Que se enfrenten la verdad y la falsedad;
¿acaso se ha visto alguna vez, que la
verdad sea derrotada en una confrontación
franca y leal?
John Milton
A modo de introducción
Pedro Rosas Bravo, el mejor economista de mi generación, y a quien conozco desde hace más de 40 años, acaba de escribir un libro de nada menos que 500 páginas, el cual constituye una investigación profunda sobre la caída del Banco Latino, que en su tiempo era el más grande consorcio bancario de Venezuela. Nuestro autor, que no necesita presentación alguna en los medios académicos y de estudios, fue jefe directo mío cuando él trabajaba en el Ministerio de Hacienda en los años ochenta como director adjunto de Investigaciones Económicas. Posteriormente, se convirtió nada menos que en vicepresidente de Estudios Económicos del Banco Central de Venezuela. Posteriormente, cuando Carlos Andrés Pérez asumió por segunda vez la primera magistratura, se incorporó al grupo brillante de economistas y diseñadores de políticas públicas en el que se destacaron también los nombres de Ricardo Hausmann, Moisés Naím, Miguel Rodríguez y Roberto Smith Perera (encargado del V Plan de la Nación). En aquel entonces, el doctor Pedro Tinoco (h) había sido nombrado presidente del Banco Central de Venezuela y al parecer este nombramiento no le agradó para nada al doctor Carlos Rafael Silva.
Nuestro autor, en su libro, analiza y revisa muy bien el desempeño de la economía y de cómo un modelo de crecimiento hacia adentro fue agotándose poco a poco hasta causar enormes problemas y desajustes como los que hubo en los gobiernos de Luis Herrera Campíns y de Jaime Lusinchi.
En este contexto se presentan los principales hechos económicos que se dieron en el gobierno por segunda vez de Carlos Andrés Pérez.
En efecto, sea como fuere, se eliminó el subsidio cambiario, la liberación de precios, el alza de las tasas de interés bancarias, la eliminación de subsidios a la producción y otras medidas tomadas por el gobierno determinaron una tasa de inflación de 81% en ese año (1989), si bien en los tres años siguientes 1990,1991, y 1992 disminuyeron a 36%, 31% y 31%, inferiores a las tasas prevalecientes en 1987 y 1988, pero ahora sin controles de precios ni subsidios cambiarios a las importaciones. (p.97).
La inmensa mayoría de la población desconocía la verdadera situación del país. El Estado la mantenía engañada a través de subsidios de la más variada gama que sostenían una economía artificial, con un maquillaje de aparente prosperidad, a costa de un Estado que se estaba desangrando por dentro. Los subsidios propiciaban un tipo de cambio sobrevaluado, importaciones abundantes y baratas, bajas tasas de interés bancarias, precios controlados y servicios públicos casi gratuitos, aunque ineficientes. Año tras año, las autoridades gubernamentales, los partidos políticos y las organizaciones empresariales y sindicales, cerraban los ojos, dejando que pasara el tiempo en espera de otro golpe de suerte como el que se presentó en 1974, 1980 y 1981, y así poder continuar subsistiendo sin enfrentar la dura realidad. (pp. 93-94).
Nuestro investigador, y amigo de siempre, nos relata en un párrafo harto interesante la dificultad que traen los programas de ajuste como el que le tocó soportar Carlos Andrés Pérez en su segundo mandato, veámoslo en sus sinceras palabras:
Generalmente, los programas de ajustes presentan resultados favorables en forma inmediata en las variables macroeconómicas. Así sucedió en Venezuela en muchas de ellas, especialmente en las cuentas externas. Pero los efectos positivos sobre la población normalmente se sienten después de un período más o menos largo, de varios años. Esto no se le explicó en forma clara a la población .(negritas del comentador). Faltó difundir la frase de Churchill al pueblo inglés, cuarenta años atrás , advirtiéndole una etapa de “sangre, sudor y lágrimas” para que la ciudadanía estuviera consciente del proceso que se avecinaba y se preparara para ello. Por el contrario, el gobierno erróneamente creó ilusiones y expectativas a corto plazo que resultaron frustradas. No se desarrolló una eficaz política informativa y de difusión sobre el alcance de las medidas económicas (negritas del comentador). (p. 99)
La intervención del Banco Latino y el estallido de la crisis bancaria
Para nosotros y para otros lectores, el principal aporte sustancial de este libro es el análisis muy profundo que el autor realiza sobre la crisis bancaria que se desencadenó en 1994 con la salida de la Cámara de Compensación del Banco Latino. Los bancos más que todo venden confianza, y cuando esta se pierde en un banco intervenido es difícil que vuelva a estar rehabilitado y funcionando normalmente.
Recuerdo la intervención del Banco Nacional de Descuento, que se realizó a puertas abiertas, esto es, sin interrupción de su funcionamiento. Y como si no hubiera pasado nada, J. J. González Gorrondona, hijo tenía su cartera especial de préstamos para sus propias empresas. También nos remontamos a la intervención del Banco Comercio, el cual fue intervenido sin grandes traumas según el libro de Ruth de Krivoy (Colapso, 2002), y de acuerdo con un informe de Espiñeira, Sheldon y Asociados, Contadores Públicos, este banco pagaba comisiones por captaciones de depósitos oficiales de 2% al 5% de las sumas depositadas. Aunque no está este dato en el libro de Krivoy, si mi memoria no me falla, uno de los Morrison, hijo de uno de los mayores accionistas, estuvo un breve tiempo en prisión. Repetimos, en todo caso, no estuvo cerrado ni con depositantes en las calles reclamando sus haberes.
En este libro, nuestro autor revela en su apartado o acápite 4 del capítulo V, la dimensión bancaria integrada por el Grupo Latino.
Para enero de 1994, el Banco Latino era el segundo banco comercial más grande de Venezuela, potenciado, además, por sus asociaciones estratégicas con los más importantes bancos regionales del país, tales como el Banco de Maracaibo (49%), Banco de Occidente (35%), Banco Sofitasa (10%), Banco Capital (12,5%) y Banco Barinas (49%), y junto con el Banco Internacional y la Sociedad Financiera Fiveca, constituía el primer grupo bancario del país, representativo de más del 20% de la banca comercial (p.269).
En el plano internacional, el grupo estaba constituido por el Banco Latino N.V. de Curazao, el Banco Latino Internacional en Miami-Florida, el Interunion Bank N. V. en sociedad con el grupo holandés ING, una oficina de representación comercial del Banco Latino para Europa con sede en París, Francia, y la Societé Financiera de Bastion en Ginebra (p. 270).
De modo que no era ni siquiera un banco mediano, era simplemente el mayor grupo o consorcio bancario de Venezuela y uno de los bancos más antiguos del país. En el apartado V de este minucioso estudio que constituye este libro se narra con un ritmo conmovedor la forma en que ahogaron a la tesorería del Latino para que no pudiera cumplir con la compensación en contra del día 13 de enero de 1994, por Bs. 4.700 millones. El relato que nuestro autor realiza de cómo se fraguó la expulsión del Banco Latino de la compensación es angustioso y expone cómo no dejaron que el Banco Latino recibiera los bonos del Centro Simón Bolívar para pagar su saldo rojo en compensación.
En cuanto a la crisis bancaria que surgió después de la rocambolesca intervención del Banco Latino, afectó a 45% de las instituciones bancarias, a 50% de las oficinas del sistema, a 55% de los depósitos y a 54% de los depositantes.
Por otra parte, siguiendo la procesión de indicadores de la crisis bancaria del 94, tenemos que el total de auxilios con recursos suministrados por el BCV a Fogade en el primer semestre de 1994 fue de Bs. 840.000 millones, cantidad que se redujo luego de que esta entidad realizó abonos parciales a Bs. 798.000 millones.
En el primer semestre de 1994 las reservas internacionales netas del BCV disminuyeron $ 3.700 millones, equivalentes a 45% del monto inicial. Ello obligó al gobierno nacional a establecer un estricto régimen de control de cambio que permitió cierta recuperación en el segundo semestre del año.
Por si fuera poco todo esto, en cuatro años, al cierre del ejercicio 1997, la tasa de cambio pasó de Bs. 502,50 por dólar a casi el 400% comparándola al inicio del nefasto segundo gobierno de Rafael Caldera. Así mismo, en 1996, al producirse un viraje en la política económica aceptando el financiamiento y la asesoría del FMI, la inflación alcanzaría el 103%.
Los auxilios financieros al Banco Latina antes y después de la intervención
Siguiendo siempre a nuestro autor, al parecer según los auditores externos KPMG el Banco Latino tenía pérdidas por Bs.142.228 millones y el Consorcio inversionista latino por Bs. 114.565 millones. Los interventores recibieron en efectivo, la suma de Bs. 300.000 millones en auxilios, con los cuales se repuso el capital y se cubrió la totalidad de las pérdidas determinadas por los auditores externos. Además de estos recursos, los interventores dispusieron de ingresos propios del banco por cobro de cartera normal, venta de inmuebles, etc. A pesar de todo estos ingentes fondos a su favor el Banco Latino después de ocho años de ser administrado por el Estado, fue liquidado por encontrarse en una situación de inviabilidad operativa (véase la Resolución N°265 del Ministerio de Finanzas del 23-8-2000).
Ahora bien, nuestro libro dice que los primeros Bs. 32.000 millones se destinaron al pago de depósitos por montos no superiores a Bs. 1 millón. Posteriormente se entregaron Bs. 24.217 millones a depositantes del Fideicomiso. El resto de los auxilios fueron empleados para cubrir pérdidas y reposición de capital. Pero en este entorno, el Banco Latino únicamente pagó depósitos en efectivo cuando estos no excedían la cantidad de Bs. 10 millones, puesto que los montos superiores a esta suma fueron convertidos en bonos quirografarios con vencimiento a 10 años. En este punto, Pedro Rosas Bravo advierte que los depósitos totales disminuyeron entre enero de 1994 y julio de ese mismo año en Bs. 50.000 millones, monto que apenas representa 17% del total de los auxilios recibidos por este instituto bancario. Todo esto quiere decir que Bs. 250.000 millones de los auxilios financieros otorgados al Banco Latino fueron destinados a otros conceptos diferentes al pago de depósitos, cuya cantidad por sí sola equivale a 19% de la cifra informada por el BCV.
Para finalizar este recuento de miles de millones inyectados al Banco Latino, tenemos que:
El balance auditado y publicado bajo la administración de la junta interventora presidida por Gustavo Roosen reflejó, al cierre de abril de 1994, más de 20.000 millones de bolívares en cartera elegible para el redescuento. Por arte de magia, sin que la junta interventora diera un solo nuevo préstamo (el banco estaba cerrado), los mismos documentos inaceptables unos días atrás, sí lo eran para la nueva directiva designada por el gobierno del presidente Caldera. Los mismos auditores asignados por el gobierno de Rafael Caldera desmintieron las afirmaciones de Ruth de Krivoy y de todos aquellos que utilizaron el caso Banco Latino para tapar sus discutibles conductas personales y profesionales. (p.426).
Nuestro autor relata la cantidad de juicios civiles y mercantiles en Curazao y Miami por $ 1.100 millones contra los administradores y específicamente contra su penúltimo presidente y su esposa, Gustavo Gómez López y Claudia Febres Cordero; y juicios penales en Venezuela contra más de 100 personas, incluidos clientes, personal, ejecutivos, directores y familiares. Se despilfarraron decenas de millones de dólares en honorarios de abogados y en gastos de toda clase Y después de transcurrir cinco años de pleitos, no se exhibió a los honorables jueces holandeses, norteamericanos y venezolanos, alguna evidencia probatoria de las presuntas villanías de los directivos del Banco Latino. Los acusados triunfaron en todos los juicios, primero en el exterior y luego en Venezuela. Los acusadores fueron condenados en la Corte Federal del Estado de Florida tanto por sanciones morales (Procedimiento denominado Rule 11) como por Malicious Prosecution o persecución maliciosa, y por supuesto multados por los tribunales.
En estos tiempos, me acuerdo de que Ricardo Cisneros, acobardado o agobiado por la persecución legal, afirmó que él no era un director interno del banco sino externo, y muy atinadamente varios le respondimos que esa diferenciación de directores externos e internos existe en el derecho bancario norteamericano, pero que aquí no era usual; pusimos esto en nuestro Diccionario de Banca y Bolsa (José Tomás Esteves Arria, editorial Panapo, 2008, entrada directores). En efecto, la televisora Venevisión estuvo golpeando sin misericordia la reputación de Gustavo Gómez López, un hombre decente y que trabajó durante toda su vida.
Para concluir, Fogade recuperó más de 100% de sus aportes otorgados para la rehabilitación con cargo en los activos propios del Latino. En el caso de este banco, el posible daño patrimonial a la nación no lo causaron sus accionistas, pues los activos propios del grupo cubrieron en exceso los fondos aplicados para su “rehabilitación”. En concreto: los fondos proporcionados por Fogade ascendieron a Bs. 323.766 millones, siguiendo la información de la presidenta de Fogade a la Comisión de Contraloría del Congreso de la República (21-5-97) y las recuperaciones de activos se remontaron a Bs. 355.500 millones, según informaciones dadas en julio de 1997 y en abril de 1998, en concordancia con la declaración del propio Gustavo Roosen ante el Congreso el 25 de febrero de 1998. Todo esto fue confirmado por la auditoría de Acuña y Asociados, contratada por Fogade.
A guisa de epílogo
Este libro es producto de un trabajo intenso y extraordinario del autor, quien vive muy modestamente en una ciudad andaluza de la costa mediterránea de España. A la inversa de un especialista en Derecho Administrativo cuya obra es desarrollada por un equipo de abogados, Pedro demuestra aquí su capacidad inagotable de trabajo y dedicación al estudio. Su lenguaje es prudente e inquisitivo e invita a la lectura y reflexión completa sobre los hechos insólitos que sucedieron en los gobiernos de Ramón J. Velásquez y segundo de Rafael Caldera, este último gran cooperador para la toma total del poder por parte del castro-chavismo en Venezuela. En efecto, nos acordamos de la cantidad de militares golpistas (intentona del 4 de febrero de 1992) que tuvieron cargos en su segunda administración.
No dudamos de que este libro será un exitazo (best seller) de librería porque revela a propios y extraños el mundo de las finanzas bancarias y las actuaciones del BCV, Fogade y la Superintendencia de Bancos donde trabajamos 14 años, y nos espantamos ahora cómo le solucionan los problemas a una banca actualmente descapitalizada que parece más un conjunto de Casas de Cambio que instituciones para financiar el desarrollo económico.