OPINIÓN

Anillados

por Rodolfo Izaguirre Rodolfo Izaguirre

¡Las aves migran! Un chorlito dorado se desplaza desde la tundra del Ártico hasta la pampa argentina; los correlimos van desde Canadá hasta Tierra del Fuego y las golondrinas, en marzo, viajan desde Córdoba, Argentina, hasta Capistrano en California y regresan en octubre. Millones mueren en estas asombrosas trayectorias.

¡A pesar de las constantes investigaciones científicas, la migración sigue siendo un enigma!

Para obtener datos más precisos, surgió la necesidad de los anillos. Los cuidadores de halcones en épocas medievales anillaban a sus pájaros para que pudieran ser devueltos en caso de extravío. En 1750, John Leonhard Frisch, en Berlín, vendó con bandas rojas las patas de unas golondrinas y John James Audobon fue el primero en anillar a los pájaros en América del Norte. Son más de 3.000 o 4.000 millones de aves anilladas en el mundo y los anilladores han ensayado insólitos artificios, túneles de plástico y redes para atrapar a las aves y llevar a cabo, felizmente, sus tareas con pájaros jóvenes o adultos.

Anillar permite conocer los comportamientos de las aves, los itinerarios, la utilización de los vientos; cómo enfrentan o evitan a los huracanes; cuál es la velocidad del vuelo, la altura de sus desplazamientos, las distancias que recorren, los lugares seleccionados para refugiarse o descansar; la alimentación o la muerte; la vida diaria, los vuelos nocturnos.

¡La tenacidad científica ha invadido con obstinado rigor la  privacidad de las aves!

Se sabe que los pájaros al igual que los humanos nunca han sido libres, que sus trinos matinales tan festejados por la poesía elemental no son cantos de gloria sino advertencias de discordia: ¡esta es mi zona, pájaro depredador!, ¡no entres! o susurros de amor para atraer a la hembra. Deben acatar y cumplir leyes inexorables: construir el nido, alimentar a las crías, migrar.

En nuestro mundo, la justicia ha logrado anillarnos, pero en un nivel más alto. Coloca un anillo electrónico en el tobillo del presunto delincuente manteniéndolo bajo estricta vigilancia, permitiendo que se sienta “libre” pero como un pájaro con un anillo en la pata. El pájaro, anillado, es decir, vigilado, podrá viajar desde Canadá hasta la pampa suramericana y el delincuente, igualmente anillado, se denunciará a sí mismo si pretende salir de la ciudad.

Yo estuve en Frankfurt, en tiempos de la Alemania del Este; varias veces en Moscú, en la Cuba castrista y en los países  detrás de la Cortina de Hierro. En cualquiera de ellos podía registrarme en un hotel con nombre falso, pero la policía política podía encontrarme en el acto. Países en los que la vigilancia y la delación eran, son o siguen siendo patrimonio cotidiano. Allí, cada ciudadano carga en su espíritu un anillo que denuncia sus pasos y pensamientos.

Colón nos anilló cambiando espejitos y bagatelas por oro macizo. Nosotros a él remitiéndolo a un lugar remoto donde un príncipe se cubría el cuerpo con polvos de oro. Los héroes de la Independencia nunca repartieron la tierra y se quedaron con el poder económico que antes retenían los españoles. Hugo Chávez convirtió a Pdvsa en su caja chica y la vació regalando dinero a pedigüeños como Evo, el boliviano o como Danny Glover, el actor afrodescendiente que prometió, con engaño, rodar una película para honrar a un héroe haitiano.

Los anilladores sacan las aves de sus jaulas para registrar su edad, peso y sexo o los capturan, los anillan y los sueltan para que crean que son libres. La policía anilla a la fuerza a los presuntos delincuentes y los dejan libres para que crean que también lo son. Pero nosotros, los venezolanos, nos dejamos anillar por los cubanos mientras Chávez tiraba besos volaos al sátrapa Fidel Castro en Puerto Ordaz.

Desde entonces, los hermanos Castro chupan los beneficios del petróleo y de nuestros esfuerzos. Anillan las notarías, conocen el número de mi cédula de identidad y tienen registrado el sabor de mi helado favorito. Hubo médicos de embuste que prefirieron huir a países donde les iba mejor. Quedaron otros cubanos dispuestos a enseñar técnicas de opresión y de seguridad: círculos cada vez más tenebrosos e infranqueables que distancian al gobernante de sus seguidores y lo alejan definitivamente de quienes lo repudian.

Florecieron los paleros, los santeros, brujos, rituales satánicos; animales muertos. ¿Ayudaron los cubanos a zarandear los huesos de Simón Bolívar? ¿Escucharon a Chávez sentir el “resplandor” cuando violaron el sarcófago? No me asombraría, puesto que estos castrocomunistas, los chinos y los rusos posestalinianos son como aquellos Tonton macoutes haitianos en tiempos de Papa Doc: bestias humanas capaces de exterminar a todo ser vivo opositor.

¡Los pájaros continúan migrando! Realizan sus largos viajes intercontinentales sin ningún instrumento de navegación y siguen provocando estupor porque se entregan a los vientos y saben llegar a destinos que nosotros no imaginamos que puedan establecerse.

Entonces, nos dejamos anillar y entramos como nuevas especies de aves en una diáspora que los propios pájaros no saben que existe.