Escribo esto el 31 de diciembre. Un nuevo año comienza, y con este 2025 renacen una vez más las esperanzas de un futuro mejor para Venezuela, un país que ha demostrado una resiliencia admirable y una capacidad incuestionable de transformarse a sí mismo para superar sus retos.
En esta época de reflexión y renovación, es nuestro derecho y también nuestro deber mirar hacia el horizonte con deseos que trascienden lo individual para abrazar el bienestar colectivo. Cada nuevo año trae consigo una oportunidad única de reinvención, de plantear metas renovadas y de afrontar los desafíos con energías recargadas.
Venezuela entra en este año con retos significativos. Desde esta tribuna, nuestros deseos para el ciclo de tiempo que se abre están arraigados en tres pilares fundamentales: reconciliación, reconstrucción y oportunidades. Estas tres columnas representan las bases sobre las cuales podemos construir un país más justo, equitativo y lleno de posibilidades para todos.
El tejido social venezolano ha sufrido un desgaste profundo tras años de divisiones y diferencias. Es tiempo de que el país priorice el diálogo sincero, dejando de lado los intereses y parcialidades que nos alejan a unos de otros, en favor del bien común. Solo a través del entendimiento y la colaboración podemos avanzar hacia un futuro más en paz y dedicado al crecimiento.
Los procesos de reconciliación requieren empatía y disposición para construir un futuro más inclusivo. No es una tarea fácil, pero es necesaria. Un ejemplo alentador de reconciliación podría venir sin duda de las comunidades locales, donde los venezolanos están demostrando que es posible trabajar en conjunto, incluso en circunstancias adversas.
Estamos convencidos de que la reconstrucción de nuestro tejido social comienza desde las bases: desde la cuadra, desde la calle, desde los vecinos y la plaza.
Esta tierra necesita con urgencia retomar el camino hacia la estabilidad económica. El 2025 debería ser el año en el que veamos iniciativas sensatas y coherentes, que generen confianza en los mercados internos y externos. Esto incluye garantizar los derechos de los trabajadores, fomentar la inversión y priorizar sectores clave como la agricultura, la industria y el turismo. La economía venezolana necesita crecer, diversificarse, para garantizar un desarrollo sostenible.
No es posible progresar sin certezas. La protección de todos los niveles de trabajo es clave. Desde el que trabaja a diario para su sustento y requiere estabilidad para asegurar su pan, hasta el inversionista que toma riesgos para abrir nuevos caminos de progreso y obtener ganancias mientras genera oportunidades de bienestar para terceras personas. Una economía saludable no solo beneficia a unos pocos; debe ser inclusiva y generar beneficios tangibles para toda la población.
En lo social, la piedra fundacional está en las escuelas. Todas tienen que volver a ser faros de esperanza para los jóvenes venezolanos. La educación debe ser un eje central de cualquier esfuerzo de reconstrucción, con maestros mejor remunerados, infraestructura adecuada y programas educativos que respondan a las necesidades actuales. Una generación bien educada es la mejor inversión para el futuro de cualquier país.
Los venezolanos han demostrado una y otra vez que, con oportunidades, pueden superar cualquier barrera. El deseo de todos en esta nación es que el nuevo año traiga consigo políticas que permitan a los emprendedores florecer, a los profesionales desarrollarse y a las familias concretar y realizar un futuro próspero en su tierra natal. Este es el momento de crear condiciones que permitan a cada ciudadano desarrollar su potencial al máximo.
Este deseo también incluye a la diáspora venezolana, cuya contribución al país desde el extranjero es innegable. Que el 2025 sea un año en el que los vínculos entre quienes están dentro y fuera de Venezuela se fortalezcan, facilitando el retorno de muchos y potenciando la reconstrucción con el talento y la experiencia acumulados en el exterior.
Finalmente, deseamos que todos los venezolanos, sin importar sus circunstancias individuales o particulares, trabajen en conjunto para convertir estos anhelos en acciones concretas. Los cambios duraderos no se logran únicamente con buenos deseos, sino con un esfuerzo sostenido y la participación activa de todos los sectores de la sociedad.
Este debe ser un año en el que cada venezolano, desde su circunstancia particular, aporte al crecimiento y consolidación de un país que ahora es cuando tiene mucho por ofrecer. Que este sea el año en el que los deseos se transformen en logros tangibles y en el que Venezuela, finalmente, tome posesión del lugar que por justicia le corresponde en el concierto de las naciones.