saybrook y una muy nutrida carrera gerencial. El modelo en cuestión es este:
Ansiedad = Incertidumbre x Impotencia
El anterior es un modelo multiplicativo que implica que la ansiedad es “producto” de dos variables. La multiplicación le otorga una propiedad interesante: si por ejemplo no podemos trabajar en la incertidumbre para disminuirla y nos enfocamos solamente en la impotencia y la reducimos sensiblemente, entonces la ansiedad se reduce también sensiblemente. A modo ilustrativo, si utilizamos una escala del 1 al 10 para medir ambas variables, cuando tenemos 10 en ambas, entonces nuestra ansiedad es de 100. Si la incertidumbre permanece en 10 pero la impotencia es reducida a 5, entonces la ansiedad es reducida a 50.
Por el lado de la impotencia es mucho lo que podemos hacer aunque no tengamos la capacidad para accionar sobre la circunstancia del coronavirus, más allá de seguir las recomendaciones de los profesionales de la salud. En dicha circunstancia, el control lo tienen otros (o quizá tampoco lo tienen). Un ejercicio para reducir la impotencia puede consistir en imaginar el peor escenario y sus consecuencias, así como las posibles acciones que están de nuestro lado tomar. Paradójicamente hablando, este ejercicio imaginativo conduce a la confianza, a la calma y al control de la emoción. Una referencia que abona a favor del mencionado ejercicio la suministra Judith Matloff en un artículo publicado en la revista digital Psychology Today (“Surprise: Sometimes Catastrophe Thinking Is Just What You Need!: confronting the worst-case scenario lends control”), publicado días atrás, el 25 de abril de 2020. Matloff es periodista y profesora en la Escuela de periodismo de Columbia, en donde enseña a reportar las crisis y los conflictos. En su opinión, ocuparse –en lugar de preocuparse– ayuda a gerenciar los riesgos y a tomar mejores decisiones. La metáfora del pájaro que no deposita su confianza en la rama del árbol donde está posado sino en sus alas, es ilustrativa de la creencia y seguridad en las propias capacidades. El mensaje de este lado de la ecuación es desmontar la impotencia mediante el ejercicio mental que supone “redescubrir» nuestras capacidades cuando nos imaginamos el peor escenario.
Por el lado de la incertidumbre también es mucho lo que podemos hacer. Si bien las redes sociales están repletas de un importante volumen de ansiosos que transmiten, a mansalva y sin confirmar, cualquier cosa que les llega (suelen colocar el siguiente texto: «Así como me llegó lo transmito»), también en Internet se pueden encontrar artículos de fuentes serias y autorizadas (fuentes cuya información es verificable), cuya cuidadosa lectura nos permite utilizar la información para “construir” escenarios, mismos que conducen a ajustar las expectativas y a disminuir la incertidumbre, con lo que, finalmente, disminuimos la ansiedad. El mensaje de este lado de la ecuación es hacer un inventario de fuentes de información serias, para enfocar allí nuestra atención y proporcionarnos algo de certidumbre.
A estas alturas del artículo, estimado lector, ya usted conoce que el buen manejo de su ansiedad, dentro de límites no farmacológicos ni extremos, no depende de las acciones de otros sino de las suyas propias.
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