Por equipo editorial
Comienza otro año escolar y el que se inicia lo hace en peores condiciones que el anterior. Solo hay un inexistente concepto de educación que ha quedado convertido en una especie de blasfemia política para el régimen de turno, que durante más de una década ha hundido la integración del conocimiento y la investigación a niveles prácticamente irrecuperables.
De hecho, Héctor Rodríguez, quien ha sido uno de los corresponsables en la destrucción de la infraestructura pública de escuelas y liceos, así como en la deserción estudiantil, y la degradación humana de la carrera docente, pretende erigirse en un «salvador», cuando la realidad es que su presencia es de tan o mayor rechazo que la ministra saliente, quien llegó al paroxismo de mentir en la ONU, asegurando que los educadores eran la máxima «preocupación» del madurismo, y la realidad es que termina dejando el promedio salarial en apenas 10 dólares por mes.
Igualmente, la educación en lo poco que se mantiene activa carece de instalaciones eléctricas, sanitarias, deportivas, culturales y de alimentación que puedan generar aprendizajes distintos o positivos, y por el contrario, observar tal realidad es la sinonimia de un plan concebido por las huestes maduristas en mantener empobrecido al pueblo, y concebir una perversa ideologización en favor de un comunismo lleno de corrupción y violaciones de derechos humanos.
En tal sentido, el magisterio venezolano rechaza en su mayoría que el madurismo continúe con su máxima de atropellos y violaciones ante los derechos fundamentales de los niños y los derechos laborales de los docentes. Un país donde existe un ministro de «educación» que se burla ante tantas calamidades, y además, solo responde con ironías las necesidades fundamentales para consolidar una mínima educación, es porque estamos ante un sistema político fracasado, cuya única excusa que le queda para disimular tanta podredumbre, es achacar a agentes externos constantes sublevaciones.
¿Será acaso que los hijos y nietos de los ministros, diputados y cúpula del partido gobernante estudia en las instituciones públicas? Y si es así: ¿Cuáles son esas escuelas y liceos? ¿Podrá esa misma jauría política demostrar que ellos viven con 700 bolívares como una vez lo indicó un otrora ministro del Trabajo? ¿Tienen acaso las autoridades del Ministerio de Educación, cifras que determinen el nivel de problemas sociales que afrontan las comunidades educativas?
En tal contexto ¿cuál es el presupuesto asignado en monto definidos para la educación durante el año escolar 2024 – 2025? ¿O volveremos al repetido esquema de pintar fachadas para disimular una «normalidad» que solo está en la mente de afectados en sus condiciones cognitivas?
El país vive momentos duros y tristes. No hay cauces que indiquen que la educación pueda volver a convertirse en la palanca social de los venezolanos, y solo se observa una profunda anomia, reforzada con una tristeza colectiva que está aumentando los niveles de deserción y emigración. ¿Qué opina el ministro de esa realidad?
Comenzar un «año escolar», otro signo de la desgracia educativa venezolana. Una nueva burla hacia los educadores y la población estudiantil.