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Anónima complicidad

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Todo comenzó gracias al empeño de Manuel Trujillo Durán. Muchachos bañándose en la laguna de Maracaibo y Un célebre especialista sacando muelas en el Gran hotel Europa, nuestras primeras películas

Cuando los hermanos Lumière mostraron el resultado de su invención aquella tarde del 22 de marzo de 1895, abrieron para siempre las puertas a la imaginación, desde la primera proyección cinematográfica en la historia, Salida de los obreros de la fábrica Lumière en Lyon Monplaisir, fue un arrollador impacto en el público, aquellas imágenes que reproducían la cotidianidad; por un efecto casi mágico, se hacían vivas frente a los ojos incrédulos de los espectadores. Un haz de luz sobre una tensada tela blanca, en ella se aparecían imágenes corrientes, que al ser reproducidas a la voluntad de aquel misterioso artefacto, cobraban una majestuosidad inusitada. En nuestro país se reconoce como la primera proyección la ocurrida el 28 de enero de 1897 en el Teatro Baralt de Maracaibo; la magia del cine decía presente en el país a solo 13 meses de su apertura mundial. Este inicio local no solo contó con los cortometrajes de los Lumière sino que mostró celuloide hecho en Venezuela, Un célebre especialista sacando muelas en el Gran hotel Europa y Muchachos bañándose en la laguna de Maracaibo. Este acontecimiento, que nos ubicaba en el escenario cinematográfico, fue gracias a la iniciativa del fotógrafo, fotograbador y pintor retratista Manuel Trujillo Durán (1871-1933), pionero del cine venezolano.

En 1920, el cinematógrafo ya era dueño del gusto del público que buscaba en las salas la distracción y la ensoñación que producían las películas, en casi todo el Mundo, el rey de la recreación ya era el cine. En ese entonces las películas eran mudas, hasta 1927 cuando El cantante de jazz aparece comercialmente en la gran pantalla, aunque desde 2010 se comprobó que el inicio del cine sonoro data de 1923 y fue en la lengua de Cervantes, sí, el castellano fue la original legua registrada en un filme y se convirtió en el punto de partida para el filme sonoro; este material de 11 minutos, hecho por Lee De Forest, muestra a una jovencísima actriz y cantante española, Concha Piquer, cantando un cuplé, una jota y un fado portugués, este revolucionario filme se exhibió en el cine Rivoli en 1923 en la ciudad de Nueva York. En Venezuela el avance de las películas con sonido llega con La venus de nácar (1932) de Efraín Gómez. El sonido con diálogo perfectamente sincronizado aparece en 1938 con el cortometraje de Rafael Rivero Taboga y el largometraje El rompimiento, dirigido por Antonio María Delgado Gómez.

Amabílis Cordero realiza en 1928 la película Los milagros de la Divina Pastora. Estudios Cinematográficos Lara

Actualmente, en los principales mercados, el cinema sufre un preocupante desplome en los índices de asistencia, solo la fuerte industria de Hollywood parece menos afectada; sin embargo, gigantes como Disney claramente dan indicios de un cambio en el negocio de la exhibición. La reciente situación ocasionada por la aparición del covid-19 y las políticas de aislamiento han sido determinantes para que el segmento del entretenimiento, sacudido hasta sus cimientos y especialmente el cine, quedase una vez más expuesto a una exigente transformación y adecuación; el séptimo arte como forma de recreación se ha visto amenazado en el pasado: la expansión de la televisión, la irrupción de las videocaseteras, la televisión por suscripción, la llegada del DVD y finalmente Internet. El público, es decir, el consumidor pareciera dar signos de estar reconduciendo sus gustos y la forma en que satisface su demanda audiovisual. El exponencial crecimiento de plataformas que ofrecen una diversa, gigante y sobre todo disponible opción al deseo del usuario, se cierne como una amenaza descomunal hasta la hora imbatible forma de exhibición de las películas. Si observamos el alcance de empresas como Netflix, la cual supera los 200 millones de suscriptores, podemos comprobar el espacio que hoy ocupan estos sistemas de difusión; al cierre de año pasado, los clientes de las distintas plataformas sumaban 323 millones. El aumento de estas compañías en el 2020 fue del 75,1 %, sin duda, una muestra de la tendencia en la preferencia de las personas. El panorama aunque actualmente es desalentador, no deja de ser una oportunidad para que la inventiva, el empeño y la ilusión siga ardiendo en aquellos que continúan soñando con las grandes proyecciones y ese acto íntimo e irrepetible que es estar dentro de una sala de cine.

La rutina social de ir al cine, parece por momentos una práctica caduca, difuso reflejo de tiempos donde el asistir a una proyección cinematográfica era una actividad ceremonial, influyente e inolvidable. Hoy, cuando el ser humano ejerce una habitual  renuncia al “ir” a cualquier lado, es ya frecuente que no dejemos el confort y seguridad, que brinda esa relación virtual que férreamente estamos estableciendo en la gran mayoría de  los ámbitos de la vida. Casi cualquier individuo puede desde su hogar constituir relaciones interactivas con el exterior; acercarse al conocimiento, conseguir una rentabilidad y lo más importante generar consumo. La recreación no escapa de esto, el sacro santo mercado, que todo lo sabe y todo lo puede, dirige con determinación el rumbo, crearnos el mayor cúmulo de bienestar por medio de una pantalla y brindarnos a la distancia de un clic el formidable acervo de información, esparcimiento y actividades con los que podemos imbuirnos en una novel y peligrosa interpretación de lo que significa la realidad.

La historia fantástica de La Venus de nácar marcó un hito en nuestro cine

La condición actual de nuestra cinematografía deja al descubierto la fragilidad de las bases que dan soporte a esta importante actividad cultural, la casi absoluta dependencia de fondos parafiscales (FONPROCINE) y la comprometida situación económica de los organismos financiados por el Estado, hacen prácticamente inviable que instituciones como el CNAC sean el motor monetario de la producción nacional. La acentuada crisis no deja muchas opciones como fuentes que permitan, reactivar este sector que lucha con situaciones adversas. El presente demanda una profunda reflexión, que lleve a la necesaria reconversión de las estructuras que han permitido el desarrollo del cine en Venezuela. Muchas voces, insistentemente hacen un llamado a otros sectores que, a pesar del complejo presente, mantienen una mejor condición comparada con todos los estamentos culturales del país; es perentorio que el cine y las distintas manifestaciones artísticas, sean vistas como un valor fundamental de la nación, en una gran cantidad de países, el arte, es parte vital del legado cultural, siendo  protegido fiscalmente, legalmente y sobre todo goza de un inmenso respaldo de los círculos económicamente fuertes; respetables instituciones de prestigio internacional como el American Ballet Theatre, Metropolitan Opera House, Teatro Liceu, el Teatro Colón, Staastsoper Berlin o los más destacados museos, festivales de cine y programas para el desarrollo de producciones cinematográficas y artísticas, reciben de fondos privados millones de dólares anualmente para garantizar su existencia.

Román Chalbaud, Thaelman Urgelles y Alfredo Anzola, destacados realizadores venezolanos

Con motivo de la celebración de los 124 años del cine en Venezuela, destacados cineastas dijeron presente y reafirmaron su condición de perseverantes creadores, quienes buscan expresar sus inquietudes, dando aporte a una interesante, rica y aún a la espera de ser adecuadamente valorada cinematografía venezolana. Nuestra historia en la pantalla tiene importantes logros, excelentes directores, guionistas, productores, técnicos y actores durante más de un siglo han contribuido a ese entramado, incomprendido y a veces ingrato que es el cine nacional. Amábilis Cordero, Diego Rísquez, Alfredo Anzola, Clemente de la Cerda, Fina Torres, Román Chalbaud, Margot Benacerraf, Luis Correa, Thaelman Urgellez, Edgard J. Anzola, Marilda Vera, José Castillo, Efraín Gómez, Atahualpa Lichy, Alberto Monteagudo, Olegario Barrera, Enver Cordido, Luis Armando Roche, Mauricio Walerstein, Jacobo Penzo, César Enríquez, Pablo de la Barra, Elia Schneider, Iván Feo, Carlos Azpurua, Solveig Hoogesteijn, Jesús Enrique Guédez y Manuel Trujillo Durán son parte de aquellos aguerridos soñadores que con constancia y pasión han plasmado sus historias, películas que son parte de nuestro imaginario, ese territorio fantástico en el que desde una butaca nos hacemos protagonistas, en la anónima complicidad que siempre guarda una sala de cine.

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